ALCANCES Y REPERTORIO DEL
TEATRO SOCIAL OBRERO
Iván Vera-Pinto
Soto
Cientista
Social, Pedagogo y Escritor
Los antecedentes históricos nos demuestran que en
Iquique y sus alrededores, hasta el cuarto período del milenio anterior había
una proliferación de agrupaciones teatrales y salas que satisfacían con creces
la fuerte demanda del público local. Desde nuestra lectura, todos estos
espectáculos tuvieron un innegable valor, porque conformaron parte del tejido
social y de la identidad regional, alcanzando una notoria resonancia en el
ámbito cultural de Iquique y en las Oficinas Salitreras.
Es un hecho que gran parte de los miembros de
este teatro aficionado fueron unos personajes idealistas, hicieron su quehacer
por amor a su arte, ávidos a experimentar emociones nuevas, aventuras
extravagantes, contar historias cándidas y también trágicas, sin mayores
ambiciones económicas y bañados de una vocación desbordada de pasión.
Por lo demás, los relatos nos revelan que los
integrantes de este tipo de teatro eran actores y directores dotados de buenas
condiciones histriónicas, pero carentes de formación técnica-artística, sus
dotes innatas los pusieron, de acuerdo con los estilos establecidos a la cabeza
del teatro de comienzo del siglo XX, influidos por la mencionada “escuela de
teatro española”, donde reinaba la improvisación de textos, la “morcilla”(jerga
teatral que se traduce como las palabras o frases que improvisada y
espontáneamente añade un actor al texto de su papel durante la representación),
los chistes fuera de libreto, el histrionismo y el talento natural. No por todo
ello, debemos quitarle mérito a sus labores y a sus producciones, pues estas
formaron parte del imaginario social de la gente y contribuyeron a darle vida
cultural a un territorio que vivió por esas décadas muchas penurias y
sinsabores económicos y sociales.
Con relación al anterior, estimamos que aún hay
una deuda por parte de la historiografía teatral chilena, pues son pocas las
investigaciones que legitiman el quehacer teatral de este período y de sus
hacedores aficionados. Algunos académicos pertenecientes a las casas
universitarias decanas de la capital, con algo de desdén concluyen que el
teatro nacional se inició con la creación de las escuelas de teatro
universitario y con ello certifican que el teatro “serio, académico y
profesional” solamente pudo existir en esos espacios restringidos de la
sociedad chilena; por lo mismo, deducen que es una tarea inoficiosa investigar
sobre las décadas anteriores y menos de lo que haya sucedido en provincias.
Para refutar dichas creencias es preciso
analizar la importancia que tuvo el teatro aficionado para el público masivo en
las décadas de 1910 y 1920, en un ambiente donde eran exiguas las alternativas
para disfrutar del teatro, debido que la ópera y la zarzuela extranjera - que
en otrora tuvieron éxito - ya se batían en retirada y la población estaba
divorciada socialmente de esa cultura elitista. Precisamente, Alberto Prado en
su Tesis Los teatros del desierto (2012), registra más de sesenta Oficinas
Salitreras en los diferentes cantones que contaban con espacios destinados al
cultivo del arte escénico y musical (Filarmónicas).
De la misma manera, debemos establecer que la
producción dramática en el período estudiado tuvo un importante desarrollo, lo
que quedó inscrito en las numerosas obras estrenadas, de las cuales Pedro Bravo Elizondo menciona: ¡Al fondo... al fondo! ¿A ver
qué hace un hombre?; Adolorido; Alas; Alma gaucha; Almas perdidas; Ángel de los
sauces; Árbol viejo; El Arlequín; Astrea; Atentado; Aurora; Aventuras de Pancha
Falcato; Los Barbaros; Barranca abajo; La Batalla; Calla corazón; La calle del
dolor y del pecado; Canción de primavera; Canillitas; Cara ajada; La carcajada
de payaso; Carne de la pampa; La casa de los fantasmas; La casa de la Mariana;
La casa de las tres niñas; Cásate y verás; Castigo supremo; Castillos en el
aire; La ciega que murió de amor; El ciego; Las codornices; Los convencidos;
Con el corazón en la mano; ¡Con fuego!; Los copihues; Corazón en la mano;
Corazón de hiena; Las corsarias; La costurerita que dio un mal paso; Las
Coyundas; Cría cuervos…; El crimen de ayer; El crimen oculto; El Cristo
moderno; La cruz; Cuadros de pobreza; El chaleco; El chato Marvaux; Chifladura;
La Dama de las Camelias; Daniel; De la taberna al cadalso; El defensor de su
honra; Un dependiente de aduana; Los desamparados; Desdicha obrera; El día de
mañana; La diez de última; El dolor de callar; Domingo de ramos; Don Lucas Gómez;
Don Tranquilino; Los dos sargentos franceses; Las dos joyas de la casa;
Eleuterio Ramírez; En el rancho; Entre gallos y medianoche; Los espectros; La
farándula que pasa; Fedora; Fin de fiesta; La flor del trigo; Flor de un día;
Flores Rojas; Los fracasados; El gallo pomposo; La garra; Gatita blanca;
Germinal; El gran galeoto; La Gringa; Golondrina; El Grillete; La hija del
fiscal; La hija única; Hijos del pueblo; Hogar; El hombre que olvidó a Dios; El
hombre que yo maté; Los hombres; Honrarás a tu padre; Huelga en el cielo; El
Huracán; El inquilino; La inquisición moderna: Los invertidos; Irredentos;
Isabel Sandoval Modas; Juan José; El juez de los incendios; Justicia; Juventud
alegre y confiada y con cola; Lágrimas; Los Leones; Ley del Corazón; Libertad;
Lidia; Una limosna por Dios; Lluvia de primavera; Lobo; Las Luchas Internas;
Luigi; Madre desdichada; La madre eterna; La Maiga; Mal hombre; Mala mujer;
¡Maldita sean las mujeres!; Malhaya tu corazón; Los malos doctores; La
Malquerida; Los mártires; Matrimonio civil; Mazurca azul; Médico de las locas;
La mendiga; Mijo el doctor; Mocosita; La Mugre; Nuestros hijos; Orfandad; La
Oveja negra; Pandora; Para eso pagan; El paraíso conyugal; La Patricia; El
pasado; Pasión y muerte de N.S. Jesucristo; Los payasos se van; Pecado bendito;
Pecado de juventud; Perdonar las injurias; Los perros; La peste blanca;
Pilletes; Por la raza; Por el atajo; ¡Por un alemán!; Los Precursores; Los
Predilectos; La primera muela; Primero de mayo; El primo alegría; La princesa
del dólar; Prueba patética; Pueblecito; Pueblo chico, infierno grande; Puertas
adentro; Pigmalión; ¡Qué calor con tanto viento!; Querer vivir; Quien fuera
libre; Quien mucho abarca, poco aprieta; Recompensa; Redención; Redimida;
Retorno; La Rosario; Sacrificio de padre; Salvaje; Santa Rusia; El santo de Ña
Petita; El señor feudal; La señora del gobernador; La señorita Rosa; Sermón
perdido; La silla vacía; Sin vergüenza; La sombra negra; Su última carta; El
sueño del malvado; El sueño de un vaquero; Suprema Ley; Te acordarás;
Milonguita; Los tejedores; La telaraña; El teniente cura; La tía de Carlos; El
tío Juanico; Tierra maldita; La tierra nuestra; El tiro por la culata; Topaze;
Traidor, confeso y mártir; Los tres dragones; El túnel; El último adiós; La
última copa; Usebio Olmos; El valor no hace el amor; Los Vampiros; La venganza
del barretero; La víbora de la cruz; Vidas inútiles; Viento negro; Visión
futura; La viuda alegre; La voz del abismo; Ya somos tres; Yo lo maté, entre
tantas otras.
Debemos advertir que las obras inscritas no
corresponden en su totalidad al momento en estudio de este capítulo, hay
algunas que pertenecen a los primeros decenios del siglo XX. Desgraciadamente,
hay un segmento significativo de este material dramatúrgico que se ha perdido en
el tiempo, ya que ellos no fueron publicados por sus autores o algunos fueron realizados
deliberadamente para una sola temporada.
No podemos soslayar el asunto que el teatro fue
una demostración de especial distinción en esos años de crisis económica. Así
lo atestigua Sergio González en Iquique Puerto Mayor (1995): “Si bien el teatro tiene raíces en
las Filarmónicas primero y en los partidos y movimientos obreros después,
especialmente bajo la figura de Luis E. Recabarren, en los treinta y cuarenta,
las compañías teatrales tuvieron un auge en todo el Norte Grande y en Iquique
en particular. También, en los años cuarenta llamó la atención nacional la
organización de la “Semana Tarapaqueña” en Iquique; en las décadas siguientes
las Fiestas de la Primavera y los carnavales”. (66)
Estas consideraciones prueban que no siempre
los ciclos económicos van de la mano con los estadios de desarrollo del arte y
la cultura. Al parecer este tema es mucho más complejo y merece un análisis
profundo. Pues si bien la cultura y el arte no son “transhistóricos”, sino que,
por el contrario evolucionan y se determinan mutuamente, pero también hay que
considerar que la historia del arte nos ha demostrado que no necesariamente los
períodos de prosperidad y crisis económica afectan de manera directa a la creación
y la producción en esta materia.