Conmemoración
de masacre obrera en la Oficina Salitrera Coruña
Iván Vera-Pinto Soto
Antropólogo Social y Magíster en Educación
Superior
Hace 91 años atrás los obreros pampinos de las oficinas
salitreras de Tarapacá empiezan a movilizarse en torno a antiguas y justas
aspiraciones: solicitaban implantación de Ley Seca; jornada laboral de ocho
horas; reemplazo de las “fichas” y “vales” para la “pulpería” por dinero y
aumento salarial. Las huelgas de las distintas oficinas y campamentos obreros
desembocan en un paro general que se prolonga por ocho días en la provincia de
Tarapacá. Los amos del salitre solicitan una tregua para consultar a las oficinas centrales en
Inglaterra y Estados Unidos.
Todos estos preliminares sucesos ocurren a
consecuencia de la crisis del salitre que lleva a los empresarios a cerrar
alrededor de sesenta salitreras y a expulsar a los obreros y sus familias hacia
el sur del país.
Los obreros aceptan dicha pausa, sin embargo
los patrones solicitan a las autoridades de turno garantías para resguardar sus
intereses y el gobierno otorga “carta blanca” para que las fuerzas represivas
sofoquen el levantamiento obrero, utilizando la fuerza más despiadada.
Tarapacá y Antofagasta son declaradas en
estado de sitio y se designa como jefe de plaza al general De La Guarda. Fueron
allanados los domicilios de los dirigentes obreros y, una vez detenidos, son
embarcados a rumbo desconocido. Las listas negras en las oficinas circularon
con rapidez y muchos dirigentes desaparecen de la escena sin dejar ningún
rastro de sus paraderos. De esa manera, la “guerra sucia” había comenzado a
tejerse secretamente. Se clausuran los diarios “El Despertar de los Trabajadores”
y “El Surco”.
Los obreros organizados responden con un paro
de veinticuatro horas. A esa altura del conflicto, el gobierno de Arturo
Alessandri Palma, decide reprimir al movimiento con toda la furia oligárquica.
El general De La Guarda moviliza sus tropas de infantería y artillería, también
se despachan refuerzos desde el sur del país. Así, en la pampa, queda
enfrentados cara a cara un ejército bien armado contra una masa de obreros que
su única arma era la “conciencia de clase” que había alcanzado a fuerza de
injusticia y dolor.
En la madrugada del 4 de junio de 1925, las
autoridades de Tarapacá se enteraron alarmadas de lo acaecido horas antes en el
poblado de Alto San Antonio, ubicado al interior de Iquique, en plena pampa
salitrera. Un grupo de policías había intentado interrumpir la asamblea de la
Federación Obrera de Chile (FOCH), encontrándose con una sorpresiva resistencia
por parte de los trabajadores, quienes dispararon contra sus efectivos dando
muerte a dos de ellos.
Era el preludio de una masiva insurrección
que estremeció a todo el desierto tarapaqueño durante una semana y que tuvo
como escenario principal la oficina Coruña. En ese marco de efervescencia, de
movilizaciones y tensión, los obreros de
Coruña, con el dirigente anarquista Carlos Garrido como conductor del
levantamiento, se apropiaron de las instalaciones del lugar, especialmente de
la administración, el polvorín y la “pulpería”, encontrando en esta última
dependencia la oposición armada del administrador, quien fue ultimado por los
trabajadores radicalizados.
Al llegar la tropa a Alto San Antonio a cargo
del comandante Acasio Rodríguez, que ordena marchar contra las oficinas tomadas
por los trabajadores. En una contienda desigual, los numerosos regimientos de
infantería, caballería, artillería y marinos coparon la pampa y procedieron a
la masacre de los obreros y sus familias.
En la tarde del 5 de junio la oficina Coruña
fue bombardeada por el regimiento Salvo durante más de una hora y luego las
metrallas del Lynch, la infantería del Carampangue y la caballería del
Granaderos se encargaron de sepultar el alzamiento obrero. Al otro día, frente
a las tumbas cavadas en el desierto, siguió el macabro “palomeo” con todos los
sobrevivientes y los prisioneros.
La masacre de Coruña, lamentablemente, no fue
la única ni la última que enlutó al movimiento obrero chileno, la historia da
cuenta de otros hechos terribles que cíclicamente han marcado nuestra
conciencia nacional. Sin embargo, hay que poner en relieve que el levantamiento
de los trabajadores en esta oficina no sólo marca el paso de una lucha
reivindicativa, sino también hay que interpretarlo como un embrionario
movimiento político revolucionario, puesto que esos hombres y mujeres se
alzaron y enfrentaron a las fuerzas represivas, anhelando una sociedad mejor,
más justa y solidaria para todos los pobres de esta parte de la tierra.
La masacre de Coruña, fue el último genocidio
del orden oligárquico-parlamentario y la primera del naciente populismo, guio a
la fórmula PC-FOCH a una etapa distinta, en donde las definiciones políticas e
ideológicas comenzarían a primar mucho más de lo que pesaban en 1925, lo que
marcaría un progresivo distanciamiento de sus praxis “economicistas”.
En definitiva, Coruña se convirtió en una
señal de advertencia para el movimiento obrero en el resto del país: los
cambios que se estaban produciendo en Chile no implicaban que se toleraría o se
sería benevolente ante una explosión de demandas sociales. Es decir, Coruña
actuó como paradigma de lo que no debían hacer los trabajadores.
Hoy, las nuevas generaciones, deben saber y
no olvidar estos hechos luctuosos ocurridos el 5 de junio de 1925 para
reflexionar sobre las razones que llevaron a la radicalización del conflicto
social en el país, contexto esencial para comprender las masacres que
ocurrieron en nuestro Norte Grande en los inicios del siglo pasado. Hoy,
debemos destacar era el verdadero carácter del movimiento popular pampino y
cómo su realidad se vinculaba con la de los trabajadores organizados a nivel
nacional, para superar cualquier actitud contemplativa y melancólica que
habitualmente decaen estos acontecimientos de otrora.
Hoy, más que nunca, debemos develar esta
experiencia histórica para despertar conciencia, para superar la pasividad social
que está sumergido un considerable segmento social en nuestro país, para
desenmascarar los discursos neoliberal y social demócrata que obstaculizan y
frenan la lucha contra la opresión del actual sistema mercantilista y
globalizador, disfrazada en mil máscaras (tarjetas de créditos, tecnologías,
modas extranjerizantes, créditos usureros, dominio de los medios de
comunicación masiva y la tecnología, entre otros.) que sigue con su dominio
ideológico, político y económico asfixiando a los trabajadores nacionales.
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