LA SINIESTRA HISTORIA
Tal vez, esta pieza resulte argumentalmente muy triste, pero creo que no podía ser de otra manera; puesto que sus personajes y anécdotas surgen desde ese ambiente tétrico y doliente, propio de un período histórico que dejó en muchos hombres y mujeres sendas cicatrices en sus vidas.
Debo confesar que cuando decidí escribir esta historia, ella fluyó en mi mente con una celeridad asombrosa; como si misteriosas voces me murmuraran al oído el dialogo de los personajes. Es muy posible que esta extraña sensación me sucediera, porque existen en esta pieza muchas situaciones y signos que desentierran contextos históricos y protagonistas que en algún momento cruzaron mi existencia e imaginario personal. En el fondo, el proceso de creación consistió en reelaborar experiencias transmitidas por diferentes fuentes y fragmentos ajenos – mezcla de realidad y ficción – con la intensión de recrearlos para despertar, idealmente, tanto en el lector como en el espectador una actitud crítica y reflexiva.
Sin el propósito de analizar exhaustivamente la propuesta estética, labor que le compete a otros, puedo sí señalar que para estructurar este drama me basé en tres ejes fundamentales: Primero, el tema de la muerte, plasmado en un escenario latinoamericano violento y convulsionado, muy pertinente a los años 60: Gobiernos dictatoriales, luchas sociales, ejecuciones, inequidades, terrorismo de Estado, desapariciones de personas, dominación social y económica por parte de terratenientes y capitalistas, entre otras constantes. Sin embargo, la idea no es sólo hablar de esa muerte real y despiadada que se dio como resultado de la crisis estructural y política de los países de este continente; sino también, develar la otra muerte - la intestinal e existencial - de algunos arquetipos sociales que simbolizan el poder, la corrupción, la sórdida ambición, la avaricia y la crueldad, en cualquier espacio geográfico.
En seguida - como antítesis del anterior concepto – está el amor. En la obra - este sentimiento, tan humano, se manifiesta poblado de contradicciones y giros paradójicos. Se trata de un amor imprevisible y mutable; casi siempre sujeto a contrasentidos y determinado por los acontecimientos que viven los personajes. En ese marco, situamos como punto de partida al amor juvenil e idílico de Carmen y Román. Afecto que en el transcurso de los acontecimientos tomará diferentes rumbos y matices (amor-odio, amor-pasión, amor-sueño y amor-esperanza); provocando, en última instancia, inesperadas y trágicas consecuencias en la vida de los amantes.
Del mismo modo, en el tejido social de estos seres, se presentan otras opciones de amor que se mueven en aguas más turbias y torrentosas. Me refiero a ese amor que no se habla públicamente, porque lo cubre el manto del tabú: el amor incestuoso. Precisamente, De Lara, símbolo de la maldad recóndita de la clase dominante de Valladares, carga a cuesta el secreto más oscuro de su familia: el amor prohibido, la pasión y la culpa. Al mismo tiempo, la presencia del doliente Aquino, fruto de la adolescente relación entre hermanastros, se transforma para el despiadado sujeto en su karma que le recuerda su “pecado” y traición. Finalmente, el tercer aspecto clave lo constituye el mensaje moralizador y utópico que contiene la obra, variable representativa del teatro social contemporáneo.
En este caso – valiéndome del discurso de los “héroes” de la pieza - intento escudriñar en el pasado de nuestros pueblos, para poder plasmar en el alegato dramático la utopía de un futuro mejor y más humano en beneficio de la gente desposeída de esta parte del mundo.