AL MAESTRO CON CARIÑO
Iván
Vera-Pinto Soto
Quién no
recuerda la película “Al Maestro con Cariño”, que en el año 1967, protagonizó
el actor negro Sindey Poitier, en donde no pocos dejamos caer algunas lágrimas
por la incomprensión de alumnos y padres de familia que se burlaban de un
profesor idealista, pero que al final su inestimable labor fue reconocida en
plenitud. Fue en la misma década que tuve la fortuna de conocer a un verdadero
“Quijote” de las artes escénicas; su nombre Jaime Torres, un profesor
normalista que dedicó su vida al teatro.
Hasta hoy
permanece en mi memoria emotiva la voz profunda y articulada que Jaime emitía
con su personaje en un radioteatro denominado “La
Pareja Dispareja“; una divertida comedia que contaba con el constante apoyo de Cecilia
Millar, su fiel compañera de toda una vida. De esta manera, gracias a la magia de la radio,
tuve mis primeros contactos con ambos maestros, quienes por muchas décadas
fueron guías en la formación de incontable gente de teatro iquiqueña, algunos
de los cuales continúan hasta nuestros días sus sendas.
Al llegar los años
70, por azares de la vida, me convertí en miembro de la Agrupación
Teatral
Iquique, elenco que dirigían ambos artistas. De ahí hasta 1973 compartimos
actuaciones e ideales en diferentes obras, tales como: “La
Cantata de
Santa María“, “ No Sólo de Pan Vive el Hombre”, “ A mí me lo Contaron “ y otras
piezas escénicas que se proyectaron en los barrios y en localidades del
interior de nuestra ciudad.
Luego, debido a la
crisis institucional que vivió el país, me vi obligado a emigrar a otras tierras,
dejando de ver a estos inestimables amigos y pilares del teatro iquiqueño. Sin
embargo, el destino nos vuelve a unir en 1979; precisamente cuando al regresar
a mi terruño fundo el Teatro Expresión, bajo el alero de la Sede Iquique de la
Universidad de
Chile. En 1984, Jaime y Cecilia, sin mediar ninguna otra condición que el amor
al teatro, se convirtieron en mis mejores colaboradores de la flamante compañía
universitaria Cinco años permanecieron en el elenco brindando con generosidad
sus talentos y experiencias humanas, sin exigir ninguna retribución económica a
la Casa de Estudios.
Pasó el tiempo, Jaime,
jubiló de su trabajo, pero, nos consta, que nunca lo hizo de la vida. Por
largos períodos, con tesón y entusiasmo, continuó desarrollando profusas
iniciativas artísticas en diversas instituciones públicas y privadas. A pesar
de las incomprensiones y de la soledad que suele reinar la vida de los artistas
maduros; Jaime, no se dejó doblegar, por el contrario, persistentemente lo redescubrimos
en variados escenarios manifestando su
desprendida sonrisa y su noble humildad.
Sin temor a
equivocarme, Jaime Torres, es un “loco creativo” y un portavoz del legado
teatral de Luis Emilio Recabarren. Es un
trabajador del teatro que posee los más altos méritos para ser reconocido por
todos los iquiqueños como hijo ilustre
de nuestra tierra y una figura emblemática de la escena regional.
Parafraseando a la
cantante Lulú, quien en el tema central de la película nos decía: “Ni la luna,
ni el cielo ni el mar siquiera lo podrá igualar”; Jaime Torres, no tiene comparación escénica, porque como
todo artista con mayúscula se creo a sí mismo por el amor, la pasión y el compromiso
social con el tiempo y el espacio que le tocó develar.
Lamentablemente,
en estos días, yace muy enfermo en el Hospital Regional y como es natural en
todo ser humano que pasa por esos tristes momentos, requiere del afecto de sus
colegas y de la gente que lo conoció interpretando personajes que nos hicieron
reír, emocionar y reflexionar. Sinceramente, sus discípulos y las personas que
lo estiman de corazón, desean que pronto vuelva a brillar en el tinglado de la
vida su figura ejemplar, libre y auténtica; aquella personalidad escénica que
sugestionó a muchas generaciones.