TEATRO NO-PROFESIONAL
Iván Vera-Pinto Soto
Académico de la UNAP
A
comienzo del siglo XX, Luis Emilio Recabarren, fue el líder obrero que incubó
en la masa trabajadora el gusto por la literatura y el arte. Precisamente, en
1912, en el diario “El Despertar de los Trabajadores”, opinaba: "La libertad de pensar es un tesoro que sólo se conserva
gastándolo. La palabra escrita es la expresión del pensamiento. Así como el
cuerpo humano necesita alimentarse para conservar la existencia; así como las
plantas necesitan riego para vivir; así como también la inteligencia del ser
humano necesita alimentos para vivir y progresar. El alimento único de la
inteligencia es la lectura. ¡Leed trabajadores y seréis inteligentes y por la
inteligencia libres!". De esta propuesta se fundaron, entre otros grupos,
Arte y Libertad y Arte y Revolución.
Luego, en la capital, continuadores de este teatro social tenemos
a Nicolás Aguirre Bretón, Rufino Rosas y José Segundo Castro; quienes
igualmente tomaron partido por los obreros y los campesinos. A esta altura ya es posible hablar de un teatro que cuestionaba
no sólo la explotación del hombre por hombre, sino también la propia inmadurez
política de la clase trabajadora, que le impedía tomar el liderazgo en el anhelado
cambio social. Todos estos creadores toman el tema de la crisis social como el
núcleo dramático, teniendo en cuenta el sentido ético y la estética realista
que ellos mismos recrean.
Los
conjuntos se multiplicaron, exhibiendo obras escritas por asalariados o de
repertorio social español. En Santiago, en 1913, un
colectivo de escritores anarquistas crean la “Compañía Dramática Nacional” bajo
la dirección de Adolfo Arzúa Rosas, secundado por Manuel Rojas, José Santos
González Vera, Antonio Acevedo Hernández, el poeta José Domingo Gómez Rojas. Este movimiento popular creció rápidamente
en el norte y centro del país; pero, lamentablemente, bajo el gobierno de
Carlos Ibáñez del Campo (1927), fue perseguido y muchos de sus cultores
terminaron exilados y asesinados, trayendo consigo la destrucción del teatro
obrero. En 1932, con el presidente Arturo Alessandri Palma, se reinició la
normalidad institucional y se asimiló la lección de la movilización cultural de
los trabajadores; por ello se incentivó una actividad teatral controlada y
orientada por el régimen imperante.
Posteriormente,
en los años 40, aparecieron los teatros universitarios, tanto de la Casa de Bello como de la Universidad
Católica; grupos
no-profesionales que asumieron el desafío de hacer resurgir el teatro en Santiago
y en provincias. A partir del año 1955 el Teatro de la Universidad de Chile, condujo anualmente festivales de
teatro aficionados, tratando de revalorar el espíritu del teatro social. Estas
actividades se llevaron a cabo hasta 1968, luego los mismos conjuntos derivaron
en agrupaciones profesionales. Por el mismo año el Teatro de la Universidad Católica organizó el primer festival de estudiantes
y trabajadores. De este evento surgió la necesidad de organizar una convención
del teatro no-profesional y para el año 1969 se creó la Asociación Nacional de Teatro Aficionado de Chile (ANTACH).
En 1970,
ANTACH organizó el Primer Festival Regional de Teatro Popular en algunas
comunas de Santiago. Ese mismo período se generaron festivales regionales en
Coquimbo, La Serena, Antofagasta y otras ciudades. A fines de 1970, ANTACH llevó
adelante el II Festival Nacional de trabajadores y universitarios. En 1972 esta
organización se extendió a nivel nacional y se realizaron actividades
coordinadas en las principales ciudades nacionales. Todo este trabajo de
proyección teatral, fue acompañado de reflexivas jornadas, donde se capacitaron
a monitores, distribuyeron textos teatrales, se efectuaron análisis crítico de
la realidad chilena y se confeccionaron programas de apoyo para todos los
grupos aficionados del país.
Finalizado
el año 1972, ANTACH, contaba con 350 grupos afiliados, sin considerar los
grupos de teatros de los alumnos secundarios quienes tenían sus propias
dinámicas y canalizaban sus inquietudes artísticas a través del Departamento Extraescolar
del Ministerio de Educación. Cabe subrayar que todos los dirigentes de ANTACH
trabajaron “por amor al arte”; no eran funcionarios de gobierno ni recibían
sueldo alguno. Toda la inmensa labor que se hizo, con el apoyo de los
estudiantes, trabajadores y artistas, fue ejecutada con mucha mística y
compromiso social.