EL
OFICIO DEL ARTISTA
Iván
Vera-Pinto Soto
En
mi experiencia de hombre comprometido con el mundo de las artes he conocido y
también vivido en carne propia la precaria situación laboral de los artistas.
Partamos reconociendo que en nuestra sociedad difícilmente se valora como
trabajo la creación artística. Esta es una verdad que ha determinado la
condición casi marginal de muchos trabajadores del arte. Por otra parte, los
mismos artistas nunca hacen alarde de trabajar. Es más, los artistas ignoran
que trabajan y mientras más trabajan, menos lo saben. Para ellos su quehacer es
un compromiso con la invención, con la creación y ese complejo proceso no tiene
horarios ni espacios rígidos.
Un
creador no es un funcionario que cumple con normativas y procedimientos, que
llena formularios, que hace trámites administrativos, en fin todas esas
acciones que hacen los que dicen que están trabajando. El inventor trabaja
calladamente explorando, experimentando y recreando la realidad objetiva. Cada
cual tiene su método. También puede existir un artista que deje pasar largos
períodos sin hacer nada, es el momento que coloca en barbecho su invención y de
pronto un día se levanta iluminado por una imagen y con entusiasmo termina su
obra. Cuando esta invención tiene trascendencia y sirve para algo entonces su
esfuerzo se convierte en un trabajo de verdad.
El
trabajo artístico se realiza para crecer, el artista crece en el riesgo, en la
búsqueda de lo nuevo, en la crítica y en la ruptura de los dogmas existentes.
Por
ejemplo el espíritu del actor cuando trabaja concentrado fluye, se mezcla con
la realidad, esta realidad que aunque queremos concebirla estable en nuestra
mente, no la es, ella vibra y busca la perfección y los actores deben
sintonizarse en esa frecuencia para que el mundo vibre a través de su
interpretación.
De
allí la importancia y el significado del trabajo artístico, el cual supera toda
rutina mecánica, cotidiana y absurda. Sin embargo, por ignorancia o por
discriminación social este trabajo no es considerado como tal por la gente
común y corriente. Por eso muchos padres, aún en nuestros días, se espantan
cuando sus hijos, "infectados"` por el virus del arte deciden seguir
este complicado camino. En cambio a mí me parece genial que una persona dedique
su vida, su energía a lo que ama, a lo que lo apasiona y lo autorrealiza. Más
allá de las necesidades humanas básicas que todos esperamos satisfacer, hay
otras necesidades sociales superiores que son muy valiosas, una de ellas es el
desarrollarse plenamente como persona y profesional.
Tenemos
muchos casos históricos de artistas famosos que vivieron y perecieron en la más
completa miseria y orfandad. Al pasar los años, en algunos casos, la sociedad
ha reconocido sus méritos y talentos, aunque sea ya demasiado tarde.
El
oficio del artista es inestable y vulnerable, cualquiera le puede negar sus
dádivas y expulsar a la calle. Aún en nuestra época no goza de ninguna
prevención social, no tiene derecho a un sueldo digno y menos a un aumento
salarial. Sin exagerar diría que es un trabajo "invisible", el que
algunas instituciones lo convierten en una especie de adorno para llenar un rincón.
A
pesar de este panorama poco alentador, el artista con mayúscula supera todas
las limitaciones y persevera en su oficio porque tiene algo bueno por dentro
que lo obliga a convertir en realidad todo lo que imagina.