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DRAMATURGIA Y NARRATIVA DE LA MEMORIA
BLOG DE IVAN VERA-PINTO SOTO
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24 de Abril, 2011    General

ARTICULO: CIUDADANIA CULTURAL

CIUDADANIA CULTURAL

 

 

Con el paso del tiempo, hemos transformado nuestras conversaciones sobre el fenómeno cultural nacional en algo que se asemeja cada día más a un intercambio entre planificadores. Como si la cultura por la que vivimos fuese asunto exclusivo de burócratas, leyes, subsidios, convenios, proyectos concursables y designaciones internacionales.

 

Al respecto creo que es necesario cambiar el centro de la discusión, es decir debemos avanzar desde un discurso sobre temas como el de las políticas culturales, el papel del Estado y el mercado, el financiamiento de los agentes municipales y la institucionalidad cultural; hacia una visión de transformación a largo plazo de la vida pública en el ejercicio de una ciudadanía cultural.

 

Tal como afirma el sociólogo chileno José Joaquín Brunner, "la cultura tiene que ver con un orden de significados completamente distinto: en el fondo, tiene que ver con la capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas e innovar."

 

A este panorama agreguemos, dos ideas muy visibles: Por un lado, vivimos en una época de cambios rápidos y masivos, ésta es sólo una fase acelerada de la modernidad y, por otro lado, necesitamos revalorar la identidad y la cultura local por sobre la cultura transnacional y globalizadora.

 

En este contexto, la acción de los organismos públicos, creadores y actores culturales debería estar dirigida a reconquistar los espacios sociales y a reconocer las identidades colectivas. Es decir poner en relieve a los lugares donde el hombre vive y trabaja. Esto no significa renunciar a las zonas habituales de creación y difusión de la cultural local: universidades, colegios, centros culturales, etc.; sino más bien darle una “puesta en valor” al espacio comunicacional comunal, a la memoria social, a los lugares propios y reconocibles, y por ende, a la cultura popular-urbana.

 

Por lo mismo pienso que la Municipalidad, como el principal organismo comunal, debería centrar sus esfuerzos de inversión en la creación de casas de la cultura, las cuales podrían rescatar la experiencia social, fortalecer la teritorialidad, el sentido de pertenencia de los barrios y aminorar la ambigüedad cultural. Asimismo, estimo que la gestación de una infraestructura de esta naturaleza también permitiría superar la frontera que hoy existe entre la cultura "institucional" y la "popular", creando así un puente de intercambio y de osmosis.

 

En ese escenario, las instituciones deberán ser principalmente facilitadoras de este encuentro. Debemos entender que en la medida que se desarrollen mejor nuestros ciudadanos tendremos una cultura propia más sólida, más arraigada en su historia, más homogénea a lo que venga del exterior y con expresión de mejor calidad.

 

Hay que reconocer que esta cultura popular es la verdadera fuerza que puede permitir a los ciudadanos tener identidad, rumbo, proyecto propio, sentido a su vida, a su trabajo, al ocio, a la calle y a la ciudad.

 

Cultura artística y espacio público

 

Podemos apostar a ganador que las discutidas obras del paseo peatonal Manuel Baquedano-declarado el 25 de noviembre de 1977 como zona típica- concluirán promediando las próximas elecciones municipales. No obstante, al margen del proyecto arquitectónico, es indudable que aún falta una propuesta integral que ponga en valor el significado cultural de esta avenida y de otros espacios patrimoniales

 

Estimo que nuestro paseo debería constituirse en el epicentro de la cultura urbana. Desde allí podría articularse un enclave estratégico que comprenderían: el Teatro Municipal, el Palacio Astoreca, el Teatro Veteranos del 79, la Secretaría Ministerial de Educación, la Escuela Moderna de las Artes, la Galería de Arte Collahuasi, el museo de la Cormudesi, la Escuela de Arquitectura de la Unap, los talleres de los pintores, entre otros. De esta manera, la Plaza Prat y el paseo Baquedano podrían ser el centro de la vida comunitaria, el lugar de encuentro, de discusión, de la multiculturalidad, de la información, de la tolerancia, del juego, de la mutua ayuda y de la cultura.

Para que esta patrimonial calle haga historia tiene que poseer una sistemática y activa vida cultural, que incluya: galerías de arte, talleres artísticos, museo al aire libre, instalaciones de esculturas, bulevares, centros artesanales, escenarios de teatro infantil, pantalla de cine, librerías, auditorios musicales, centro audiovisual, artes electrónicas; y,  otras opciones lúdicas, deportivas y formativas.  Es decir, debería desarrollarse una oferta cultural amplia que cuente con todos los recursos de la ciudad para promover y diversificar el turismo cultural. Al mismo tiempo, debería  potenciarse la accesibilidad de los turistas a la oferta cultural de Iquique, para asegurar la continuidad de los flujos turísticos y la potenciación de la dimensión cultural en estas visitas.  

Con el crecimiento de la ciudad se ha vuelto necesario adecuar los espacios y hacerlos funcionales no sólo para exhibir el trabajo de los creadores; sino para ampliar la oferta artística y cultural y no reducirla solamente a los museos y galerías cerradas. Por lo demás está comprobado, en otras experiencias de gestión urbana, que esta practica puede favorecer la integración social y cultural de la comunidad. Esta estrategia consiste en incentivar todas aquellas iniciativas culturales que contribuyan a mejorar la cohesión social en la ciudad. Se estructura sobre la base de tres conceptos clave: igualdad, diversidad y sociabilidad. Esto significa que la cultura podría convertirse en un medio facilitador que permitiría la igualdad de oportunidades en el acceso al conocimiento y a las habilidades sociales necesarias en el contexto contemporáneo; debería basarse en el respeto a la diversidad y debería fomentar espacios y condiciones que permitieran el diálogo entre todos los habitantes. Recordemos que el sedimento cultural de la ciudad se expresa en elementos materiales –colecciones, museos, edificios, urbanismo, etc. – e inmateriales –formas de vida, uso de la calle, la fiesta, las tradiciones, etc. Por eso  debemos ser capaces de valorar nuestro patrimonio como la mejor garantía de expresar nuestra singularidad en un contexto cada vez más global. Para ello debería elaborarse un proyecto, con la participación de todos los ciudadanos, que incorpore el concepto ideal de ciudad que queremos: incluyente, solidaria, democrática, productiva, educativa, sustentable y ecológica. Esto a su vez implica la necesidad de destinar recursos, humanos y económicos, para llevar a cabo con estándares de calidad la gestión de este substancial proceso cultural, que podría convertir a Iquique en un eje muy atractivo para los ciudadanos y visitantes.

 

Cultura  y Universidad

 

En el actual escenario social estimo que las universidades deberán cumplir con el rol de  aportar conocimientos que contribuyan a la creación y difusión artística, en el desarrollo de las letras y las humanidades, en actividades de difusión cultural a través de sus centros y programas de extensión y, esencialmente, en la mantención de un clima de reflexión crítica y de análisis de nuestra realidad.

Es en el seno de la educación superior donde los jóvenes tienen una especial oportunidad de desarrollarse como 'personas integrales', entendiendo esta expresión como la capacidad de comprender la complejidad y diversidad de la sociedad en que se desenvuelven y en la que desarrollarán sus funciones profesionales o académicas en el futuro, así como la huella creadora y civilizadora de las generaciones precedentes.

Las instituciones de educación superior tienen, por tanto, la responsabilidad de proporcionar oportunidades para que los jóvenes tengan acceso no sólo a los conocimientos necesarios y al encuentro con diversas realidades sociales, sino también al ejercicio de una participación responsable y una apertura a la creatividad. Estas oportunidades pueden brindarse de diversas formas, de acuerdo a las respectivas misiones institucionales, pero el Estado puede estimular que se abran en las distintas instituciones.

Cultura y tiempo libre

Podemos definir el tiempo libre como aquel espacio propio en el que podemos realizar todos aquellos sucesos destinados a la diversión, al descanso, a potenciar la cultura, a superar los conocimientos, a estimular la vida y el bienestar social de la comunidad. Este lapso se traduce en la posible libertad que tenemos hombres y mujeres a decidir sobre aquel fragmento que está al margen del período obligatorio en el trabajo y en otros procesos sociales.

De lo antepuesto se desprende que la sociedad debe facilitar instancias para transformar el tiempo libre e un ocio útil, impulsando por ejemplo actividades culturales sistemáticas que se ocupen del tema. Entre estas acciones se encuentra el deporte, el arte, los juegos y las actividades recreativas en general. Es indudable que el deporte es un excelente ejercicio que tiende a expresar o mejorar la condición física y el bienestar mental de las personas. Por cierto hay que multiplicar diversos proyectos deportivos para todos los niveles y sectores de la comunidad.

 

Consecuentemente, hay que invertir en infraestructura pertinente, en profesores y en la valoración social de este quehacer. Lo mismo ocurre con el arte, está comprobado que es un valioso medio para lograr una integral correspondencia de las personas entre sí con la naturaleza. Consecuentemente, se hace muy urgente su incorporación obligatoria en la educación formal, de manera más intensa y metódica.

 

Considerando al tiempo libre como un derecho humano,  es relevante que el Estado ponga en práctica planes y programas educativos y sociales, con el propósito de optimizar esta materia. Al respecto el fomento de la recreación familiar ha sido una política pública que ha llevado a algunos países desarrollados a obtener efectos positivos en áreas tales como: la igualdad, el civismo, la democracia, el respeto por el tiempo de los demás, la disminución de la violencia, la cohesión familiar, el sentido de pertenencia a un grupo y en logros terapéuticos. Sin embargo, observamos que en nuestro contexto esta perspectiva es efímera y la razón es obvia. En países como el nuestro, existen otras tareas prioritarias, como son la lucha a la pobreza, los programas alimentarios, de empleo, de vivienda, educación, salud, etc. Por eso que en este terreno se improvisa, ignorando la sabiduría de otras experiencias en donde se propone que el tiempo libre suceda como una prolongación de relaciones sociales ya establecidas, en vez de un cambio encaminado verticalmente por organizaciones que obligan desplazamientos, horarios rígidos, contenidos de actividades, formas de participación, etc. Incluso se ha demostrado que algunas estrategias pedagógicas más espontáneas - como las tareas lúdicas - pueden también servir para materializar valores que engrandecen la vida de las personas. En otras palabras son recursos libres que ponderan la felicidad y el placer frente al tedio; la creatividad y la personalización frente al consumismo y la masificación; la sociabilidad y la comunicación frente al encierro y la soledad negativa; la actividad y el esfuerzo frente a la indolencia y la inacción; y, la justificada culturización frente a la vida escapista.

La labor es más compleja, va más allá de proyectar eventos institucionales estacionarios que indudablemente tienen su valor intrínseco y que ejercen una inmediata influencia en la percepción de las personas. No obstante, si queremos provocar cambios culturales sustanciales debemos imperiosamente que definir una filosofía del tiempo libre; revisar la legislación laboral en relación a la provisión de instalaciones de espacios de tiempo libre para los trabajadores; generar diálogos directos con los ciudadanos  para saber su percepción sobre el uso de servicios que atienden la necesidad; fundar conversatorios con los especialistas del tema; formalizar un catastro sobre los programas de tiempo libre para cotejarlos con la realidad ; y, reconocer la difusión que existe de los servicios.

CULTURA Y POLITICOS

 

Cuando se acerca r el tiempo de las elecciones municipales, parlamentarias o presidenciales todos los partidos políticos comienzan a proponer sus candidatos para ocupar los codiciados cargos oficiales. Ciertamente, nadie quiere quedarse en el patio trasero y por eso prometen sorprendentes programas que teóricamente podrían solucionar las principales dificultades que aquejan a la ciudad y por añadidura impulsar el desarrollo comunal. Nada de esto nuevo. El argumento del cuento siempre ha sido el mismo.

 

Es cierto es muy bonito hablar de cultura (¡Ah! la cultura) en la radio, en la televisión o en la reunión social y no darse cuenta de que los usuarios de la cultura son aún pocos. La mayoría de la gente no lee, no ve buenas películas en el cine y reclama si tiene que pagar por ver una obra de teatro o entrar a un museo, que cuestan menos que tomarse una copa en un lugar atiborrado un fin de semana por la noche. ¿Y por qué pasa esto? Básicamente porque no tenemos conciencia de la importancia que tiene cultura para nuestro crecimiento como personas. Hay muchos mal informados en nuestro medio que reducen la cultura a la existencia de algunos monumentos históricos, a un concierto de élite o a espectáculo populachero. Ni lo uno ni lo otro. La cultura es mucho más que esos eventos aislados. En términos amplios, la cultura es todo lo que ha producido el hombre en el proceso de su trabajo social. Tal como dice un amigo “Hay que gastar más en educación, la cultura viene después, casi solita”. Sí, tiene toda la razón. Hay que apostar por una educación para la cultura, partiendo de la formulación de un plan estratégico comunal. Cualquier ciudad moderna, que se precie de contar con un proyecto cultural capaz de actuar transformadora y eficazmente, imponiendo lo estratégico a lo eventual, necesita políticas pensadas e intencionadas a largo plazo; directrices que permitan adelantar acciones y anticipar los resultados en este ámbito. No obstante, en Iquique por largo tiempo las políticas culturales han quedado rezagadas del terreno municipal; han llegado tarde al debate político.

 

Pienso que la existencia de un Plan Estratégico Cultural, construido democráticamente por todos lo actores sociales, debería constituirse en el núcleo de la discusión, más aún en una ciudad como Iquique, donde la producción cultural es parte potencial de su identidad. Para implementar este soporte se necesita simplemente de la voluntad de políticos que estén interesados en la cultura y que no utilicen a ésta como publicidad del cargo.

Esta propuesta debería exceder el patrimonio de las bellas artes. Es decir, convendría trabajar con una idea dinámica de cultura que despliegue las múltiples capacidades de intervención en la conciencia ciudadana.

Sintéticamente aquí van algunas sugerencias que tal vez podrían aprovechar los  dirigentes que realmente tengan interés por el tema: Descentralizar la actividad cultural, con la creación de una “Carpa Cultural Itinerante”, sumado a una red de centros culturales poblacionales. Potenciar núcleos culturales, con la reinvención del Paseo Intercultural Baquedano, donde se conjuguen todas las manifestaciones artísticas. Inventar espacios para la exhibición de nuevas tendencias artísticas, mediante la fundación de un Centro Cultural Comunal. Fortalecer una política patrimonial, fundamentalmente, con la realización de productos turísticos y circuitos en el casco antiguo de la ciudad. Generar pequeñas industrias culturales, a fin de atender las dimensiones de producción, circulación y consumo en el mercado local y nacional.

PROPUESTAS

1. - La cultura no tiene fechas de celebración y designaciones especiales. Ella se hace todos los días en los lugares donde los trabajadores del arte y la cultura habitualmente producen sus creaciones. Por lo mismo, el  poner a la gente en contacto con la cultura debe ser un compromiso permanente del Estado y de todos los ciudadanos.

2. - Creo que es importante enfatizar en los procesos por sobre las actividades eventuales. Es decir si queremos a través de la acción cultural lograr un impacto social debemos ser capaces de elaborar programas sistemáticos que respondan a las reales necesidades de los cultores y el público. Evitando de esta manera caer en la tentación de hacer una variedad de espectáculos y actividades que sólo quedan al nivel de esparcimiento.

3. - En el contexto comunal tenemos tareas pendientes que debemos resolver urgentemente, por ejemplo: Potenciar las infraestructuras culturales locales existentes,  sean ellas municipales, universitarias, gremiales, vecinales y religiosas. Asimismo, crear programas de formación y perfeccionamiento en el ámbito sociocultural y artístico impartidos por las Universidades. Democratizar la cultura creando nuevos espacios de encuentro e intercambio cultural  en las juntas de vecinos, lugar de comunicación natural de la población. Incrementar la cantidad y la calidad de los servicios que brinda a la ciudad las bibliotecas públicas, archivos y museos, con el propósito de incorporar al ciudadano al mundo del conocimiento y el patrimonio cultural. Fortalecer  la capacidad de rescate, conservación y difusión del patrimonio cultural iquiqueño. En fin, insisto que en este campo tenemos que trabajar bastante; sin embargo no basta las declaraciones y análisis teóricos. Tiene  que existir decisión política fundamentalmente de las autoridades para  tratar el problema en sus aspectos esenciales, creando lineamientos a partir de las necesidades expresadas por gestores y actores en algunas instancias de participación.

 

 

 

Iván Vera-Pinto S. Agosto, 2007

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publicado por goliath a las 16:18 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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