GEMELOS Y DRAMATURGIA
Iván Vera-Pinto Soto
Debo reconocer
que desde hace mucho tiempo no presenciaba una puesta escena tan sobresaliente,
completa y equilibrada, como la que nos ofreció recientemente el grupo La Obra (ex Troppa), con el montaje de Los Gemelos. No en vano la
crítica y el público han considerado este trabajo escénico como uno de los
mejores de la historia del teatro nacional. La pieza es una adaptación libre de
la novela "Gran Cuaderno" de la escritora húngara Agota Kristof,
ambientada en la Europa de la II Guerra Mundial, donde se narra las aventuras y desventuras de dos
niños gemelos alemanes que hacen, sienten y piensan absolutamente igual. Al detonar
el conflicto bélico son trasladados por su madre y prácticamente abandonados a
la casa de la abuela, mujer semisalvaje que vive en una casa repugnante y
hostil, alejada de toda civilización y a la que la gente apoda la bruja.
Sumergidos en un ambiente tétrico y desolado, los gemelos se verán obligados a imponerse
un proceso de aprendizaje de subsistencia que consistirá en la fría y calculadora
ejecución de turbadoras pruebas que les permitirá “endurecerse” frente al
dolor, al hambre, a la humillación, al abandono, al orgullo, al abuso, a la
corrupción y a la muerte. Los pequeños crecerán, más unidos que nunca, hasta
convertirse en adolescentes, la abuela irá envejeciendo y enfermando, mientras
tanto la guerra seguirá asfixiando a los hombres y mujeres.
Paralelamente a
la innovadora, lúdica y cinematográfica puesta en escena, el elenco logra la
perfecta armonía entre forma y contenido. Dos categorías del arte que deben
mantener una estrecha relación dialéctica y que muchas veces, en especial en el
llamado teatro de “vanguardia”, no logra plasmarse por el exagerado acento que
los directores colocan a los aspectos técnicos, físicos y formales, por sobre
el contenido que en definitiva es lo que direcciona una obra artística. En este
caso, por suerte no ocurre así. El texto, las ideas y el discurso violento, constituyen
el soporte que permite al público entretenerse y luego reflexionar sobre los
valores que la sociedad está inculcando y urdiendo en los jóvenes. El espectador
fácilmente sigue las anécdotas de estos controvertidos jóvenes, sometidos a un
escenario de guerra que origina, entre otras consecuencias, muchas tensiones
relacionadas con la religión, el sexo, la explotación del hombre por el hombre
y la locura, en una sociedad cerrada e
intolerante.
Al margen de
los expresivos recursos escénicos magistralmente puesto en juego, me sorprendió
el interesante trabajo de dramaturgia
desarrollado por el colectivo. Recuerdo que hace un par de semanas a tras en
Santiago se efectúo la sexta versión del Festival de Dramaturgia Europea y en
este evento internacional los especialistas concordaron que hay profundas
diferencias entre los textos del teatro europeo y la interpretación chilena de
los mismos. Los dramaturgos y directores europeos- al igual como ocurre en la
cinematografía de ese continente- su mayor preocupación está en los argumentos
y en los conflictos interiores de los personajes. En cambio, las versiones
chilenas, enfatizan la corporalidad y priorizan el juego teatral, afectando a
veces el fondo de las realidades interpretadas. Esta inclinación responde a
nuestros propios patrones culturales, como también a cierta tendencia por el
snobismo escénico en algunos conjuntos jóvenes.
Personalmente estimo
que el teatro debe tener sustancia, una propuesta ideológica y una estructura
dramática inteligente. Este es un tema deficitario en el teatro local. Indudablemente
que nos faltan dramaturgos con oficio y profundidad humana. Por lo mismo, hay
que inventar instancias para formar y capacitar a escritores que se dediquen a
rescatar y revalorar un conjunto de tramas relacionadas con nuestra identidad
local, sucesos no sólo basados en nuestro pasado histórico (pampino y andino),
sino también vinculados con la nueva
cultura urbana.
Uno de los
retos para los teatristas es forjar nuevas creaciones que, al igual que Los
Gemelos, no dejen indiferente a quien las ve y que logren recrear, de manera
fresca y lozana, aspectos de nuestra cultura, a pesar que estos contenidos sean
aparentemente muy conocidos por la gente
de nuestro puerto.