POR AMOR AL
TEATRO
Iván Vera Pinto
Soto
Académico de la
UNAP
Dicen que el amor para que crezca y sea duradero hay que
alimentarlo, día a día, con comprensión, cariño y dedicación. Que para que no
sea una flor de un día y pueda trascender en el tiempo, hay que regarlo, podarlo
y darle nuevas nutrientes; tal como lo hacemos con nuestro jardín.
Este argumento tiene pertinencia con el arte teatral,
una de las manifestaciones de la conciencia social de los hombres y mujeres que
traduce, con mayor vitalidad y verdad, nuestra vida y pasiones. Exactamente, es el amor, esa mágica
y extraña energía - muy difícil de definir con palabras - la que impulsa a los
teatristas “militantes” (léase aquellos que trabajan por vocación o por
convicción) a escribir, interpretar y recrear historias que suceden en nuestra
realidad o en la esfera de la ficción.
En esa lógica, en el último tiempo, me he dedicado a
escribir un par de propuestas escénicas que hablan del amor y el odio agazapado
en nuestro territorio. Historias personales que espero se conozcan
públicamente, para que los espectadores y lectores las disfruten, porque esa es
la razón de este ser del oficio.
Escribir y representar en el teatro es, sin duda, un
acto de amor; una experiencia etérea que nos hace aumentar la sensación
maravillosa de estar vivo y de no doblegarnos a la pasividad social que muchas nos
obliga el actual sistema de vida. Por lo demás, sabemos que una imagen teatral
estéticamente bien plasmada en el texto o en la escena, vale más que mil
palabras o un rutinario discurso político. La imagen teatral hace pensar y
sentir al público, le genera contradicciones y devela gran parte de sus
emociones escondidas o adormiladas por la inercia. En el fondo, lo revive,
haciéndole percibir que su sangre y sus ideas fluyen como las aguas de un río torrentoso
por su cuerpo.
Quienes sentimos amor por este quehacer y estamos
comprometidos con algunas temáticas sociales, sabemos que lo que hacemos no tiene la intención de ganar notoriedad o
el halago social, menos en una región que, como si fuera poco, sigue
desvinculada artísticamente del país. Por el contrario, asumimos el teatro como
nuestro rol, medio, herramienta o arma que puede coadyuvar a los pequeños o
grandes cambios sociales que aspiramos para nuestra comunidad.
Hacer teatro “en serio” (pagado o no pagado) es sencillamente
amor puro y real, como aquel que demuestra el octogenario dramaturgo nacional Sergio
Arrau, aún vigente en el Perú o el que describe Oscar Castro en su obra “Por mi
amor al teatro” o aquel que profesó hasta
su despedida nuestro “Willie” Zegarra. En el fondo es un amor heredado, no se
si de los dioses griegos o de los padres del teatro obrero en el norte de
Chile; pero si estoy seguro que viene en nuestros “genes sociales” y que luego,
con estudio, trabajo y experiencia, adquiere vuelo propio en ese mundo escénico
abierto a la imaginación y la utopía.
Comprendo que el amor tiene infinitas modulaciones,
intensidades y variedades; de la misma manera, el teatro, debe dar cabida a disímiles concepciones,
visiones y estilos, todas válidas si se cultivan con amor y belleza. En esa
perspectiva, es necesario crear y crear,
todos los días, a toda hora, bajo o sobre un escenario, con apoyo institucional
o en forma independiente, porque ese es el verdadero acto del amor en este
oficio.
A propósito del reciente Día Mundial del Teatro que se
celebró en diversas latitudes, menos en Chile, porque tenemos la mala costumbre
de poner nuestras propias fechas de festejo; puedo aseverar que los que han optado
por este camino creativo como forma de vida, no pueden ni deben “bajar la
guardia”, “jubilarse” o divorciarse de la escena. Al contrario, la creatividad
y el amor por el teatro debe alimentarse con nuevos desafíos, debe
reinventarse, tal como lo están haciendo las jóvenes agrupaciones surgidas recientemente
en la ciudad y las antiguas (cada vez menos) que aún mantienen temporadas
permanentes. Parafraseando al maestro Pedro de la
Barra, quienes persisten en el teatro háganlo “por amor al teatro y
por amor a lo que hacen los demás”.