POR ARTE DE MAR
Iván Vera-Pinto Soto
La narración oral
es uno de los principales medios que ha utilizado el hombre desde la antigüedad
para transmitir sus ideas, sentimientos, aspiraciones, sueños, deseos,
intereses y visión de la realidad. Es tal vez, la expresión más efectiva,
personal y sencilla que se ha inventado hasta hoy. Tal como lo explica el
director, actor y cuentacuentos nacional Carlos Genovese:"La narración
oral responde a las necesidades que están en el aire: la de la comunicación
directa, personal, a escala humana; la de juntarse con otros iguales a imaginar
historias, la de permitirse la ilusión y la emoción; la de recuperar la memoria
personal y colectiva, la de gozar del placer de una narración activa donde el
lenguaje y la palabra despliegan todo su poder de sugerencia y belleza". Esa
es la naturaleza y sentido que tiene el espectáculo "Por Arte de
Mar", escrito por el premiado dramaturgo Jorge Díaz y basado en vivencias
individuales y colectivas unificadas por su mirada integradora. Al respecto, en
la introducción del texto el autor nos dice: "Cuando niño encerré unos
gusanos en una caja vacía de jabón. Era Agosto y aún recuerdo cómo se
convirtieron en mariposas que no cabían en la caja de jabón y volando se perdieron.
Como esos gusanitos contrahechos enjaulados con las letras del papel son los
cuentos. Sólo se transforman en el aire, sólo vuelan si tienen libertad, sólo
cobran vida en el aliento de ese prestidigitador que es el
cuentacuentos.".
"Por Arte de
Mar", es una propuesta distintiva dentro la fecunda producción dramática
de Jorge Díaz; diferente por muchas razones estéticas. Una de ellas que podemos
percibir claramente es la finalidad de fragmentar el discurso dramático muy
propio del autor, es decir va más allá de sus propios cánones estilísticos,
superando lo grotesco, lo contestatario, lo oscuro, lo testimonial, lo irónico y lo absurdo. En esta historia
conjuga con poesía lo social y lo político, lo público y lo privado; lo
personal y lo colectivo; lo racional y lo afectivo. Todos estos elementos se
desenvuelven en un contexto onírico, profundo, metafórico y misterioso; cercano
y familiar, tal como lo es el mar que azota nuestro largo país. Es un texto
breve que se fundamenta en otra
concepción escénica, en donde resalta el tono poético y una temática
recurrente: el mar imaginario, el mar interior de cada uno.
La obra es una melancólica
evocación a nuestras íntimas vivencias, tal como escribía en algún poema Pablo
Neruda: "Así, por arte de mar, la mañana me ha devuelto la llave blanca de
mi casa, mi sombrero enarenado, mi cabeza de náufrago". Díaz, en este caso
arremete contra el paisaje interno de sus personajes, descubre que ellos son
verdaderos sobrevivientes aferrados a una roca después de un desastre marítimo.
Por eso la joven de la fábula, proyectando al horizonte, exclama: "Esta
isla a la deriva limita al norte con el misterio, al sur con el viento rabioso,
al este con un muro sin puertas ni ventanas, al oeste con el maremoto; al cielo
con una paloma mensajera que perdió el rumbo y al infierno con la tierra de
nadie". De esta manera nos retrata el escritor, como un verdadero islote
sin vernos jamás durante muchos años. Luego la misma muchacha propone " Si
remáramos un poco nos alejaríamos para siempre.¿Por qué no lo hacemos...? ¿Por
qué no empujamos todos si es lo que estamos deseando? Somos isleños cumpliendo
una condena de piedra".
Jesús Jorquera,
director invitado a la realización de este nuevo desafío del Teatro Expresión, nos
confirma algunas directrices:"Es nuestra intención enfatizar la fragilidad
de las relaciones humanas; la complejidad de la comunicación, los conflictos
afectivos y la importancia de la valoración del mundo interior como fórmula que
permita el diálogo entre las personas".
En fin, creo que
es una pieza subyugante, con un lenguaje poético y visual de alta factura, que
da posibilidad de reflexionar sobre temas trascendentales como la muerte, la
soledad, la decadencia valórica y el vacío existencial que vive en estos días
nuestra sociedad. Parafraseando al hombre simbólico de Díaz, sólo nos basta
para caminar sobre las turbulentas aguas unos pocos huiros en el pelo, un
pedazo de tiza, una brújula con la rosa de los vientos y un poquito de mar en
el cuenco de las manos. Porque en definitiva "¿Qué es el mar, después de todo,
sino una larga pena derramada? Una sola lágrima es un mar chiquitito que se
asoma a la ventana de los ojos".
En síntesis,
considero que esta real o imaginaria crónica es una experiencia para compartir
con todos los sentidos y el corazón. Es un noble cuento que nos puede permitir
reconstruir todo lo ausente: nuestros fragmentos de huesos, nuestros cuerpos y
nuestras arrugas esculpidas por el implacable tiempo.