¡NO MÁS DAKAR!
Iván
Vera-Pinto Soto
Antropólogo
Social
Magíster en
Educación Superior
La carrera kafkiana del Dakar ya
comenzó y los deportistas de élites narcotizados surcan raudamente con sus
monstruos motorizados los territorios de Argentina, Bolivia y Chile. La
millonaria y sobrecargada publicidad copa las portadas de la mayoría de los medios de comunicación
masiva. Las empresas transnacionales automotrices incentivan con sus
ilustraciones a los incautos un mundo falso de glamour, fama y riqueza. Los estados
invierten millonarias sumas de dinero para facilitar el paso de estas “estrellas”
del colonialismo que en su travesía destruyen, sin miramiento alguno, todo el
patrimonio arqueológico y natural de las naciones del llamado Tercer Mundo.
Para los ilusos, ignorantes y
testaferros del sistema mercantilista, esta competencia, supuestamente,
representa una oportunidad para descubrir las culturas, geografías y las
bondades turísticas de las regiones involucradas. Imaginarios muy discutibles,
pues lo que se dice y se muestra en los informes periodísticos de las cadenas
internacionales es un perfil reducido, parcelado y superficial de cada región. Lo poco que
genera es un temporal empleo en el rubro hotelero, también el merchandising deja buenos
dividendos para los hábiles comerciantes, pero estos beneficios duran sólo tres
días; los que realmente lucran son los mismos de siempre: el rubro automotriz-
combustible, que son los dos brazos del mismo cuerpo, y los grandes conglomerados
mediáticos. Por lo demás, los
balances finales de las mismas autoridades han demostrado que las inversiones
realizadas por los gobiernos han sido siempre mayores que las ganancias reales
que han reportado dichos eventos.
Independiente a este tema
económico, muchas veces, los ciudadanos común y corriente desconocemos los
entretelones que se ocultan detrás de esta actividad deportiva que forma parte
de la estrategia agresiva de dominación cultural y del proceso de
“aculturación” que sufrimos constantemente los latinoamericanos. Como dice el
antiguo adagio: “no todo lo que brilla es oro”. Irremediablemente, detrás de
ese resplandor feliz de la mercancía hay basura encubierta que envenena y
destruye.
No es para nadie un misterio que
el deporte de elite es un negocio redondo para las grandes corporaciones que
dominan el mercado. Es por ello que invierten en anuncios, logotipos e isotipos
corporativos que atiborran todos los espacios posibles. No cabe duda que el
objetivo de esos autos, motos, camiones y camionetas es seducir a los
admiradores del supuesto mundo “mágico” de las empresas multinacionales,
glorificadas y sacralizadas a través de este torneo. La publicidad funciona con
sutileza, con mensajes subliminales y con iconografías potentes que hechizan a
los espectadores, afectando las capacidades perceptivas y reflexivas de los
mismos y revelando la acción de las empresas de una manera atractiva, magnífica
y ensalzada.
Pero a la zaga de toda esa
estrategia publicitaria está agazapada una oscura realidad histórica, probablemente
poco conocida. A saber, Dakar es la capital de Senegal; país africano que
durante tres siglos se traficó con esclavos. Este fue uno de los tantos países
africanos donde las potencias europeas y el imperialismo estadounidense
cometieron las atrocidades más repudiables contra sus habitantes.
Dakar nos remite a los genocidios
y etnocidios que en esa latitud se ejecutaron en nombre de la civilización
occidental. Dakar es el lugar donde las grandes corporaciones realizaron los
saqueos y escamoteos de los recursos naturales más apreciado de
esa nación. Por este motivo, me parece absurdo e irritante observar a esas
mismas entidades depredadoras pasear en los vehículos la publicidad de Dakar, con
la mañosa admiración soñadora a un territorio y a una cultura que ellos mismos
destruyeron o fueron cómplices de su ruina y masacre.
Hay que hacer memoria que portugueses,
ingleses, holandeses y franceses se disputaron el botín de guerra en una
carrera desenfrenada y sangrienta, la que no fue televisada, pero, que no
obstante, dejó profundas huellas de dolor y horror en las generaciones
posteriores.
A todas luces, Dakar es sinónimo de tortura, martirio,
esclavitud de millones de seres humanos que sucumbieron bajo el sistema
esclavista. Los esclavos no fueron conducidos desde el África hasta sus
destinos fatales en modernos vehículos, sino hacinados en las bodegas de barcos
donde muchos de ellos murieron asfixiados, hambrientos, enfermos y ahogados. Es
inaudito que esa realidad histórica hoy se quiera disimular o idealizar bajo el colorido, la fanfarria y el glamour que propalan las empresas
auspiciadoras, cuando bien sabemos que la expresión “París-Dakar” representa la cruenta
relación entre la capital francesa colonialista usurpadora y el territorio asolado.
Es horroroso
que ese legado histórico nefasto dejado por
el colonialismo europeo aún persista en este continente, el que continúa sumido
en la más alta pobreza y subdesarrollo. La estadística así lo demuestra:
analfabetismo, mortalidad infantil, y falta de servicios básicos contrastan con
la monumental potencialidad de recursos naturales que la convirtió en un preciado
trofeo para las potencias coloniales e imperiales. Basta con revisar los
antecedentes históricos para darnos cuenta que detrás de los atractivos logos
de las empresas rapiñas, se esconden detestables episodios: campos de
concentraciones, experimentos brutales con seres humanos, genocidios de aldeas
y latrocinios que permitieron la acumulación originaria de capital que dio
sustento al actual sistema capitalista.
Es
inexplicable que frente a estas bestiales referencias, los ciudadanos saludemos
con una sonrisa complaciente esta carrera que personifica a un sistema social,
económico y político que sepultó a la más honda desgracia a grandes poblaciones
africanas. No es posible que la publicidad y la rimbombancia de esta “fiesta
deportiva”, nos seduzcan y produzca en nosotros un estado casi hipnótico, cuyo
propósito es remitirnos a sueños consumistas, efímeros y sin ningún basamento
valórico.
Otro
tema muy grave asociada a este competencia es el innegable daño que provoca esta
contienda de máquinas al patrimonio arqueológico y natural. Al respecto, no han
sido pocas las voces de científicos, ecologistas y ciudadanos que han intentado
evitar la persistencia de esta travesía
por desiertos, valles y sitios que atesoran parte de nuestro patrimonio cultural.
Recientemente,
el director del Museo de Arte Precolombino, arqueólogo Carlos Aldunate, en una entrevista para Radio Cooperativa,
señaló: “Yo encuentro que esto es un escándalo para Chile. En primer
lugar, es un escándalo que nosotros recibamos con tanta alegría un
acontecimiento que ha causado muchos daños al patrimonio arqueológico y los
sigue causando, y además que se llama Dakar. Eso lo encuentro increíble. Dakar
está en África, yo no sé qué estamos ganando nosotros con esto francamente” Luego, agregó: “Estas motos han pasado
por arriba de los geoglifos, por arriba de restos patrimoniales arqueológicos,
de caminos, de senderos prehispánicos que todos los arqueólogos estamos
estudiando y que nos sentimos muy orgullosos y que demuestran todo el gran
tráfico que hubo a través del desierto de Atacama”.
En nuestra ciudad, el Doctor Horario Larraín, ha
declarado: “¿Por qué -me pregunto atónito- busca
afanosamente el Dakar territorios vírgenes de naciones incautas del tercer
Mundo? Porque esos territorios tienen exquisitos y poco conocidos desiertos, de
arenas y piedras, lugar ideal para probar máquinas de última generación (las
que después se venderán a precios enormes, con el rótulo: “probado en el
desierto de Atacama”) ; porque esos países tienen legislaciones protectoras de
su naturaleza y cultura, frágiles, débiles o permisivas (como la nuestra
chilena); porque sus gobernantes tratan siempre de ofrecer “pan y circo” a sus
habitantes para acallar sus legítimas demandas de cambios sustantivos; porque
sus ciudadanos tienen, por desgracia; todavía una escasa conciencia ecológica,
o recién esta empieza a despertar en ellas; porque los gobiernos en extremo
centralistas imponen la competencia a las regiones por donde pasa este
“huracán” , sin mediar un análisis serio y/o una informada consulta previa, ordenando
desde las capital, Santiago lo que allá se considera “apto para esa plebe”,
lejana y pueblerina.” (Blog del autor Eco Antropología, Enero, 2014)
Suma y sigue,
desde España el profesor de Geología de la Universidad de Huelva, Muñiz
Guinea, sostuvo "se debe impedir el
posible destrozo que ocasione el evento deportivo sobre ese patrimonio
cultural, científico y natural único para el conocimiento de la vida en la
Tierra y para la humanidad. La planificación debe conservar este patrimonio
único y no provocar una destrucción irreparable de los fósiles, el expolio del
patrimonio natural y cultural y la degradación por residuos del medio y del
paisaje".
Por su parte el Consejo de Monumentos Nacionales, en declaración
suscrita el día 31 de Enero del año 2011 señala: “De hecho, instituciones de
expertos como el Colegio de Arqueólogos y la Sociedad Chilena de Arqueología
han declarado su enérgico rechazo. A lo menos aspiraríamos a no ser criticados
por el juicio del futuro”.
Otro ente profesional que
presentó un recurso de protección fue el Colegio de Arqueólogos, el cual de
manera arbitraria fue rechazado por la Corte de Apelaciones de Santiago, porque
los demandantes “carecían de legitimación activa”. Sobre el fallo este colegio
profesional se pronunció, señalando: “Rechazar un recurso de protección por esta
razón es restringir la justicia a una cuestión de forma y no de fondo, es
limitar la discusión a si las personas u organizaciones demandantes tienen o no
el “derecho” de alegar protección. Es la forma perfecta para amordazar y echar
tierra encima a la real e importante discusión país que aquí existe y que es,
que desde
el año 2009 a la fecha en nuestro país, se han cometido delitos en contra del
Patrimonio Arqueológico, de manera reiterada, frente a los cuales el Estado de
Chile ha sido cómplice”.
Es asombroso que frente a estas versiones fundamentadas
se contraponga con los intereses de las autoridades, partiendo por el mismo Presidente
de la República, Sebastián Piñera, quien en su oportunidad declaró: "La aspiración de nuestro país es que
el Dakar no solamente pase por Chile sino que también tenga su llegada, su
término, su fin, en Chile. Hemos propuesto un itinerario para que el Dakar
pueda, ojalá lo antes posible, terminar en nuestro país”. A partir de esta
disposición, sus funcionarios de deportes, turismo e Intendencia, entre otros, se
han afanado por derivar recursos humanos, recursos financieros,
infraestructura, equipamientos y servicios médicos y policiales para atender
como “reyes” a estos “gladiadores romanos” y a los representantes de las
empresas multinacionales, a pesar que muchos niños, jóvenes y adultos mayores
demandan mayor inversión en la atención de las necesidades básicas: educación,
salud, deporte y cultura. ¡Qué paradójico! Seguimos protegiendo y amparado a
los más ricos en este país. Y algunos de manera necia salen a las calles para
aplaudir y maravillarse con el ruido de los motores invasores.
Por
favor, autoridades, entiendan: no todos somos ignorantes y desinformados sobre
el tema. No todos nos quedamos sentados, sin reclamar contra los daños comprobados
a los sitios arqueológicos, la fauna, la flora y a las personas (en Argentina
ya murieron 3 periodistas). No todos queremos el Dakar en Argentina, Bolivia,
Chile y menos en Senegal.
En esa
línea, muchas organizaciones sociales y pueblos originarios bolivianos, han
comprendido que la ruta elegida es un atentado contra rico patrimonio
arqueológico y cultural que reside en el desierto y altiplano; en
contraposición, se han alzado para sabotear la actividad, pues lo único que
desean estos dirigentes indígenas (muy noble por lo demás) es proteger sus
cultivos y animales silvestres o domésticos espantados por el sonido de los
motores que, en el páramo altiplánico donde exclusivamente silba el viento,
podría provocar la fuga de los camélidos y, por consecuencia, generar un
problema de sustento para esas comunidades.
Ahora
si las autoridades no escuchan ni respetan las voces disidentes, a la
naturaleza que muere por responsabilidad del propio hombre y a la herencia de
nuestros antecesores, entonces, en ese caso, es un deber ciudadano protestar, denunciar y, en
última instancia, “funar” abiertamente el Dakar.
No
sigan engañando a la gente con declaraciones que dicen “que se intentará hacer el menor daño posible” o “que se quiere respetar el patrimonio
cultural y el medio ambiente”, cuando en la práctica no se consulta a los
científicos y se aboga la creencia que los sitios arqueológicos existen exclusivamente
en los lugares descubiertos y demarcados. Para que ustedes sepan, todo el territorio es un verdadero santuario
cultural y natural que debemos cuidar, rescatar, preservar, valorar y proyectar,
ya que aún falta muchas riquezas por descubrir debajo de los arenales y las simples
rocas que hay en el camino.
En lugar de propiciar eventos que
ponen en peligro nuestra herencia cultural y natural, por qué las autoridades
no alientan e implementan los lineamientos establecidos en la Convención sobre
la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, aprobada por la
Conferencia General de la UNESCO, en 1972, la cual enfatiza la necesidad de involucrar
transversalmente a los ciudadanos y, en
especial, a la gente joven en la preservación y promoción del patrimonio,
realizando un programa educativo permanente y sistemático en todos los sectores
e instancias de nuestra comunidad. En
fin, mientras ello no ocurra, muchos seguiremos coreando con fuerza: ¡NO MAS
DAKAR!
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