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(Lengüeta portada)
Teatrista empedernido y creador obsesivo. Iván Vera-Pinto Soto (1956),
constantemente está explorando nuevas facetas del arte escénico. Actor,
director teatral, dramaturgo, gestor cultural, columnista de diarios,
productor artístico, guionista de teatro infantil, conductor de programas
radiales y televisivos, administrador de centros culturales, educador activo y
académico de la Universidad Arturo Prat de Iquique.
Vinculado a la escena del teatro regional de Tarapacá desde la década de los
70 y dedicado a escribir literatura dramática, de manera sistemática y
fecunda, a partir del año 2007.
Gran parte de su labor teatral la plasma en la creación y dirección del
Teatro Expresión (1979), en la ciudad de Iquique, con más de ochenta
montajes a su haber de obras nacionales, latinoaméricas y contemporáneas.
Su aporte a la escena regional es reconocida el año 2007 con la distinción del
Premio APES, otorgada por el Círculo de Periodistas y Críticos de
Espectáculos de Chile.
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Lengüeta (contraportada)
Otras obras publicadas por el autor
· “Coruña, la ira de los vientos”, 2007
· “Bolero de Sangre”, 2008
· “El último cuplé del emperador”, 2008
· “La siniestra historia del señor De Lara”, 2009
· “Testimonios del Teatro Expresión:30 años de pasión”, 2009
· “La Pasión del Sastre”, 2009
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A mis nietos Máximo e Ignacio
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Por el apoyo a esta creación, mis infinitos agradecimientos a: Miriam
Salinas, Jeannette Baeza, Lautaro Cáceres, Jaime Cevallos, Guillermo
Jorquera y Manuel Alejandro Sánchez. Y, especialmente, a Pepino, ese ser
alado que personifica la espiritualidad, el pensamiento más bello, la
imaginación, la creación, el amor y el vuelo de los sueños compartidos en un
acto de vida.
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En tiempos Revueltos
(A manera de prólogo)
En tiempos revueltos, mueren, nacen y renacen; héroes, ideales, tendencias,
artes, filosofías y formas de ver la vida que, al parecer tienen una
trayectoria cíclica.
Es lo que podemos vivir en estos personajes que el autor recrea, para
mostrarnos no sólo sus épocas - todas distintas - sino también sus
pensamientos, sus necesidades, sus amores; sus poesías, sus anhelos; sus
locuras, sus fantasías y sus frustraciones.
Sin embargo, a pesar de que todos vivieron en países y tiempos distintos, la
simbología utilizada tiene, prácticamente, una sola plataforma; la miseria,
el hambre, la lucha social y la discriminación.
Los tiempos revueltos hacen que estas obras no estén presentadas
cronológicamente, de tal forma que podemos revivir, primero el Golpe de
Estado en Chile, en el año 1973, y la Guerra Civil Española, para finalizar
con el fatídico nazismo hitleriano.
Por esta razón, el autor nos lleva a conocer, en su primera obra, un onírico
diálogo entre Federico García Lorca (05/06/1898 – 19/08/1936) y Víctor Jara
(28/09//1932 – 16/09/1973) que “llegan con tres heridas”: la del amor, la de
la muerte y la de la vida.
Posteriormente, en un esperpéntico monólogo de dolor y “delirio”, nos
traslada a la miseria del hambre, a la miseria del hombre, a la miseria de la
vida que caracterizó la época del Führer, y que Knut Hamsun, (04/08/1859 –
19/02/1952) - Premio Nobel de Literatura 1920 – resolvió apoyar, costándole,
entre otras cosas, la locura y el olvido de su natal Noruega.
Sin embargo, no son obras de relato fácil, ni de escenas de reproducciones
históricas; más bien soslayan el pasado para dejar en la luz al hombre, a su
verdad, a sus miedos, a sus amores y a su creación artística.
Federico y Víctor viven una explosión de poesía y canto, una lírica sensual -
expresiva y dramática - y un canto popular, de compromiso y combativo. Es
un juego de reconocerse en sus obras, de descubrir sus identidades y
conjugar sus ideales y anhelos políticos.
Es un encuentro con la verdad; es un repaso de sus violentas muertes; es la
oportunidad de recordar a Vicenta y a Amanda. Es reutilizar el Teatro del
Guiñol de Federico para, cual marionetas, retomar la vida para volver,
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volver, para volver cantando el poema de Miguel Hernández: “Llegó con tres
heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”…..
Y el delirio final, la otra pieza de esta edición, es eso: un delirio tremendo,
con los símbolos de la miseria, fundamentalmente de el hambre que recorre
toda la obra, como también la recorre la historia del hombre que la inspira,
Knut Hamsun, - que por su adhesión al nazismo - su grandeza y sus libros
se perpetuaron en la historia, para maldición del hombre y para la bendición
de su obra.
Iván Vera Pinto, con su pluma nos conduce por estos caminos mágicos del
teatro, con dos historias de ficción, pero que pronto se descubre que ambas
están enraizadas en la historia de la humanidad, en la historia del hombre,
hacedor y ejecutor de tiempos revueltos.
Guillermo Jorquera Morales
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Vida, amor y muerte
Existe en las presentes obras un hecho extraordinario; hay en ellas una
clara evolución tanto del estilo como de sensibilidad artística del autor.
Evolución que puede percibirse ya gestada en su anterior obra (La Pasión
del Sastre), en la cual la interioridad y los sentimientos más profundos del
dramaturgo, Iván Vera-Pinto, se plasman en los sufrimientos y reflexiones
de sus personajes, configurando esto la verdadera esencia de la obra, mucho
más que la reivindicación de las luchas sociales y el deseo de expresar la
eterna injusticia en la historia de nuestra nación. Aquel deseo de transmitir,
mediante las artes escénicas, las injusticias de nuestra historia ha pasado
aquí a un segundo plano(sin extinguirse del todo), para dar paso a la
reflexión más profunda de la realidad interior del hombre, de su ser, de su
esencia, y presentando al arte, al amor, a la muerte, como inseparables y
trágicos compañeros de baile. Es por esto, que las obras se develan aún más
maduras que las anteriores del autor. Son obras que han sobrepasado lo
íntimo, y llegan a una reflexibilidad y profundidad desbordantes.
El prisma es ahora desgarrador y crudo, pero incansablemente poético y
bello. La referencia hacia un arte de compromiso vital sigue constante en la
obra del autor, pero ahora ha adquirido un halo más oscuro y corrosivo. La
muerte y la soledad se enseñorean en ambas obras, la sociedad como una
entidad fría y distante, como un artífice de la soledad y la incomprensión
entre los hombres. Como fragua de la intolerancia y el absolutismo. De esta
manera, los personajes de una de las obras (Víctor y Federico) son espectros
deambulando en un vertedero al cual han sido arrojados. Así, prácticamente
desnudos y sólo armados con su arte, y su pasión por el mismo se
encuentran solos en un mundo sombrío y amenazante. Mediante el arte se
entenderán y darán ánimo; mediante la fuerza y la pasión que el arte generó
en sus vidas intentarán encontrar su propia identidad en la muerte, en el
eterno silencio de su inmortalidad. También nosotros, los lectores,
encontraremos una poderosa reivindicación de las formas más simples y
apasionadas de expresión artística, aquellas obras, sentimientos y
realizaciones que no pueden ignorarse, y por las cuales se llega a entregar la
vida. Estos dos poetas de las pasiones humanas encontrarán sus similitudes
al estar sometidos al silencio aislante y el pesar de transitar por la
existencia “heridos de tres formas”.
El vacío, el hambre y el aislamiento se hacen aún más potentes en la
segunda obra, protagonizada por un hombre sin nombre, sin edad, solo y
hambriento. Los temas se repiten en esta obra inspirada en la novela de
Knut Hamsun; “Hambre”. Aquí observaremos la relación de un hombre, (si
no es del hombre mismo), con el vacío y la vacuidad de la existencia. Sólo
personajes imaginarios le acompañan, sólo su pasión por el arte, por su arte,
y su incesante hambre lo azotan, le hacen “vivir”. En esta obra nos
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encontramos, además, con las contradicciones de las pasiones desbordas, con
delirios fascistas y absolutistas albergados en el corazón de un artista
incomprendido, solitario y hambriento.
Ahora bien, ¿a qué se enfrenta el personaje con un hambre incesante? ¿Qué
es lo que le hace odiar la sociedad, aislarse de los individuos y convertirse él
mismo en el vacío que le consume? ¿Es que acaso está buscando su identidad
mediante la aprobación de los otros, de aquellos que forman parte de la
sociedad que tanto desprecia?
Escénicamente, las obras también representan un notorio cambio y
evolución de estilo. Ahora persiste un minimalismo en el número de
personajes, mientras que el escenario, junto con la iluminación y el
decorado, forman un ambiente opresivo y envolvente que centra la acción en
las reflexiones y pasiones de los diálogos. Claramente, la mirada del autor se
ha vuelto mucho más introspectiva, individualista y sombría. Paradójico, al
considerar que las obras han sido redactadas durante el soleado verano de
una bella ciudad costera como es Iquique. Pero muy consecuente, cuando
consideramos que el arte reacciona ante el ambiente, ya sea para llamar la
atención y rescatar la memoria histórica perdida (como en anteriores obras
del autor) como en este caso, cuando la creatividad y la poesía de las artes
escénicas llevan a poner la mirada en lo más profundo y doloroso de las
pasiones artísticas.
Sin embargo, que no se cometa error alguno; las obras presentadas no
dejarán al lector (o a la audiencia) desesperanzados, sino que le
demostrarán cómo la energía y pasión del arte está presente en todo, en la
vida, en el amor y en la muerte.
Manuel Alejandro Sánchez
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Palabras alabras del Autor
En la época de los 70 los históricos acontecimientos que sucedieron en Chile
remecieron mi conciencia, dilataron mi corazón y ensancharon mis pupilas.
Fue en ese escenario que comenzó a germinar en mi ser un genuino
sentimiento social y una militante pasión teatral. En esa convulsionada
década, descubrí la poesía de Federico García Lorca y el canto de Víctor
Jara. Dos ángeles maravillosos que se clavaron en mi pensamiento para
siempre e inyectaron en mis venas sus torrentes de lunas y palomas.
Federico y Víctor; ambos fueron genios y juglares; los dos murieron a manos
de un despotismo sin capacidad sino para la muerte; y respecto de estos
pares la historia exige que se haga justicia. Uno y otro, en su particular
espacio del tiempo, se levantaron como afluentes de un mismo río
humanista que los condujo de la vida a la trascendencia universal.
En el presente, cuando ya he vivido más de medio siglo, renace en mí el
ferviente deseo de brindar, a través de la escritura teatral, un abierto
tributo a estos artistas que marcaron la piel y la conciencia de muchos
hombres y mujeres que aún creen en la utopía social, a pesar de vivir en un
mundo mercantil, escapista e impregnado de preocupaciones insustanciales.
Roque Dalton, poeta salvadoreño, decía en uno de sus versos: “A nada temo
sino a la cobardía / nada me hace llorar sino el amor”. Esa expresión define
fielmente las posturas creativas de Federico y Víctor, quienes mediante la
poesía y el canto mantuvieron incólumes sus idearios y llenaron de amor sus
universos para enaltecer la vida y liberar a los desposeídos de la tierra.
“Llegó con Tres Heridas”, es una pieza escénica que pretende poner de
relieve las cualidades humanas, las contradicciones vivenciales, las
doctrinas, las absurdas muertes, y las grandezas de estos dos íconos
artísticos de la cultura contemporánea que conquistaron la paz, cuando sus
cuerpos aún respiraban vida.
Desde lo espectral y siniestro, estos dos emblemáticos asesinados y
desaparecidos fraguan su “regreso” a los brazos de sus madres; con este
propósito utilizan sus voces y energías, transformando en llamas el
sepulcral silencio de la noche.
“Mutilados de noche nos fuimos y con las fauces luminosas del crepúsculo
volveremos”, es el mensaje latente que surge desde un vertedero, y que se
propaga por los cuatro vientos, a pesar que los sectores de poder se niegan a
escuchar, porque es un reclamo que cuestiona su “orden” establecido.
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La otra obra de este volumen se titula “Delirio” y está basada en la novela
“Hambre”, del premio Nóbel de literatura (1920), Kunt Hamsum. El
argumento original se sustenta en la historia de un escritor que no tiene
nombre, no tiene edad, no sabemos nada de su origen o de su familia. Es un
hombre que vive en el anonimato, luchando contra la hostilidad de una
sociedad, como la que habitamos.
Un mundo actual donde el individuo siente con más fuerza su soledad en
medio de la masa, y donde, si queremos comprender a la persona, habremos
de prestar atención, como el propio Hamsun enunciaba, a los "secretos
movimientos que se realizan inadvertidos en lugares apartados de la mente,
de la anarquía imprevisible de las percepciones, de la sutil vida de la
fantasía que se esconde bajo la lupa, de esos devaneos sin rumbo que
emprenden el pensamiento y el sentimiento, viajes aún no hollados, que se
realizan con la mente y el corazón, extrañas actividades nerviosas,
murmullos de la sangre, plegarias de huesos, toda la vida interior del
inconsciente"
Los breves pasajes seleccionados de la novela se fusionan con los
contradictorios antecedentes de vida de Hamsum, quien - en las
postrimerías de su existencia - abandonó su firmamento poético para
incursionar en el drama mundial. Basta recordar que al concluir la Segunda
Guerra Mundial, este premio Nóbel fue juzgado y condenado por su abierto
apoyo al régimen de Hitler.
El mismo día en el que recibió la sentencia que lo despojaba de todos sus
bienes, y lo recluía a vivir en un psiquiátrico, ese anciano de ochenta y
nueve años, en su último libro, “Por las Sendas donde la Hierba Crece”,
escribió: “San Juan 1948. Hoy el Tribunal Supremo ha emitido el veredicto y
yo pongo punto final a mi obra”. Hasta ahí llegó este escritor noruego que
cambió la literatura de su época y el político juzgado por traición a su patria.
Al dar a luz estas nuevas producciones literarias, se confirma en mí la
hipótesis que el teatro es uno de los más efectivos medios que nos permite
indagar en la historia y atribuir valor a artífices que dejaron imborrables
huellas en su paso por las diferentes épocas y espacios que les
correspondieron vivir. Protagonistas que, en este caso, siguen
inexorablemente vivos en la memoria emotiva de sus pueblos, ya que sus
conmovedoras subjetividades, acciones e invenciones aún remecen la moral
social de muchos hombres y mujeres de la sociedad posmoderna.
Confieso que para el autor será doblemente emocionante cuando sus hijas
tengan la posibilidad que otros las vistan de carne, las caractericen y les
permitan hablar con las palabras que aprendieron de la boca de su
progenitor. Así, en la fugaz escena teatral, las historias literarias
desplegarán sus alas, adquiriendo trascendencia y vida propia.
El autor.
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“El tirano muere y su reino termina. El mártir muere y su reino comienza”
Sören Kierkegard
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LLEGO CON TRES HERIDAS
“Mutilados de noche nos fuimos y con las fauces luminosas del crepúsculo volveremos”
De Iván Vera-Pinto Soto
Personajes
Federico: 38 años
Víctor: 41 años
(Al levantarse el telón, se observa un vertedero surrealista, lleno de
escombros. Sobre una plataforma derruida, hay un estanque colmado de
agua pantanosa. En el tercer plano, formando un desigual cerco, hay unos
sacos de cal. Algunos de ellos están rotos y el material está regado por el
piso. En cualquier lugar, hay un estuche de guitarra descompuesto y una
maleta antigua. El ambiente es frío y azul. Mimetizados con la basura,
yacen dos cuerpos desarticulados. Ambos visten de manera andrajosa, sin
embargo, con cierto aire de dignidad. Sopla un suave viento nocturno. Con
dificultad comienzan a erguirse ambos personajes, hasta colocarse de pie.
Palpan sus extremidades superiores, pechos y rostros. Luego ordenan su
vestuario. Finalmente, dirigen, concentrada, su mirada al vacío)
VICTOR: ¡Exhalo el maternal aroma de tus manos!
FEDERICO: ¡Percibo las siluetas de tus cabellos!
VICTOR: ¡Escucho tus cálidas palabras!
FEDERICO: ¡Siento tu amor tan grande como el infinito!
VICTOR: ¡Despierto a tu perpetuo llamado!
FEDERICO: ¿Cómo vuelo a la soberanía de tus sueños?
VICTOR: ¿Cómo aquieto tus susurros de congojas?
FEDERICO: ¿Cómo me hago sentir en tu nacarada conciencia?
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VICTOR: ¿Cómo transfiguro tus versos lastimeros?
FEDERICO: ¿Cómo arranco esa espada que traspasa tu alma?
VICTOR: Estás en algún sitio, desconcertada y sin habla.
FEDERICO: Buscándome desesperada.
VICTOR: Bloqueada por signos y dudas.
FEDERICO: Contemplando mis cotidianas pertenencias.
VICTOR: Golpeando cientos de puertas cesadas.
FEDERICO: Ordenando tus sueños y olvidos.
VICTOR: Y preguntas sin cesar… ¿Dónde está la sangre de mi sangre?
FEDERICO: ¿Dónde estamos?
VICTOR: ¿Dónde están nuestros cuerpos?
FEDERICO: Están en algún sitio / nube o tumba / están en algún sitio /
estoy seguro / allá en el sur del alma / es posible que hayan extraviado la
brújula / y hoy vaguen preguntando / preguntando / dónde carajo queda el
buen amor / porque vienen del odio.1
VICTOR: Somos cinco mil/ ¿Cuántos somos en total en las ciudades y
en todo el país?/ Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen
andar las fábricas/ ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico,
dolor, presión moral, terror y locura!2
(Los dos hombres cruzan sus miradas y luego se estrechan en un abrazo
fraterno. Se separan y conversan directamente)
FEDERICO: No quiero verla llorar; no deseo verla sufrir. Deseo que sonría
en cada amanecer.
VICTOR: Esta noche debemos abrazarlas con la luz que tiene horizontes.
FEDERICO: Aquella que pocos ven, como la estrella fugaz que cruza el
firmamento.
VICTOR: Antes que los rayos del sol iluminen este despreciable vertedero,
debemos brindarle el bálsamo a sus corazones rotos.
1 Mario Benedetti
2 Víctor Jara
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FEDERICO: Mutilados de noche nos fuimos y con las fauces luminosas del
crepúsculo volveremos (Observa detenidamente al cielo)
VICTOR: ¿Qué miras?
FEDERICO: La luna, mi fiel compañera.
VICTOR: ¿Te atrae mucho, no?
FEDERICO: Me hechiza. La luna para mí es todo: muerte, erotismo,
esterilidad y belleza.
VICTOR: (Melancólico) Para mí la luna es siempre muy linda y el sol muere
cada tarde… Te contaré que cuando la miro, recuerdo el rostro de mi padre
como un hueco en la muralla, sábanas manchadas de barro, piso de tierra.
Mi madre, día y noche, trabajando; llantos y gritos.
FEDERICO: Cuando la observo, una luz espectral ilumina toda mi vida y
enciende mi pasión. Siento que cuando sale la luna se pierden las campanas
y aparecen las sendas enigmáticas… (Se ilumina en su rostro una expresión
infantil) Te propongo algo…
VICTOR: ¿Qué cosa?
FEDERICO: ¡Juguemos!
VICTOR: ¿Jugar?
FEDERICO: ¡Persigamos como niños a la luna! (Federico corre alegre por el
espacio) ¡Vamos, corramos juntos!
VICTOR: ¿Cómo podríamos jugar en este inmenso mar de basuras y
desesperanzas?
FEDERICO: (Insiste) Tenemos que reavivar nuestra alegría quebrantada.
VICTOR: ¿Qué somos ánimas, fantasmas, almas en pena o un NN?
FEDERICO: Somos energías de hombres y mujeres sin voz… ¡Vamos!
¡Juguemos!
VICTOR: (Ríe) Eres como un chiquillo muy divertido.
FEDERICO: ¡Anímate! (Tira de la mano a Víctor)
VICTOR: Está bien, está bien… Seguiré tu juego.
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FEDERICO: (Entusiasmado) A ver ¿Quién brinca más alto y alcanza la
luna?
(Federico corre dando saltos al cielo; Víctor ríe y se entusiasma lentamente.
En un momento, ambos corren igual que niños - libres y lúdicos - entre
medio del basural. Luego se detienen satisfechos y se quedan en silencio,
contemplando el entorno. Finalmente, vuelven sus miradas al cielo)
VICTOR: (Respira profundo) No hay lunita más clara como la de enero, ni
amor tan querido como el primero.
FEDERICO: La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la
mira, mira. El niño la está mirando.
VICTOR: Es increíble; volví a sentirme niño, incluso, creo que veo diferente
esta cloaca.
FEDERICO: ¿Así? ¿Y cómo lo observan tus cien ojos?
VICTOR: Como un campo verde.
FEDERICO: ¿Y qué más descubres?
VICTOR: Bueno, el campo me recuerda a Lonquén, un pequeño pueblo en el
sur de mi país. Allí conocí la música campesina y a los pobres más pobres de
la tierra.
FEDERICO: ¡Bien! Ahora coloca atención.
VICTOR: ¿Qué?
FEDERICO: Concéntrate y escucha (Ambos se concentran) ¿Qué percibes en
el aire?
VICTOR: (Dudoso) Mmmm…
FEDERICO: Yo siento cinco campanadas de iglesia.
VICTOR: Me parece escuchar la sirena de una fábrica.
FEDERICO: También advierto, a mi lado, a Vicenta, mi madre… ¿Y tú?
VICTOR: (Pausa. Muy concentrado) Advierto el aliento de Manuel, mi
padre.
FEDERICO: ¿En serio?
VICTOR: Sí, aunque el viejo nunca tuvo buen hálito. Tomaba mucho vino.
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FEDERICO: ¿Te gustaría decirle algo?
VICTOR: No sé.
FEDERICO: ¡Hazlo!
VICTOR: Tal vez le digo algo que he ocultado hace mucho tiempo.
FEDERICO: ¡Dile lo que quieras!... Yo haré lo mismo con mi madre. Si
gustas cierra los ojos para concentrarte mejor.
VICTOR: (Cierra los ojos y le habla a un imaginario padre) Lejano padre,
contéstame: ¿Dónde el viento llevó tu sombra?... ¿Por qué aún estás en mi
corazón más mutilado que mi propio cadáver?... Te veo más oscuro que el
estadio derrotado y que el vino de inquilino (Pausa) Padre, ya no macero
recuerdos ingratos de mi niñez. Hoy me siento reconciliado contigo, aunque
estés más lejos de mi barrial que las estrellas.
FEDERICO: Ahora me toca a mí… (Cierra los ojos y le habla a una
imaginaria madre) Quiero que sepas que, en ningún tiempo, voy a llevar la
maleta a la eternidad. Quiero que me sientas en tu piel y en los invisibles
tesoros que me regalaste. Vivo y revivo en un espacio, donde no se cubre el
tiempo de ceniza y hielo, así como tus inmortales pupitres de escuela… Aún
pervive en mi vestuario de titiritero la viva fragancia de tus libros y cartas...
No te asustes, porque a la cinco de la tarde sólo fingiré morir… Madre,
siento pena, porque te miro y descubro en tus ojos golondrinas que no
regresarán jamás (Abre los ojos y sonríe)
VICTOR: (Sonríe) Les hemos hablado con el corazón abierto a nuestros
padres.
FEDERICO: Posiblemente nuestras señales hayan tocado sus oídos…
(Respira profundo) ¿Te cuento algo?
VICTOR: Dime.
FEDERICO: Extraño mucho mi lejana tierra, aquella que caló hondo entre
mis huesos y se derramó como el agua cristalina en mi arte.
VICTOR: (Respira profundo) Y yo añoro mucho a mi mujer. Aún golpea en
mi pecho impalpable su ansiosa voz. Recuerdo que, en medio de la
incertidumbre y el miedo, le dije que volvería por ella y las niñas. Eso nunca
llegó a ocurrir; quedaron solas y huérfanas.
FEDERICO: En este breve tiempo, vuelve a mi memoria el penoso coche que
me llevó por las retorcidas veredas hasta la oscura zanja.
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VICTOR: Cuándo te llevaron ¿tuviste miedo?
FEDERICO: Sí, mucho. Siempre tuve miedo a la muerte por el espanto que
me infunde la idea que puedo sentir que me voy a despedir de mí mismo.
VICTOR: Mis manos, en cambio, nunca tuvieron miedo, incluso cuando el
príncipe a culatazos la redujo a una sola llaga.
FEDERICO: Ambos vivimos una estación incierta, torturante y trágica.
VICTOR: ¿Por qué se ensañaron tanto con nosotros?
FEDERICO: Ciertamente porque nos odiaban o porque nos temían mucho.
VICTOR: Nosotros éramos existencias de paz. Nuestra armadura era el
arte. Fuimos soñadores que hablábamos por los más débiles.
FEDERICO: Fuimos soñadores de un tiempo mejor… Existimos porque
alojaba en nuestro pecho el amor.
VICTOR: Probablemente para ellos éramos más peligrosos que los propios
camaradas.
FEDERICO: Ignorantes seres de barro, incapaces de reconocer el viento de
la historia, porque en realidad no nos mataron, nos hicieron universal.
(Se escucha un sonido subterráneo de unos fuertes motores acercándose al
vertedero)
VICTOR: (Tranquilo) Vienen con sus cargamentos.
FEDERICO: (Tenso) ¡Escondámonos!
VICTOR: No es necesario. Ya no nos pueden taladrar las entrañas.
(Federico, de todas manera, se refugia entre medio de la basura. Víctor
permanece quieto en su lugar. Se oscurece más el ambiente y se siente que
cae una descarga de bultos. Se escuchan gritos de hombres y algunos
disparos. Cruza el espacio la luz de un reflector. Después se aleja el ruido de
los motores. Vuelve la iluminación anterior. Ahora hay en escena más
escombros. Federico sale de su escondite. Los dos suben a la tarima del
estanque. Desde allí otean el horizonte)
FEDERICO: En la oscuridad, la muerte no pierde su asquerosa
puntualidad.
VICTOR: El vertedero es cada vez más grande que la misma ciudad.
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FEDERICO: (Mira a Víctor) Es admirable, pero tú no tienes miedo.
VICTOR: Prefiero morir de amor que morir sin libertad.
FEDERICO: No quiero volver a sentir mi cuerpo lacerado por las balas y el
odio.
VICTOR: Entiende, tu cuerpo ya no sentirá más el gatillo seco en la
alborada.
FEDERICO: Admiro tu valentía. Eres un pujante volcán, como tus
principios
(Víctor le da un golpecito amistoso en el hombro a Federico y le sonríe)
VICTOR: (Huele un olor nauseabundo) ¡Qué asco! De este estanque emana
un fétido olor a huesos ardiendo.
FEDERICO: Es imposible resistir este hedor a putrefacción, a pobreza,
soledad y desesperación.
VICTOR: Salgamos de acá (Ambos saltan al piso)
FEDERICO: Descansemos un momento sobre esos sacos.
(Se dirigen hacia esa zona. Cuando se van a sentar, descubren algo
siniestro)
FEDERICO: ¡Es espantoso! Aquí hay unos ojos blancos, de fiero mirar.
VICTOR: Y aquí yace una mandíbula que no tiene dientes ni alvéolos…
FEDERICO: En otras palabras, no tiene identidad.
VICTOR: Acá hay un retazo de camisa y un zapato desecho.
FEDERICO: Únicamente desechos.
VICTOR: Es lo único que queda de un hombre después que el tiempo y las
alimañas han hecho festín con su carne eclipsada.
FEDERICO: Fragmentos de carnes que luego se olvidarán en un montón de
perros apagados.
VICTOR: Encontré también unos dedos de una mano, varias monedas y
basura.
FEDERICO: El despojo humano reina en este universo amargo y salado.
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VICTOR: El terreno está poblado de cruces acalladas y huellas borradas.
FEDERICO: De voces apagadas por el sonido ensordecedor de las
chicharras.
VICTOR: Siento que el rocío de las estrellas es más grande que las lágrimas
en vela.
FEDERICO: En este universo de mayúsculas condenas, merodean nuestras
almas trashumantes.
VICTOR: Somos espectros hamletianos que deambulamos por los archivos
militares.
FEDERICO: ¿Dónde hemos venido a parar?
VICTOR: ¿Dónde estará el poeta?... Solían verlo escribir en una finca que
tenía su padre.
FEDERICO: ¿Dónde estará el cantor?... Solían escuchar su canto entre los
estudiantes y pobladores.
VICTOR: Dicen que lo vieron, por última vez, en una extraña noche de
agosto.
FEDERICO: Dicen que lo vieron, por última vez, en una extraña noche de
septiembre.
VICTOR: Dicen que yace al pie de un olivo.
FEDERICO: Dicen que lo vieron helado en un mesón de la morgue, al final
de una fila de jóvenes.
VICTOR: Dicen que su clandestina tumba había sido trocada para que
muriera perpetuamente.
FEDERICO: Dicen que en su réquiem, sólo unos ojos claros y algunas rosas
pudieron darle el último adiós.
VICTOR: ¿Quién cegó la lírica del poeta?
FEDERICO: ¿Quién despojó de su voz al cantor?
VICTOR: ¿Dónde hemos venido a parar?
FEDERICO: Nuestras vidas se extinguieron como unas débiles llamas
sacrificadas a la locura y a la intransigencia.
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(De pronto un resplandor ilumina el estanque. Enseguida, unos rayos
explosivos parten el cielo. Los dos personajes quedan en silencio y
expectantes)
FEDERICO: (Proyecta su vista hacia la parte inferior de la tarima del
estanque, se acerca a ella y recoge una luciérnaga muerta) ¡Oh Dios! ¡Qué
crimen más despreciable!
VICTOR: (Se acerca) Es una luciérnaga destrozada en mil pedazos en esta
fosa llena de cal.
FEDERICO: Pobre lucero del crepúsculo; ya no podrá teñir más de plata la
noche.
VICTOR: Es hermosa, pero se apaga con la facilidad de una cerilla. ¿Por
qué? ¿Por qué tiene que morir tan rápido?
FEDERICO: ¿Por qué la muerte de todo lo que es bello es rápida y violenta?
VICTOR: ¿Por qué una luz que fue en otro momento libertad y sincera
ingenuidad, se extingue en una sola noche?
FEDERICO: ¿Cuántas luciérnagas han sido brutalmente aniquiladas?
¿Cuántas más correrán destinos parecidos?
VICTOR: ¿Por qué resignarnos a que las luciérnagas sigan desapareciendo
por abandono, por odio, por intolerancia, por rechazo o por miedo?
FEDERICO: En el mundo no hay nada más que vida y muerte.
VICTOR: Es el juego eterno que resuelve toda la existencia.
FEDERICO: La vida nacía en la tierra, en las aguas subterráneas que
cruzaban mi casa.
VICTOR: La vida brotaba en mi campo y en la pobreza de las barriadas.
FEDERICO: Y la muerte ¿cuántas veces la esperé, cuántas veces me esperó?
En cada cosa había una insinuación de muerte. La quietud, el silencio, la
serenidad, fueron aprendizajes. La muerte estaba en todas partes. (Besa a la
luciérnaga)
VICTOR: Canto que mal que sales cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo. Espanto como el que muero desnudo…
FEDERICO: Luciérnaga de hierba, plenario de lo eterno. ¡Vamos, vuela libre
como los remolinos del desierto!
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(Federico lanza al aire la luciérnaga. Ella revive y comienza a revolotear por
todo el espacio. La escena se oscurece y brillan decenas de luciérnagas que
iluminan el escenario. Transición. Vuelve la luz anterior)
VICTOR: Tras este vertedero está el campo verde, la libertad: a las
luciérnagas la pueden ver y recordar, pero no alcanzar.
FEDERICO: A pesar de su fragilidad, ellas pueden provocar una explosión
de resplandor brillante que agujerea la oscuridad de la tierra.
(Los protagonistas se quedan un tiempo en silencio mirando más allá del
vertedero. Luego caminan sin rumbo entre la basura. Federico recoge unas
piedras y la observa acuciosamente)
FEDERICO: (Admirado) ¡Mira qué maravilla!
VICTOR: ¿Qué cosa?
FEDERICO: (Mostrando las piedras) Son estrellitas rotas esparcidas por el
cielo.
VICTOR: Te contaré que yo canté toda mi vida desde los andamios para
alcanzar las estrellas.
FEDERICO: Sabes tú que los relojes llevan la misma cadencia, y las noches
tienen las mismas estrellas.
VICTOR: Desde el cielo una estrella nos dice nunca es tarde, la paloma
volará.
FEDERICO: Tal vez esta noche nuestra estrella vuelva a brillar en el
firmamento.
VICTOR: (Se sienta entre medio de la basura y recoge un pantalón de
hombre. Le llama la atención; lo revisa y encuentra en sus bolsillos un
papel) A ver, aquí hay algo.
FEDERICO: ¿Qué es?
VICTOR: Parece una carta. Está quemada. Sólo se puede leer el último
párrafo… La verdad que no puedo distinguir lo que dice.
FEDERICO: (Se acerca) Dámela. Creo que tengo mejor vista (Víctor se la
entrega. Lee con dificultad) Amor, tus caricias las siento recorrer mi cuerpo,
dejando grietas como el mar con sus riachuelos submarinos… Te veo desde
la altura, como un pájaro que puede sentir el viento, sin cerrar sus ojos…
Como un ave que planea, observa, baja y te hace el amor. No tengo nada
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más. Sólo mis manos que revolotean en tu desnudez y mi corazón abierto al
sol. No dejaré de amarte nunca; me aferro a ti como la hiedra que crece
verde y segura; sus raíces en el aire no dejan caer jamás su tronco infinito…
VICTOR: Es un mensaje de un enamorado apasionado.
FEDERICO: Sí, seguramente de un hombre que amó intensamente a su
pareja.
VICTOR: (Se relame) El amor… ¿Te enamoraste alguna vez?
FEDERICO: Muchas veces.
VICTOR: ¿Y cómo te sentiste?
FEDERICO: Muy extraño.
VICTOR: ¿Por qué?
FEDERICO: El amor me dejó un sabor agridulce.
VICTOR: ¿Acaso no fuiste correspondido?
FEDERICO: Amé con pasión, pero no recibí la misma entrega.
VICTOR: ¿Sufriste frustraciones?
FEDERICO: Sí, muchas. Mi corazón oprimido sintió, junto a la alborada, el
dolor de sus amores y el sueño de las distancias.
VICTOR: El amor es un camino que de repente aparece, y de tanto
caminarlo se te pierde.
FEDERICO: Tienes razón el amor a veces se pierde. Yo lo extravié en el
recodo de algún camino… ¿Amor por qué te perdí por siempre en aquella
tarde clara? Hoy mi pecho está reseco como una estrella apagada (Se
quiebra su voz y esconde el rostro en sus manos)
VICTOR: (Se acerca y abraza fraternalmente a Federico) ¡Qué corazón!
¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir!
FEDERICO: (Llora en silencio) ¡Ay Dios!
VICTOR: (Comprensivo) Me he dado cuenta que somos parecidos.
FEDERICO: ¿Así? ¿Cómo?
VICTOR: Somos alegres, pero tenemos una nostalgia constante.
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FEDERICO: Ello ocurre porque nos arrancaron el alma siendo muy jóvenes.
VICTOR: Sí, en la plenitud de nuestros sueños.
FEDERICO: ¿Y tú, te enamoraste alguna vez?
VICTOR: Sí.
FEDERICO: ¿Cómo te sentiste?
VICTOR: Maravillosamente feliz.
FEDERICO: ¿Alguien en especial?
VICTOR: De unos ojos que fueron como el viento y el mar. Ellos son mis
únicos tesoros que no me pudieron quitar.
FEDERICO: Te admiro por mantener ese amor imperecedero, aunque en
este vertedero la noche sea lo único eterno para nosotros.
VICTOR: Siento en tu voz un dejo de tristeza e incredulidad.
FEDERICO: Y también angustia. Soy un maníaco-depresivo.
VICTOR: Probablemente nunca te sentiste libre para expresar tu verdadero
sentir.
FEDERICO: Tú no viviste la época de mantos de oro y púrpura. La
mascarada de la hipocresía y la doble moral.
VICTOR: Esa es una excusa. Acaso fuiste un timorato.
FEDERICO: Ahora lo puedo confesar: fui un cobarde.
VICTOR: Para mí tampoco fue posible llevar a cuesta mi militancia y mis
contradicciones de vida.
FEDERICO: Yo me escudé en mis personajes.
VICTOR: Y yo en la imagen revolucionaria.
FEDERICO: Fui un constructor, un poeta de metáforas del dolor.
VICTOR: Y yo un cantor de los desamparados.
FEDERICO: Tuve que encubrirme en uno de esos solteros por convicción
muy sensible, artista, locuaz y divertido.
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VICTOR: Te ocultaste en el velo del disimulo, y nunca llegaste a rebelarte.
Al final te sometiste y aceptaste.
FEDERICO: Fui una marioneta más de mi obra. En ese tiempo pensaba que
si deseaba al hombre, podía intentar convertirme en su objeto de deseo. Es
por eso que me caracterizaba de mis personajes femeninos para ocupar sus
figuras, y esperar a que él viniera a consumir mi boca. Me decía: Tendré
que esmerarme en el artificio, ocultar mi barba, depilarme piernas, pecho y
brazos, ponerme peluca, quizá maquillarme... y tratar de esconder la
evidencia de aquello que me hace hombre. Creía que para estar con el
hombre, tenía que disfrazarme de mujer.
VICTOR: Estás hablando con verdad. Atrévete, cuenta todo lo que tienes
escondido en tu corazón.
FEDERICO: No me atrevo.
VICTOR: Ten confianza. Yo te escucharé; no te juzgaré.
FEDERICO: ¿Quieres que te revele mis pesares?
VICTOR: Te escucharé.
FEDERICO: Bueno. ¿Me puedes esperar un poco?
(Federico toma una bolsa de basura transparente y bota su contenido.
Posteriormente, se la coloca en su cuerpo)
VICTOR: ¿Qué haces?
FEDERICO: Para desnudarme necesito transformarme como un actor.
VICTOR: Está bien; hazlo como te parezca mejor.
(Un cenital azul ilumina directamente al protagonista. En el fondo del
escenario, un haz de luz dibuja la silueta de una luna llena. Federico,
mientras va diciendo sus textos, hace suaves movimientos plásticos con su
cuerpo e intenta salir de la bolsa que insinúa un capullo)
FEDERICO: Mi luna confidente; a ti abro, mi corazón sombrío, caliente, y
palpitante. A ti desnudo mi soledad sin descanso. A ti, te confieso. A ti, te
hablo al oído, buscando en secreto aromas de mi existencia, preñada de
amor con delirio y penoso tormento. Légamo de hipocresía, niebla de
prejuicios que me aterran y encierran en este silencio lleno de engaño;
oscuridad…cárcel de mi realidad...¡¡Piedad!!... En mis oídos anidan las
campanas de mi infancia, voces filosas, dagas que hieren y gritan:
¡¡Federica!!... Con hilos tejen mi voz y retuercen sus máscaras con su ropaje
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de devota arcilla de pureza… ¡Ay luna!... Conjuro de soledad, tormenta de
amores imposibles…Los que dicen quererme se esfuerzan por ocultar este
retazo de carne viva en una negra mortaja, cubierta de velas y lágrimas…
¿Por qué me han de lapidar si soy astilla del mismo madero del Cristo
sacrificado?... ¡Qué amargos son mis pasos! La pasión del alma me acongoja
y mis entrañas se rasgan medrosamente en las alegorías de las palabras…
Luna no quiero seguir penando, por favor, llévame por el cielo como un niño
de la mano. Llévame lejos porque ya siento los caballos de los gitanos y ellos
harán con mi corazón collares y anillos blancos. (Rompe la bolsa y se libera
con toda su desnudez dolida. Silencio)
VICTOR: Cuánto dolor igualado hay entre tantos que nos decimos hombres
y que, sin embargo, nos traiciona el deseo de vivir otra vida.
FEDERICO: Si tú supieras, estoy muy herido por lo vivido.
VICTOR: ¡Anda! Sigue expulsando esos fantasmas que te esclavizaron toda
tu vida. En este páramo no tenemos que seguir inmolando nuestra sangre.
FEDERICO: (Da un grito fuerte y profundo) ¡Aaaaah! (Luego se dirige hacia
un saco de cal y con sus manos empieza escarbar y arrojar al piso
infinidades de objetos destrozados. Su ropa y su rostro se ensucia con cal)
Tienes razón. Ahora somos libres e inocentes.
VICTOR: (Va hacia otro saco de cal; hunde sus manos y lanza al aire un
puñado del material) Ahora podemos expresar lo que pensamos y sentimos,
sin que nadie nos flagele.
FEDERICO: Y sin tener que fustigar nuestras espaldas.
VICTOR: ¡Anímate! ¡Hagamos oír nuestras voces altas y claras! A ellas no
las pueden acallar ni atacar
FEDERICO: Creo que ahora podemos develar la naturaleza de nuestros
signos.
VICTOR: En este minuto podemos decir sin atadura, por ejemplo, insomnio.
FEDERICO: (Con volumen de voz suave) Voz masculina que me atrapa.
VICTOR: Romance.
FEDERICO: (Con volumen voz media) Golondrina de alas cortada.
VICTOR: Murmullo.
FEDERICO: (Con volumen de voz fuerte) Bocas ajenas. Espanta.
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VICTOR: Amante.
FEDERICO: (Con volumen de voz muy fuerte) Profundidades húmedas.
VICTOR: Amar
FEDERICO: (Pausa. Luego con volumen de voz normal) Tesoro oculto, cruz
y dolor mojado.
(Ambos se observan)
VICTOR: Tienes una mirada carismática.
FEDERICO: Y tú una ancha sonrisa.
(Los dos hombres se observan con simpatía)
VICTOR: El amor y la muerte han sido para nosotros como una tragedia
griega.
FEDERICO: ¡Ay muerte mala! ¡Deja para el amor la verde rama!
VICTOR: Es urgente el silencio y el recogimiento porque en ellos está
también el germen de la poesía.
FEDERICO: Hablas como un místico que pisa la tierra.
VICTOR: (Sonríe) Cuando estudiaba en el seminario me decían el místico.
La verdad que me alejé del tema religioso; no era mi vocación. Siempre me
ha impactado la miseria, la enfermedad y el niño desnutrido. Me parece que
eso es mucho más profundo que el pensamiento sobre Dios.
FEDERICO: Fuiste un artista comprometido con tu historia y tu pueblo.
VICTOR: Constantemente pensé que los artistas no podemos mirar al
pueblo desde una torre de cristal y entregarle nuestras virtudes. Tenemos
que sentirnos de igual a igual, y para hacerlo, hay que conocer su lenguaje,
su vida, convivir con ellos; ser capaces de entrar a su casa.
FEDERICO: Es muy fácil convertirse en poeta, pero más difícil es mantener
el compromiso con su pueblo.
VICTOR: Todo hombre o mujer siempre debe ser consecuente con su ideales,
hasta el último aliento ¡nunca claudicar!
(Se siente nuevamente el ruido subterráneo de motores. Federico está tenso;
en cambio, Víctor se mantiene expectante)
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FEDERICO: (Con miedo) ¡Las máquinas nos acechan!
VICTOR: (Tranquilo) ¡Tranquilo! A las energías radiantes no las pueden
dañar.
FEDERICO: ¡Son los motores del exterminio!
VICTOR: (Decidido) ¡Somos más fuertes que ellos! Podemos volver y
atormentar sus conciencias de por vida.
(Víctor lleva sus manos hacia su cabeza y se concentra; Federico lo imita. El
ruido de los motores se aleja. Breve pausa. Surgen sutiles sombras
espectrales que deambulan en el espacio y se escuchan voces ininteligibles)
FEDERICO: ¿Escuchas?... Llegan más voces.
VICTOR: ¡Nos hablan!
FEDERICO: ¡Nos saludan!
VICTOR: Se sienten en las piedras y muros.
FEDERICO: Vienen de muy lejos.
VICTOR: Musitan trocitos de vida truncada.
FEDERICO: Es una procesión de voces que busca su eterno descanso.
VICTOR: Nos fuimos solos y volveremos miles.
(Se pierden in crescendo las voces)
FEDERICO: Ya no se escuchan.
VICTOR: El viento las lleva lejos, a una plaza de pañuelos blancos…
(Pequeñas luces revolotean por el ambiente. Pausa. Se dirige a Federico)
¿Cómo te sientes?
FEDERICO: Ahora un poco más tranquilo. Al principio sentí recelo por el
ruido ensordecedor de esas máquinas. Disculpa, soy muy temeroso y
asexuado como un ángel medieval.
VICTOR. No tienes que pedir disculpa por ello. Nunca.
FEDERICO: Eres una persona muy comprensiva. Me estremeces (Pausa)
¿Te puedo pedir algo?
VICTOR: Lo que quieras.
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FEDERICO: Por favor, canta, canta algo dulce de tu tierra.
VICTOR: Con gusto lo haré, compañero. Iré por mi guitarra. Espero que no
esté tan desafina como nosotros (Víctor va hacia su estuche y saca su
guitarra)
FEDERICO: ¡Fantástico! Por primera vez te oiré cantar.
(Víctor canta el tema “Paloma quiero contarte”, proyectando a Federico)
Paloma quiero contarte
que estoy solo, que te quiero
que la vida se me acaba
porque te tengo tan lejos.
Palomita verte quiero.
Lloro con cada recuerdo
a pesar que me contengo,
lloro con rabia pa’fuera
pero muy hondo pa’dentro.
Palomita verte quiero.
Como tronco de nogal,
como la pieira del cerro,
el hombre puede ser hombre
cuando camina derecho.
Palomita verte quiero.
Cómo quitarme del alma
lo que me dejaron negro.
Siempre estar vuelto hacia fuera
para cuidarse por dentro.
Palomita verte quiero.
FEDERICO: ¡Es hermosa! Me imagino que esa canción la hiciste para una
mujer que amaste mucho.
VICTOR: Así fue. Se la compuse hace mucho tiempo a mi gringa amada.
FEDERICO: ¡Cómo te debe extrañar!
VICTOR: Tanto como yo a ella. En estas oscuridades inalterables aún
replico: Te quiero mucho más con el corazón que con la cabeza, y si estás tan
dentro de mí es porque así como eres, eres toda para mí.
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FEDERICO: Es una historia de amor, del verdadero amor, de aquel que
surge desde el fondo de la vida y que lo embellece todo.
VICTOR: Sí, una historia simple como la guitarra campesina, como una
figurita pintada en Talagante; como un camino, un álamo, una flor.
FEDERICO: Eres tan sensible como yo.
VICTOR: Mi canto y sensibilidad vienen de Amanda, mi madre: campesina y
cantora popular. Aunque te contaré que en mi tierra ser sensible es parecido
a amaneramiento.
FEDERICO: Es una pobre manera de estigmatizar al soñador que se
empeña en una búsqueda interna para darle savia a su imaginación.
VICTOR: (Sonriente observa la maleta) Me intriga lo que llevas en la
maleta.
FEDERICO: ¡Ah! ¿Te gustaría ver qué guardo en ella?
VICTOR: Pero por supuesto.
FEDERICO: (Va hacia la maleta y la abre. Saca dos marionetas) ¡Mira!
Estas son mis hijas.
VICTOR: ¡Marionetas! ¡Qué simpáticas! Sabes, desde niño me gustaron esos
muñecos.
FEDERICO: ¿De veras?
VICTOR: Sí, harto.
FEDERICO: ¿Te gustaría ver una función de marionetas?
VICTOR: Me encantaría.
FEDERICO: Bueno, ponte cómodo, voy a iniciar la función.
(Víctor hace el sonido típico de una trompeta al iniciar un espectáculo.
Federico, en tono de farsa, desarrolla la representación)
MARIONETA 1: ¿Por qué lloras mozuelo?
MARIONETA 2: (Lloroso) Te vas a Paris y me dejas muy solo.
MARIONETA 1: No llores, sino la gente te dirá mariquita.
MARIONETA 2: No me importa. Ambos sabemos que somos almas gemelas.
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MARIONETA 1: (Saca un pañuelo de su vestuario) Majo toma este pañuelo
y seca esas lágrimas extensas como el Guadalquivir.
MARIONETA 2: ¿Por qué te vas bigotito mío?... Renuncias a mí por un perro
de celuloide que me llama asqueroso.
MARIONETA 1: Lo siento, pero la miel es más dulce que la sangre.
MARIONETA 2: (Lloroso) Esta despedida no me hace puñetera gracia.
MARIONETA 1: No me jodas con tus lloriqueos que me toco de nervios.
MARIONETA 2: Quizás no tenga una segunda oportunidad para amarte.
MARIONETA 1: Las historias tienen un principio y como todo, un final.
MARIONETA 2: Lo bueno de las historias es creer en ellas y nunca pensar
en el final.
MARIONETA 1: De esta historia no debes creer nada ni siquiera en mis
cartas.
MARIONETA 2: Me quedaré con lo bello que nos unió: la amistad, el amor y
la esgrima.
MARIONETA 1: ¡Odio la esgrima! ¡Esto se acabó, se acabó y se
requeteacabó! ¡Brrrrrrrr!
MARIONETA 2: ¡Este amor no se puede acabar! (Llora) ¡Guaaaaaaaaaa!
MARIONETA 1: Cuando estemos lejos, deseo, ¡mon cheri, una larga carta
tuya!
MARIONETA 2: ¡Noooo! ¡No te vayas! Me siento como un náufrago en la
pendiente escabrosa del amor.
MARIONETA 1: Si te sirve de consuelo, te doy mi palabra que te recordaré
en todas mis pinturas. Es más, en una de ellas tu cabeza estará unida a la
mía.
MARIONETA 2: Será como un beso eterno.
MARIONETA 1: Un beso trágico, como los amores imposibles.
MARIONETA 2: Cantaré a tu corazón astronómico y tierno, de baraja
francesa y sin ninguna herida.
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MARIONETA 1: Yo, en cambio, te cortaré en mil pedazos las manos y un ojo
con bisturí.
MARIONETA 2: Pensaré en ti, y todo lo que soy se partirá en pedazos.
MARIONETA 1: Yo me alegraré de tu muerte y te negaré mil veces.
Maldeciré tus sueños y frustraciones.
MARIONETA 2: Yo recordaré el sueño de un hijo que nunca pude tener.
MARIONETA 1: ¡Qué risa! (Burlón) ¡Jo, jo, jooo! Las mismas palabras me
repite Gala en las sábanas de otros hombres.
MARIONETA 2: Bigotito mí; te quiero mucho; algún día volveremos a
vernos. ¡Qué bien lo pasaremos!...
MARIONETA 1: Eso nunca ocurrirá; antes te meterán dos tiros por el rabo.
MARIONETA 2: (Muy enojado) ¡Bigote retorcido, eres un narcisista, fascista
y voyerista!…Ojala que Gala te ponga los cuernos con todos tus amigos y
nunca pueda parir un crío tuyo. (Le pega con el pañuelo en la cabeza y lo
persigue. Gritos. Salen ambos corriendo)
VICTOR: (Ríe a carcajadas y aplaude) ¡Qué divertido! Eres un gran
comediante. Te lo dice sinceramente un hombre de teatro.
FEDERICO: ¿Te gustó?
VICTOR: ¡Muchísimo! Aunque en el fondo la historia es muy triste.
FEDERICO: El argumento tiene mucho de realidad.
VICTOR: (Complaciente) Comprendo.
FEDERICO: Esto era parte de mi oficio de artista.
VICTOR: ¿Qué más hacías?
FEDERICO: También escribía poesía, teatro; dibujaba y componía
canciones.
VICTOR: Eras un artista multifacético.
FEDERICO: Era un poeta y artista inquieto; sólo eso.
VICTOR: Eres humilde, un maestro… (Mira al cielo) Queda poco tiempo
para las primeras luces.
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FEDERICO: Tengo el convencimiento que, al llegar el alba, las madres
escucharán nuestras voces y resistirán frente a la fosa vacía.
VICTOR: Y en la huella del infinito nos encontrarán y volverán a fundarse
nuestras manos en el viento.
(Se siente un viento fuerte que levanta una gran polvareda en todo el
espacio. Unos sacos de cal caen al suelo y dejan al descubierto un cráneo
humano y pertenencias de hombres y mujeres. Ráfagas de luz ilumina el
fondo del escenario. Los hombres se mantienen seguros en sus áreas. Se
extingue el viento y los protagonistas perciben el contenido de los sacos. Se
dirigen a ellos)
VICTOR: (Levanta el cráneo) Es un cráneo de una persona (Le observa)
Tiene dos orificios en la parte de atrás.
FEDERICO: Pueden ser agujeros de balas.
VICTOR: Sí. A ese pobre golpes y balas le vedaron la luz.
FEDERICO: ¡Qué dolor!... Al menos sabemos cómo sucumbió por la tropelía
del delirio; en cambio, hay otros que nunca encontrarán sus cuerpos de
sedas en los fangos de la tiranía.
VICTOR: También hay casquillos de diferentes calibres; huesos, restos de
ropa, zapatos; libros, mordazas; desechos de animales y muchas cartas. Todo
está salpicado con sangre.
FEDERICO: Esto es un infierno de incensarios perturbados y de una
demencial gloria.
(Vuelve a sentirse el ruido subterráneo de motores. Los personajes quedan
en alertas)
VICTOR: No paran de traer más y más cargamentos.
FEDERICO: ¿Qué hacemos?
VICTOR: Declama con ardor tus poemas.
FEDERICO: Entona con pasión tus canciones.
VICTOR: ¡Resistamos!
AMBOS: (Ambos se concentran) ¡No nos moverán!
(El ruido se aleja)
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FEDERICO: Se retiran. Ya no vendrán para acá.
VICTOR: El vertedero ya está muy lleno, es posible que lleven el
cargamento al río, allí es muy fácil deshacerse de las cenizas.
FEDERICO: El río también está copado de cruces.
(Repentinamente un fuerte resplandor ilumina la escena)
VICTOR: (Proyecta al cielo) ¡Mira! ¡Cae una estrella fugaz!
FEDERICO: Es considerablemente más grande que lo normal.
VICTOR: Es más intensa que una estrella. Es una bola de fuego
incandescente que convierte la noche en día.
(El ambiente se torna de color ámbar intenso)
FEDERICO: (Admirado) ¡Las llamas crepitantes iluminan la tierra y el
cielo!
VICTOR: ¡El fuego enciende el vertedero!
FEDERICO: Una lengua de fuego fastuosa abraza los rincones más
siniestros de esta necrópolis.
VICTOR: (Con sus brazos aprisiona algo imaginario del aire y lo lleva a su
pecho) ¡Al fin abrazamos la luz! ¡Mucha luz!
FEDERICO: Ten cuidado, mucha luz es como la oscuridad; no deja ver.
VICTOR: Esta luz nos sana y nos hace más humano.
FEDERICO: Es la luz que nos quitaron.
VICTOR: La luz de tu poesía y mi canto.
(Víctor abre sus manos y los personajes quedan iluminados con una cruda
luz. Pausa. Cae repentinamente una lluvia intensa)
FEDERICO: (Muy feliz) ¡Llueve a cántaros!
VICTOR: Cuando el espíritu se congrega con el agua de la vida, es posible
vencer el caos y comenzar una nueva creación.
FEDERICO: ¡El agua vierte amor!
VICTOR: ¡El agua fecunda la tierra!
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FEDERICO: ¡El agua nos limpia y nos hace original!
VICTOR: ¡El agua cura nuestras heridas!
FEDERICO: La del amor…
VICTOR: La de la vida…
FEDERICO: Y la de la muerte…
VICTOR: El agua cicatriza nuestras tres heridas.
FEDERICO: El agua aísla de mi cuerpo el paredón de olivos.
VICTOR: La luz desarraiga de mi vista la risa siniestra del ejecutor.
FEDERICO: El agua ahoga los cien gitanos y las sombras negras que
acompañaron mi martirio.
VICTOR: La luz extirpa de la carne los cuarenta y dos disparos necios que
cegaron mi vida.
FEDERICO: El agua hace brotar el amor y la belleza en las tinieblas.
FEDERICO: (Observa el espacio) ¡Ya amanece!
VICTOR: ¡Qué la noche haga suya nuestras llagas y que la aurora, colmada
de luz, nos traiga la esperanza!
FEDERICO: Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio y le dejan
divinas heridas de diamante.
VICTOR: ¡Vamos! ¡Corramos por el campo verde de Lonquén y Fuente
Vaqueros!
(Los hombres se miran; se iluminan sus rostros y corren libres por todo el
espacio. La lluvia es más intensa. Luego trepan la tarima del estanque)
FEDERICO: (Mira hacia el interior del estanque y lanza una pequeña
piedra hacia el agua) La fuente ahora es cristalina; pide labios y suspira el
viento.
VICTOR: Y ya no huele a cadáveres sin sepulturas.
FEDERICO: (Con voz fuerte) Amanda y Vicenta, emblemas del espíritu,
arrímense a esta agua diáfana para purificar sus corazones y para evocarnos
en paz.
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VICTOR: (Profundo) Madre, si me lloras hazlo siempre de pie, porque la
muerte no puede con las madres en pie. No pueden las serpientes envenenar
su fe.
VICTOR: Federico, la luz y el agua nos devolverán nuestros nombres y
apellidos.
FEDERICO: Volver, volver, volver es el despertar tenaz en el final del
recorrido.
AMBOS: Mutilados de noche nos fuimos y con las fauces luminosas del
crepúsculo volveremos.
FEDERICO: (Convencido) Víctor ¡Canta, canta con más fuerza!
VICTOR: (Canta) Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la
vida…
(Ambos, en actitud de ritual, se despojan de sus vestimentas y se introducen
al estanque. Comienzan a efectuar dóciles movimientos liberadores en el
agua. Se escucha cantar a Serrat el poema de Miguel Hernández “Llegó con
tres heridas”. La luz es azul y en resistencia)
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
TELON
Iquique, verano, 2010
DELIRIO
36
De Iván Vera-Pinto Soto
“Me siento muy vinculado a usted [...] mi vida y la suya se parecen mucho en cierto
sentido”, del Führer a Hamsun
Personajes
Hombre: No tiene edad, no tiene nombre
(El escenario está dividido en tres espacios definidos por la iluminación. Uno
de ellos es un cuarto lúgubre donde hay una vieja cama, un bastón, un
jarrón de loza, una silla y sobre ésta un lavatorio. En la otra zona hay una
banca de plaza. En la tercera área, ubicada en el foro, habrá un cilindro
metálico y unos libros. En la pieza hay un hombre semidesnudo, de aspecto
enfermizo y desgreñado que duerme en un catre. Se escucha lejano el sonido
de un despertador que repica las ocho horas y por una ventana abierta entra
el bullicio de gente. El ambiente es claro. El protagonista se despierta,
bosteza, estira sus brazos, levanta su torso y mira malhumorado a su
alrededor)
HOMBRE
Este cuarto de mierda me provoca un terror profundo; lo siento tan tétrico y
vacío. Además, ya no me queda nada, ni siquiera una sombra de apariencia
digna. Únicamente me rodean las telarañas y unas decenas de zancudos
noctámbulos que extraen de a gota mi sangre ¡Carajo! No sé cuánto tiempo
llevo durmiendo. En medio de los desmayos y desvaríos, he perdido la noción
de las horas.
(Se levanta lentamente; se sienta en el borde de la cama. Luego se agacha y
recoge del piso un papel y un lápiz. En el mismo suelo intenta escribir; sin
embargo, no puede, porque siente un dolor en el abdomen)
¡Mierda! ¡Tengo hambre! ¡Mucha hambre!
(Se desliza por el piso y saca debajo de la cama una bolsa de género. Mete su
mano en busca de algo. No encuentra nada. Lanza la bolsa con furia hacia
un rincón)
37
¡Qué cagada! No tengo ni un mísero pan para comer
(Se estira en el suelo con su cuerpo mirando el cielo)
Me siento tan agotado de escuchar promesas, eternos “no” e ilusiones que
nacen y se desvanecen con la rapidez de un rayo.
(Se levanta con dificultad y toma del borde de la cama un pantalón, una
camisa y un saco de vestir. Se viste con desgano)
Lo peor de todo es este desgastado vestuario, no me permite presentarme en
ningún sitio de manera decente.
(De la cama toma la almohada y le habla como si fuese un personaje)
Señor director, disculpe por molestarlo, traigo estos artículos sobre algunos
temas increíbles que se me ha ocurrido escribir en cementerios, plazas y en
muchos lugares donde he vagabundeado. Estoy seguro que le va a gustar.
Escuche; le leo uno para que vea de qué se trata… ¿No tiene tiempo para
escucharme? ¿Qué vuelva en unos días más? ¿Qué usted me va a
llamar?...Entiendo…Sí, disculpe… (Habla para sí) Las mismas palabras de
siempre: “lo llamaremos” “estudiaremos su propuesta”… En las editoriales
me dan de portazos en las narices o me dicen palabras de buena crianza. En
vano escribo con pasión.
(En los próximos textos lanza la almohada contra la pared. Luego coge el
bastón y con furia golpea la almohada en el piso. Prontamente con sus
manos la hace trizas y la lanza a los aires. Caen muchas plumas por el
espacio. Con el bastón intenta golpear las plumas)
¡Cretinos! ¡Mierdas! ¿Qué se han creído? ¿Acaso debo besarle el culo para
que me publiquen y me paguen unas míseras monedas? Los voy a reventar a
todos cuando sea un escritor famoso. Me tendrán que limpiar los zapatos con
su lengua y lamerme el pene. ¡Mueran ratones de cola pelada! ¡Hijos de
puta! ¡Miserables! ¡Mal paridos! Ya verán cuando tenga fama y poder...
(Agotado arroja la vara a los pies de la cama. Transición. Ríe desquiciado)
¿Famoso?... ¿Y para qué mierda quiero ser famoso?... ¡No, eso no! Si llegara
a ser famoso, perdería la libertad de la que gozo hoy como mísero
desconocido. Me vería obligado a cambiar mi vida por la dolorosa existencia
de un desviado, sucio de popularidad…Prefiero vivir apartado del mundo,
lejos de príncipes y cortesanos. He conocido a varios que, aparte de ser
ególatras, pretenden que se les reconozcan cierto halo de sabiduría
inexistente ¡Váyanse a la mierda los famosos y falsos! Yo no vivo de la
vanidad ni la ambición social.
38
(Va hacia un jarrón de loza; vierte de él agua en el lavatorio y mete su
cabeza. Pausa. Luego se seca su cara con el cubrecama. Después, humedece
con un poco de agua las brillantes rodilleras del pantalón para
ennegrecerlas y darles aspecto renovado. En seguida, se coloca un saco de
vestir. Toma del piso algunas hojas y un lapicero; los guarda en el bolsillo de
su vestón. Antes de salir mira el bastón; hace un intento de tomarlo, pero se
arrepiente de recogerlo)
Es mejor dejar de pensar y salir de este cuartucho asfixiante.
(Se desplaza sigilosamente hacia el área de la banca)
Bajaré en silencio. No debe verme la dueña de casa; le debo un mes de
arriendo y no tengo ni una puta moneda en mis bolsillos.
(Se ilumina la plaza. Se escucha el tráfico de la ciudad. Pausa. El hombre se
inquieta y se pasea de un lado a otro)
Este maldito tráfico me pone muy nervioso; me acelera y me dan ganas de
escapar de este mundo… ¡Si tuviera algo que comer sería todo muy distinto!
(Observa a la gente que pasa) Tanta gente hay en esta ciudad, pero nadie
tiene tiempo de mirar, parar, conversar y ayudar. Creen que viven solos en
este planeta. Todos corren, atropellan, golpean, compiten, luchan y giran sus
ojos a la nada… ¿Qué pasará por sus mentes? ¿Cuáles serán sus
preocupaciones? ¿En qué soñarán? ¿Soñarán?... ¡A nadie le importa un
carajo lo que le pasa al otro!... No me gusta la gran ciudad; me gustaría
volver a mis viejas raíces rurales (Proyecta su vista hacia una mujer
imaginaria) Esa mujer que está en la puerta del almacén posiblemente esté
preocupada en qué comprar para su almuerzo… No puede ser; tiene un solo
diente en la parte superior ¡Qué asco! Su cara me produce repugnancia.
Tiene un gran colmillo amarillo que parece un pequeño dedo que sale de la
mandíbula, y su boca está todavía llena de alguna comida asquerosa que
comió hace poco ¡Qué se cree la infeliz! Me observa con menosprecio, como si
yo fuera una cucaracha repugnante. La verdad que su aspecto y su mirada
me anula el apetito, incluso hasta me provoca vomito (Grita) ¡Vieja
nauseabunda!
(Hace un gesto grosero a la mujer. Se sienta en la banca. Saca unos papeles
e intenta escribir algo, no puede. Vuelve a mirar a su alrededor)
¡Ajá! Allá viene Rodolfo, mi amigo (Se levanta de la banca y saluda de
manera muy afectiva a un personaje imaginario) ¡Hola, Rodolfo! (No recibe
respuesta) ¡Qué extraño no me saluda y sigue apurado su camino como si yo
no existiera!… ¿Por qué irá tan a prisa? Ni siquiera pensé pedirle plata; al
contrario, quería contarle que en pocos días le devolvería la frazada que me
prestó. Seré un muerto de hambre, pero digno ¿Por qué la gente es tan cruel
cuando uno está pasando por un mal momento?... ¡A la mierda los amigos!
¡Todos los amigos son enemigos! ¡A la mierda esa gente de mierda!
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(Hace un gesto grosero. Respira profundo. Pausa. Se levanta se traslada al
borde del escenario)
Desde aquí puedo ver el fangoso y mal oliente río que cruza la avenida; al
parecer, ya a nadie le molesta el ensordecedor ruido que provoca sus
turbulentas aguas, plagadas de animales muertos, basura y excremento
humano. Desde luego, todos se han acostumbrado a vivir en esta creciente
inmundicia y en la vasta fealdad. Todos ellos: hombres, mujeres y niños son
los inventores de esta gigantesca cloaca. Es increíble cómo la gente y el
espacio se desgarran en sangrantes pedazos. Soy un morboso voyerista que
siente placer al observar a vagabundos que fornican; muchachos que hacen
estallar sus venas con la alquimia más barata y a enamorados que se
prometen un amor eterno que no existe y nunca existirá…Podría escribir
acerca de todo lo que mis ojos desorbitados atrapan. Pero ¿para qué? ¿A
quién le importa lo que escribo? A nadie. Lo único que me preocupa es que
estoy solo y hambriento. Hoy en día, extrañamente, mi aliado es el
conspirador y perpetuo ayuno que nubla mi juicio…
(Siente un fuerte dolor abdominal que lo dobla en dos. Comienza a girar
mareado por todo el espacio. Se detiene y hunde sus dedos en su vientre)
¡Hambre! Mi fiel compañero. Retuerces con furia mis intestinos, mis dedos,
mis zapatos, y te transformas en mi expiración pausada, olvidada y deseada
infinitamente desde que me engendraron. Aunque no quiera mi conciencia,
eres tú quien gobierna mis lóbregos y sombríos sueños. Hambre, eres el
testamento escrito en tinta densamente negra, helada, alucinada y retorcida
en mil nudos de marinos ciegos. Hambre, eres infección engendrada en un
festín de sangre, de esperma y paranoia de un burdel infausto. Hambre,
militante dolor; cruz y hostia envenenada que ni siquiera la religión católica
apostólica podrá excomulgar ni resucitar. Hambre, fiebre apremiante y
espoleada; vives en los inconmovibles temblores que remecen los lugares
más secretos de mi carne y esqueleto. Ante tu presencia, los goterones de
amor que me dan los pocos rostros amistosos son minúsculas moléculas que
no alcanzan aplacar el llanto hecho polvo en las cuencas vacías de mis
afiebradas alboradas
(Le vienen arcadas profundas que le vuelven a doblar el cuerpo de dolor.
Pausa. Se recompone y proyecta alucinado el cielo. Una luz cruda cae sobre
su figura)
¡Oh Dios! Me miro y me reconozco como un insecto agonizante, embargado
por el aniquilamiento en medio de este universo próximo a dormirse. Lo sé…
Lo sé…Es el dedo de Dios que ha dejado fibras y finas raicillas arrancadas
a los hilos de mis entrañas…Es Dios que me toca y luego me deja tranquilo,
en paz, pero con la herida abierta en mis frágiles intestinos. Por momentos
siento dolor en mis brazos, en mis piernas, en todo mi cuerpo. Es mejor que
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camine para que no se me adormezcan los músculos, sin mirar a la gente ni
pensar en nada.
(Se pasea rápidamente alrededor de la banca. Luego se detiene
bruscamente)
¡Basta! Es mejor escribir… Sí, escribir todo lo que siento en este momento de
angustia. Debo escribir para comer y debo comer para escribir.
(Se mira su mano derecha con un deseo incontrolable. Se mete el dedo
índice en la boca y empieza a chuparlo)
¿Y si lo mordiera?
(Cierra sus ojos y lo muerde. Contiene el dolor. Se extasía con la sensación
dolorosa. Pausa. Saca unas hojas y un lápiz de su chaqueta. Se envuelve la
mano derecha con un pañuelo que extrae del bolsillo de sus pantalones. Se
arrodilla y apoya en la banca el papel)
Escribo con la mano envuelta en trapo, porque no soporto mi propio aliento
sobre ella… (Intenta escribir) ¡Mierda! ¡No puedo escribir! ¡Tengo la mente
castrada por la necesidad de comer! El hambre hunde mi mente en el
silencio inconmovible; la cabeza está vacía; el pensamiento se ausenta de mí
y el peso abrumador gravita sobre mis espaldas.
(Siente mosquitos que se posan en su rostro y los espanta con sus manos)
¡Diablo! ¡Fuera de aquí mosquitos! ¡Váyanse al infierno! Quieren devorar mi
cabeza con sus tentáculos (Lanza manotazos al aire para intimidar a los
mosquitos que ahora se posan en sus hojas) ¡Monstruos, dejen mi escritos!
No posen sus patas asquerosas, llenas de excretas sobre mis escritos; dejen
tranquilos a mis puntos y comas.
(Se escuchan unos clarines al viento. Guarda velozmente en su chaqueta los
papeles y se queda en alerta con la vista extraviada. Al instante empieza a
temblar su cuerpo)
Percibo un temblor convulsivo y extraño que recorre mis nervios, como si
estuviese bajo el dominio de una fuerte corriente huracanada. Tal vez, es la
impávida muerte que ya viene. (Se esconde detrás del banco) ¡Nooooo!
¡Déjame diosa enlutada; aún no me puedes llevar! ¡Tengo que dejar huellas
en este mundo! Escúchame, virgen enlutada; aún no me puedes llevar, antes
tengo que cumplir el mandato divino: limpiar de la faz de la tierra la miseria
y el hambre… (Grita) ¡Nooo! ¡Qué dolor! El hambre se clava en mi piel y me
devora parsimoniosamente las carnes y los huesos (Se toma la cabeza) El
pelo se me cae a grandes mechones y los dolores de cabeza son más intensos.
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(Se cubre la cabeza con sus manos. Pausa. Sale secretamente de su
escondite. Escucha atento)
Ya no se oyen los fatídicos clarines que resonaban sin cesar hace pocos
momentos en mis oídos ¡Qué alivio! Al parecer, fugazmente se alejó la
muerte con su largo manto de llanto y soledad (Llora en silencio. Pausa. Se
rehace) ¿Estoy llorando? ¡Qué horror, no quiero ser sentimental! (Pausa. Su
mirada se ilumina) Mi alma no siente miedo; ahora renace, purificada en
fuego. (Proyecta la vista hacia sus zapatos) Ustedes son mis camaradas de
verdad que me acompañan desde hace mucho tiempo, sin tener ningún
interés oculto (Camina y mira detenidamente sus zapatos) Antes no se me
había ocurrido mirarlos; admirar su fisonomía especial, su piel decolorada y
usada, su negra costura y su expresión propia. Algo de mi propio mí está
reflejado en ustedes, quizá, un aliento de mi “yo”; una parte palpitante de mí
mismo.
(Se saca los zapatos y con la manga de su saco de vestir los lustra
prolijamente)
Me siento minúsculo en este constante movimiento de cuerpos e intereses
que no alcanzo a comprender ni menos a sentir placer. Es preferible que
regrese a mi sombrío cuarto a dormir eternamente; quizás en ese estado
perciba a la humanidad diferente: más noble y solidaria ¿Por qué la
humanidad será tan vanidosa y cruel? Creo que con todo lo que estamos
haciendo lo único que va a desaparecer de este universo es la humanidad
misma. No, no creo que se destruya a sí misma, porque la muerte sería una
recompensa. La humanidad tiene que vivir, para sufrir el destino que está
creando… (Proyecta su mirada al vacío) ¡Dios todopoderoso! Si me dieras
valor para suprimir de todos las naciones el hambre y la miseria, te juro que
lo haría con mucha voluntad y prolijidad. Prometo que no me inmolaría, por
el contrario, haría pagar en carne viva a la humanidad todos sus pecados.
(Vuelve a sentir dolores en todo su cuerpo. Pausa. Se ve muy cansado)
Me siento muy cansado. Debo dormir; descansar con el sueño. Permanecer
en silencio y sin movimiento (Actitud confidencial) Quiero doblarle la mano
al hambre; romper cientos de muros; tal vez así pueda engañar el dolor
inquebrantable que siente cada parcela de mi cuerpo.
(Sufre un breve desvanecimiento; se apoya en la banca. Pausa. Se rehace y
camina hacia el área de su cuarto. Ingresa y se queda mirando un momento
su cama. De pronto, se lanza hacia ella como un nadador. Cae pesadamente
y se queda en silencio. La luz cambia de color, ahora es azulina. El hombre
se aferra a las sabanas y habla con una voz enigmática, como si fuera otra
persona)
Duerme…tómate todos los siglos que quieras, en este instante afuera todo
sigue cayendo a pedazos retorcidos. Lejos o cerca, todo y todos están
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inquietos que los cañones no dormiten, y que la bolsa de valores suba y suba.
Duerme… mientras algunos vegetan en la indolencia y se bañan en
champagne sangrante hasta llegar al orgasmo más doloroso. Duerme…
seguro te encontrarás con el unicornio que te llevará a sobrevolar lejos para
mostrarte lejanos horizontes e increíbles luces que destellarán en tu
imaginación. Duerme…goza y búrlate con la masa de palabras; ellas tienen
no sólo la fuerza directa, sino también la secreta. Duerme…disfruta del
canto de ese ángel de ala rota que retumba entre los féretros acantilados del
desierto inmarcesible. Duerme… es muy posible que ese coche que viaja en
el tiempo te lleve de pasajero a un lugar, más allá de las fronteras, donde no
pidas permiso, ni limosnas y seas dueño de lo que en este mundo no existe…
(Se levanta bruscamente de la cama y se sienta en el borde. Se restriega sus
ojos y esboza una leve sonrisa. Se coloca de pie y se aproxima a las paredes.
Palpa cada una de ellas y después coloca una oreja en la muralla para
escuchar algo. Todo es silencio)
¡Es el pájaro de la noche que habita al otro lado del mundo! ¿Existirá o es
una alucinación? (Se pasea con la cabeza gacha por el espacio. Se detiene.
Proyecta al cielo) Sólo arriba, en lo alto palpita su canto eterno. Sí, ahí está
el aliento del mundo que nunca cesa. Lo siento, está en mi mente y en mi
cuerpo. Es el canto de los mundos tutelares, el ritmo de los astros milenarios
que se derrumba en mí como un canto de estrellas dilapidadas (Su cuerpo
empieza a temblar) Mi cuerpo tiembla como un perro desconcertado, sin
dueño y sin patas. Las piernas se congelan entre el sopor y el miedo
inexplicable del mañana que no existe.
(Golpea su cabeza con fuerza contra la pared)
La locura se apodera rabiosa de mi cerebro, estoy muy consciente de que
estoy sometido a influencias sobre las que no tengo ningún control.
(Cae desvanecido. Después de un instante, vuelve en sí y se levanta con
torpeza)
Debo salir de aquí; si he de morir que lo sepa todo el mundo; tal vez, alguien
allá fuera me arrastre a la fosa común de los desaparecidos.
(Sale a tientas del cuarto y va hacia el área de la banca. Se recuesta en ella
y mira al cielo)
Y esas luces que se ven a los lejos ¿qué serán? Me saludan y me sacan
caprichosamente la lengua ¿Se burlan o quieren jugar conmigo? ¿Qué
quieren? Posiblemente sea la procesión del Cristo pueblo que llora
desconsolamente por todos los necesitados de esta tierra.
(Se levanta del asiento, se saca la chaqueta y su camisa. En su torso
desnudo clava sus uñas. Cae en un paroxismo absoluto)
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¡Ven hambre! ¡Ven muerte anhelada; devora con avidez mi carne y mi
sangre! ¡Llévate todo de mí! ¡Quítame la última sonrisa! ¡Róbame la piel
traslucida que mis manos poseyeron en un palacio fantasmal! ¡Llévate el
amor sufriente de noches y domingos envenenados de dudas grisáceas!
¡Clava tu puñal en mis testículos urgentes! ¡Despedázame y sepúltame en el
despeñadero donde yacen los héroes anónimos! ¡Arrástrame y lánzame de
una vez a los barrancos violentos del infierno! ¡Quítame la vida! ¡Llévate
todo de mí! ¡No me dejes nada, ni siquiera una migaja de amor! ¡Quiero
morir desgarrado por los caballos en una plaza antigua, llena de oro
conquistado! ¡No quiero bandas! ¡No quiero discursos vacíos ni llantos
fingidos! ¡No quiero medallas ilustres ni golondrinas de paso!
(Transición. Se sienta en la banca. Se dibuja en su rostro una expresión de
ternura)
¡Quiero morir con esos señeros ojos almendrados que se entregaron por
amor, sin medir preceptos ni razón! ¡Quiero los generosos senos de mi madre
y el amor absoluto que nació en el encierro de paredes blanquecinas y humo
liberador!
(La luz se vuelve rojiza. Se siente en el ambiente un viento huracanado y el
hombre es lanzado como un muñeco por los aires. Cae y vuelve a caer, sin
control. Vuelan por todos lados papeles. El hombre yace en el suelo. Se
arrastra y alcanza una hoja. Lee para si mismo. Recobra energía y se
levanta. Vuelve a leer. Ríe a carcajadas. Finalmente lee en voz alta)
Muy señor nuestro: Debo comunicarle que nuestro Consejo Editorial, luego
de estudiar su obra “Vida, Muerte o Putrefacción”, ha determinado que su
creación tiene altos méritos literarios para ser publicada por nuestra
empresa…
(El hombre ahora ríe más fuerte, con júbilo)
¡Por fin un real merecimiento a mi creatividad!
(Da brincos juguetones por todos lados; rápidamente se saca los zapatos y
les besa. Después los lanza al aire y grita de alegría)
¡A la mierda las agujas de reloj que marcan mi respiración! ¡Ahora el tiempo
es eterno! ¡Ya no habrá tiempos de hambre, de angustias, de lágrimas, de
raspones en las rodillas y el alma! ¡Ahora podré hacer que lo mágico y lo real
sea uno mismo, así como eclipse! ¡Ahora podré soñar con los ojos abiertos!
¡Oh Dios, profundamente negado en mil días viscerales! ¡Ahora te siento en
mi pecho! Sé que ahora que he llegado a esta anhelada instancia me puedes
confiar el valor para desterrar la miseria y el hambre en todos los
continentes. ¡Dios misericordioso! …¿Quieres confiar en mí? ¿Crees en mi
fuerza insurrecta? ¿Crees en un hombre que no pertenece a tu familia? (Se
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queda quieto a la espera de una respuesta) ¿Sí? ¡Lo sabía, lo sabía! Lo
entiendo, no te quedan manos amigas; tus seguidores son tus viles
enemigos. Hoy en día, los mantos púrpuras se han convertido en ángeles
oscuros que usan tu voz para mancillar la pureza en las escuelas, en los
templos y en las calles...Entonces, recurres a mí, como tu último bastión.
(Se arrodilla y masculla una plegaria ininteligible hacia el suelo. Luego
vuelve a levantarse extraviado)
Cuando la esperanza se pierde en la bruma del bosque; cuando los ojos
extravían su brillo natural; cuando al final de una historia todos esperan
escuchar un triste y consabido epílogo y el viento marino se lleva lejos la
impar flor del jardín; en ese instante, sólo en ese escuálido segundo, ocurre
algo sorprendente: llega la primavera palpitante y la aurora sonríe
transparente…
(Da un grito despiadado que nace de sus entrañas)
Debo gritar a los cuatro vientos - con fuerza y arrebato - contra los horrores,
las injusticias, la inequidad y la violencia. Esta sociedad es falsa y perversa;
por ello tengo que gritar contra todo lo que me atormenta, incluso contra ti:
Dios.
(Se introduce los dedos de su mano en la boca y vomita. Se limpia sus labios
con la manga de su vestón. Pausa. Los textos siguientes los dice
balbuceante)
Cuando el hambre corroe mis huesos y carnes enjutas, entonces mi cerebro
se desprende dulcemente de mi cabeza y se lanza al vacío. En ese estado
fascinante y horroroso percibo visiones que me impulsan a cambiar este
mundo por otro más humano y digno… (Habla como un predicador) En
ocasiones, he escuchado una voz que me dice: eres el hijo de Dios; el
responsable de cambiar el mundo ¿Es verdad todo ello? ¿Soy realmente el
Mesías? ¿Soy la única esperanza de esta civilización?… (Cambia
bruscamente de actitud. Se coloca iracundo) ¡Qué asqueroso discurso!
¿Cambiar el mundo? ¡Qué ambigüedad más idiota! ¡Qué tal vanidad!
(Saca un lápiz de su vestón y lo clava decididamente en una de sus manos.
Deja escapar de sus labios un grito contenido . Luego bebe el hilo de sangre
que corre por su articulación. Pausa. Adopta la postura de un hombre
hipnotizado por una visión. En el fondo del escenario, se proyecta una gran
sombra de un hombre, vestido con un abrigo largo y sombrero de paño)
Dios mío: Si el género humano hubiera sido transformado profundamente,
no habría necesidad de gobernantes y mucho menos de dictadores y tiranos.
Pero la sabiduría y la virtud de los sabios antiguos no lograron cambiar a los
hombres y, al cabo de casi dos milenios, tampoco pudo hacerlo el
cristianismo. Si los filósofos, educadores, apóstoles y sacerdotes hubieran
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hecho de los brutos seres humanos - otros tantos seres amables - o por lo
menos razonables, no habría necesidad de monarcas, presidentes,
gobernadores, magistrados, y muchos menos de regímenes totalitarios. Pero
los hombres han continuado siendo egoístas y feroces. Para domar a fieras,
se precisa la magia verbal del encantador y, por sobre todo, el látigo del
domador. Las tribus humanas no se rigen con razonamientos ni afectos. Se
precisa excitar la fantasía e inspirar temor. El animal-hombre únicamente
se doblega si se le amenaza con privarle la libertad y la vida.
(Cree escuchar unos aplausos lejanos. Sonríe satisfecho; alza su cuerpo
orgulloso y hace un saludo nazi con su mano. La sombra, en el fondo, se
pierde. Se escucha una música de ceremonia. Se inclina y hace la mímica
que recibe una medalla en su cuello. Con la cabeza gacha dirá el próximo
texto)
Señor: Creo que hoy nace el déspota natural; el líder; el que no se elige pero
que se erige a sí mismo en caudillo sobre las hordas de la tierra. Creo y
confío en una cosa: el regreso del gran terrorista, en el César (Alza su
medalla) ¡Guerrero de la humanidad; te ofrendo mi alta distinción con fe y
devoción!
(Coloca la medalla en el piso y hace una genuflexión. Se superpone a la
música del ceremonial un coro de llantos y lamentos infantiles. Se levanta
con su rostro iluminado por un retorcido goce personal)
Soy un genio que avergonzaré a muchos, pero que, sin embargo, cambiaré el
rumbo de la literatura de mi tiempo. Yo no escogí ser escritor; lo soy por una
necesidad interior, por un imperativo que me lleva a trabajar eternamente.
Es decir, tengo, por naturaleza, la vocación de poeta. Tengo la pasión
morbosa hacia la belleza que nadie alcanza a comprender, y eso me deprime
y me hace eternamente infeliz.
En este día de gloria recibo el premio más valioso que puede pretender un
escritor; en cambio, mañana seré juzgado y condenado como traidor a la
patria. Seguramente iré a la tumba con un cortejo de hostilidad. Nadie
entenderá por qué fui hechizado por un profeta del evangelio que trajo la
justicia al mundo... (Su voz se debilita) Me recordarán entre la ira y la
reflexión, durante muchísimos años…
(Se ahoga su voz y cae desfalleciente al suelo. Pausa. Vuelve en sí, jadea y
su cuerpo se retuerce por un dolor misterioso y metafísico. Su voz se escucha
agarrotada)
Estoy muerto públicamente. Sí, lo acepto: soy un asesino y debo morir
humillado por todos. No me arrepiento de nada. Ahora es preferible cruzar
solo el viento tibio, la montaña eterna y el paso de los hielos infinitos. Ya he
hablado toda la noche con Dios del asunto.
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(Se produce un repentino cambio de luz. El ambiente ahora es rojo fuerte. El
hombre cambia su actitud, ahora se le ve como un ejecutor que camina
resueltamente a una zona neutra donde hay un gran cilindro. Saca de su
bolsillo una caja de fósforo y enciende el tambor de lata. Luego del suelo
recoge unos libros; con voz acusadora comienza a romperlos y lanzarlos al
fuego)
¡Asesino!... ¡Nazi!... ¡Verdugo!... ¡Monstruo!... ¡Traidor!... ¡Venganza!...
¡Justicia!... ¡Sanguinario!... ¡Bestia!... ¡Demonio!... ¡Criminal!... ¡Genocida!
…¡Quiten sus bienes!... ¡Quiten sus honores!... ¡Muere como perro!...
(Se escucha un fragmento distorsionado de Aída, de Giuseppe Verdi,
entremezclado con voces de multitud regocijada. Dos palomas cruzan el
espacio: una blanca y otra negra. El hombre cae al piso en otro
desvanecimiento. Se extingue la música y el sonido de gente. Pausa breve.
Se levanta y se encamina hacia la zona de la cama. Se da la luz en esa área.
Llega al borde del catre. Se saca el pantalón y queda solamente en ropa
interior. Saca de abajo del colchón un pijama de hospital, tipo túnica y se lo
coloca. Luego se recuesta. Su físico se observa más viejo y acabado. Grita con
desesperación. Su voz se escucha en el espacio como un eco)
¡No estoy senil, al menos no lo estaba cuando entré a este manicomio!
(Apagón rápido. Se proyectan en el foro, de manera breve y rápida,
imágenes de campos de concentraciones nazis y de Hitler; las fotos revientan
toda la magnitud del escenario. Vuelve la luz. Se ve al hombre proyectando
su mirada al techo. Su postura es la de una persona acabada físicamente.
Con dificultad toma un papel y un lápiz que están sobre la cama. Escribe
una línea y se detiene. Mira perdido en la lejanía)
Estoy ciego y sordo; a pesar de ello, aún escribo pequeñas historias para mí.
No tienen ningún fin; sólo es una antigua costumbre. Goteo palabras suaves.
Soy un grifo que está goteando, uno, dos, tres, cuatro… Al igual que en mi
nacimiento, estoy desposeído de todo, subsisto en la miseria hereditaria.
¡Qué asquerosos! Los mismos que antes me admiraban me han destruido,
incluso mis escritos son meras cenizas que se desplazan a la deriva en el
mar. ¡Qué mediocre existencia la mía! (Ríe burlonamente) Lo único que no
me han podido arrebatar es mi hambre perpetuo, y mi soledad con todos sus
tonos claroscuros. Esta es mi vida, mi muerte y putrefacción (Vuelve a sentir
un dolor profundo en su cuerpo) ¡Maldito hambre déjame morir en paz!
(Se desvanece levemente. Abre sus ojos expresivamente y se queda en
silencio expectante)
¿Qué es eso que revolotea a mis espaldas? (Se queda absorto) ¿Una
mariposa? ¿Aquí, en este mundo? Claro, es una mariposa que viene a
maldecir mi póstumo texto. Mis archivos los esconderé aquí… ¡Sí! Debajo
del piso de mi finca (Esconde las hojas bajo la almohada) Qué se ha creído
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la muy puta; venir a robarme hasta mi propio ayuno ¡Mierda! ¿Por qué no
puedo dejar de existir tranquilo con todas mis cicatrices, heridas, huellas y
recuerdos del hambre?
(Se levanta torpemente de la cama; coge el bastón que está en un costado y
se dirige al centro de la pieza. Comienza a dar bastonazos a diestra y
siniestra, hasta que mata a la mariposa. Silencio. Sonríe misteriosamente)
¡Al fin un poco de paz!
(Saca de un bolsillo de su pijama un pedazo de pan que comienza al
principio a morder con suavidad, y luego con avidez placentera. La luz en
resistencia)
TELON
Iquique, Otoño, 2010