PASIÓN DEL SASTRE
Iván Vera-Pinto Soto
Registro Propiedad Intelectual Inscripción 181434
Impreso en Oñate Impresores
Iquique, Chile
Proyecto ejecutado gracias al Fondo Regional de Cultura, financiado con
el 2% del FNDR 2009, del Gobierno Regional
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LA PASIÓN DEL SASTRE
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LA PASIÓN DEL SASTRE
A modo de prólogo
Por qué será que no resulta extraño ni casual que este cruzado de la
memoria, quien, además, utiliza como armas las tablas y los libros y
que obedece al nombre de Iván Vera-Pinto, entregue nuevamente un
material de rescate sobre la historia de este Norte, a través de la obra
“La Pasión del Sastre”.
En su persistente y arduo, como sistemático escribir, refleja desde la
historia del Yo familiar, esa misma historia que Pierre Villar (2008),
describe como egohistoria. Revela la memoria frente a un hecho
que cada vez más pasa al olvido, como fueron los sucesos de 1947,
conocidos como la “Ley Maldita”. Ley que es parte de un contexto
tan lejano para los estudiantes de hoy, como la Guerra Fría, siendo
que nosotros fuimos partícipes y actores; mas, en la actualidad, estos
hechos y pasajes son preguntas de pruebas de la asignatura de Historia
Universal para la juventud del siglo XXI.
La Era de los Extremos (1998), señaló Eric Hobsbawm al siglo XX,
esta historia, que se hace viva en actores de papel, que seguro tomarán
vida al leerse, se levanta y agiganta en la prosografía familiar que nos
lega el autor, a través de su padre; cercano a un personaje como Augusto
Pinochet Ugarte y parte de un primer escenario que centra en un espacio
triste y célebre desde sus comienzos, como Pisagua, lugar de batallas y
prisiones, lugar de muerte y encierro, como la historia del Norte.
En la lectura sus personajes son cercanos a la cotidianidad de este
paisaje: el nombre Esmeralda, hundida en un puerto, como la
corbeta de Prat, el Capitán, nombre de similitudes en el imaginario
nortino. Gabriel, como el Presidente González Videla…el regimiento
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“Carampangue”, que aún pena, como ánima en los recuerdos de quienes
lo conocieron desde dentro o fuera en la calle Riquelme de Iquique,
la Unión Soviética, Moscú, rogelios y otros conceptos, propios de una
memoria del siglo XX, trágica de esperanzas y condenatoria hasta la
actualidad por la rigidez capitalista.
La obra en sí misma, invita a pensar en las formas históricas de
la época. No es menor su contexto atávico en lo ideológico y hasta
sísmico en los diálogos; la orden de persecución de González Videla,
entre el juego dominó, señalando el padrón de lo cotidiano de la vida
del hombre y la mujer común.
Los párrafos permiten notar la continuidad del tiempo, a pesar de
las rupturas de normalidad aún suena en los oídos la bienvenida del
Capitán a Pisagua “Métanse bien en la cabeza esta advertencia:
ustedes están aquí como detenidos políticos, y no como ciudadanos
libres ni turistas. Permanecerán en Pisagua hasta que el Gobierno
disponga otra cosa.” En consecuencia, son estas frases las que
sencillamente hace que se piense en el lugar y aún en su temporalidad
y protagonismo en una historia del relato, que fundada en la ficción,
no deja de ser relato de socialización o si se quiere de sociabilidad
de los sucesos, más cuando el título evoca la ideología con la palabra
Pasión.
En sus páginas se transita a esos finales de novelas históricas.
Además, los diálogos dinámicos y profundos de los personajes, hace
que emerja la historia de Iquique. De esta forma, el autor logra el
fin de filosofar del tiempo, como señalaba Marc Bloch(1944), llega
al camino conocido del pasado y se percibe el perfume del recuerdo.
Cada vez me convenzo que el autor del apellido compuesto, se erige como
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LA PASIÓN DEL SASTRE
un miembro de los que se hacen más conocidos que los historiadores,
provocando a veces los celos del ego de la Academia.
En esta obra, Iván Vera-Pinto, nos conduce hacia la memoria y salva
desde sus propios recuerdos los relatos del tiempo ocurrido. Por lo
demás, pone en valor la historia, que hace demasiada falta hoy, sobre
todo cuando vivimos tiempos rapidez de una modernidad que no es
tan moderna y que aún en pretéritas épocas se pregonaba. Así, el
dramaturgo, nos devela los hechos que sólo a dos años del horror de
los campos de concentración de Europa, recreó en Pisagua su estigma
de infamia
Aprendamos del Teatro, de los libretos del tiempo. Gracias por esta
obra Iván, a la sazón nombre de colosos del frío.
Patricio Rivera Olguín
Historiador
Académico de la Universidad Arturo Prat
Barrio El Colorado
Iquique
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LA PASIÓN DEL SASTRE
Un hombre que ame la vida y que luche por ideales
A través de la curiosidad y la búsqueda de su propio padre el autor, Iván
Vera-Pinto, nos transporta a las perdidas memorias de su niñez y del
pasado de nuestra nación, y es que (para quienes lo hemos experimentado
por cualquier motivo) la ausencia del padre, del progenitor, de un “guía”
o una figura paternal en nuestras vidas, ciertamente puede generar
las más diversas pasiones, curiosidades o bien fuerzas creativas. Por
supuesto, nuestro padre no está del todo ausente, siempre nos asecha
su figura fantasmal, generada por nuestra propia imaginación, la cual
tiene el poder potencial de deformar y alejarnos de él, o bien devolvernos,
a través de fragmentos, partes de nuestra propia vida (pasada y futura),
parte en fin de nuestra propia identidad.
Todo ello parece desprenderse en esta exploración que realiza el autor
para retratar y reconstruir, mediante la ficción, el arte, y sobre todo
a través de su pasión teatral, la historia y el alma de su propio padre.
Aquel progenitor ausente que evoca en las memorias de su infancia,
que se desprende suavemente de las lágrimas de su madre y que
innegablemente han marcado a un ser humano que parece buscar un
poco de verdad en la ficción, en su pasión tan personal por contar
historias y, de esta manera, alimentar su alma y la de los espectadores.
Además, se nos devuelve parte de nuestra memoria histórica, de una
forma poética y artística. Las pasiones y conflictos de nuestra nación
nos asaltan nuevamente, llanas, sencillas y explícitas. Pisagua,
mediados de los años 40. Iquique, los conflictos sociales, la continua
represión en el gobierno del presidente Videla; la altanería y ansias
de poder de los militares, simbolizada por la figura del “Capitán”,
el partido comunista y su continua lucha por concretar los deseos y
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derechos de las clases más bajas, etc.
Aquellos hechos tan olvidados y que, sin embargo, para pesar de
muchos se encuentran en las venas de nuestra ciudad, casi escritos por
el tiempo en los ya roídos edificios del centro histórico de la ciudad; de
este Iquique nostálgico y suave como la camanchaca en las mañanas
de invierno. Los hechos acontecidos, las luchas sociales y las pérdidas
de vidas en pro de los derechos más innegables del ser humano están
hoy en día tan palpables como siempre, tan reales y frontales como la
obra en cuestión.
En “La Pasión del Sastre” presenciamos las vidas en contraposición
y las opiniones tan dispares de una misma realidad; tanto la realidad
de los trabajadores y la muy distante situación de las autoridades.
Punto aparte merece la magistral escena del Presidente, un magnífico
momento de sátira sobre la escapista fantasía con que muchas veces
las autoridades ejercen sus cargos. Aunque, por sobre todo, asistimos
a la historia de amor irrefrenable de Francisco y Esmeralda. Y es
que el amor y las pasiones humanas son la clave de esta obra. Un
amor ante todo, puro y trágico. Este amor que se abre paso a pesar
de los problemas y las convulsiones sociales. Un amor por el cual el
protagonista estará dispuesto a entregarlo todo.
La sinceridad con la cual Iván Vera-Pinto trata los temas de su propia
gestación otorga a la obra una fuerza innegable, profundamente
autobiográfica y cruda a ratos. Sin quedarse corta en unos “escapes”
del realismo escénico a mundos poéticos que contrastan con el día
a día de los trabajadores. Devolviéndole al teatro la capacidad de
asombrar y alimentar estéticamente los sentidos y emocionalmente
al alma.
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No debe olvidarse que los hechos presentados en la obra, a pesar de ser
lejanos, tienen una rima a lo largo de toda la historia de Chile, por
lo que tocan de una forma u otra al espectador. Y es que en todas las
obras del autor subyace una visión poética y realista al mismo tiempo;
siendo ésta no una relación conflictiva, como podría llegar a pensarse
en una primera instancia, sino más bien de complementación, como
si mediante la fantasía y la ficción el artista puede comprender mejor
su realidad y a fuerza de delirios poéticos tocar más firmemente el
suelo de la autenticidad cotidiana, para así obsequiarnos un poco
de esa conciencia y responsabilidad social venida de la pasión por
contarnos una historia.
De esta forma se perfila esta obra en la cual se utiliza a las artes
escénicas como una forma de reinventar poéticamente la realidad,
maravillándonos e impactándonos al mismo tiempo; hurgando sin
tapujos en su propia historia personal y en la del país, devolviéndonos
parte de nuestra propia identidad tanto de chilenos como de iquiqueños.
Iván Vera-Pinto, nos regala un relato genuino y cargado de emotividad
que sintetiza muchos de los tópicos ya tratados por el autor: el amor en
tiempos de agitación social, las luchas y tragedias ocurridas en Chile,
perpetradas por las manos que debían protegernos y permitirnos por
fin el derecho de vivir en paz.
Manuel Alejandro Sánchez S.
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La verdad develada
Tengo la certeza que el espíritu del teatro es capaz de trascender
el mar encrespado y las nubes fatídicas que cíclicamente acechan
nuestras existencias. El teatro tiene la fuerza para comunicar, más
allá de las fronteras geográficas y culturales, las imágenes mentales,
los conceptos y emociones que cobran vida a través del diálogo y la
acción teatral.
“La Pasión del Sastre”, nació de mi obsesión por indagar sobre la vida
de mi padre, Francisco Vera-Pinto, un prestigioso sastre que vivió
en Iquique hasta la década de los 60; dejando tempranamente este
mundo y legándome como herencia imágenes vagas, fragmentos de
historia y fantasmas que desde los cuatro años de edad he intentado
exorcizar.
Después de muchos años de su desaparición, llegó a mis manos un libro
escrito por el general Augusto Pinochet, quien cita a mi padre como
uno de los personajes con quien inicialmente mantuvo una relación
de amistad; y que posteriormente, custodió como preso político en el
campo de concentración de Pisagua, el año 1947.
A partir de este preliminar antecedente creció en mí la curiosidad
por saber más sobre este cercano y a su vez desconocido protagonista,
quien gozó de diversas vinculaciones sociales y que, paralelamente,
mantuvo una activa militancia política comunista. Luego, en
mi exploración familiar, surgieron sustanciosas anécdotas y
sufrientes entornos sentimentales que directamente han marcado
mi existencia.
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A esa altura recordé las palabras del maestro teatral Eugenio
Barba “El artista debe tener un ojo anfibio, uno para mirar en la
superficie, y otro para mirar debajo del agua”; entonces me propuse
auscultar el amor y la pasión que sintió este hombre por una mujer
que lo deslumbró hasta enloquecer. Comprendí que todo lo que hizo
Francisco en su vida fue movido por la pasión, ese maravilloso ímpetu
que nos impulsa a entregar lo mejor de nosotros por los demás, sin que
medie lógica alguna.
Como dramaturgo consideré que debía, con coraje, cuestionar a
este hombre y, en el dolor, redimirlo con sus valores, debilidades,
contradicciones y principios. Sentí que no debía idealizarlo ni
representar las cosas como fueron aparentemente, sino que tenía que
revelar su verdadero amor y su vida pasional, de una manera más plena
y fuerte. Tal vez, el ímpetu del texto no sea más que un fiel reflejo
de mi embriaguez con el padecimiento y la nostalgia paternal. Hoy,
sin pudor, intento reflotar a ese descarnado niño que, bajo ninguna
circunstancia, compartió caracolas, regalos, cumpleaños ni navidades
con su mentor. Ese niño que, de manera incesante, se preguntaba por
qué su madre lloraba sin ninguna razón y, cómo hubiera sido su vida
si su padre lo hubiese acompañado en su existencia. Interrogantes
todas que, por largos años, no pudo develar.
Después del anterior ejercicio auto expiatorio, descubrí que el hilo
conductor debía ser la historia sentimental y política de Francisco; un
hombre que se enamoró totalmente de una mujer- siendo él casado - y
quien, además, fue testigo presencial de una experiencia trágica que
enlutó a trabajadores, dirigentes sindicales, profesionales, dueñas de
casa, jóvenes y viejos, que convirtieron sus calvarios en una verdadera
epopeya épica en el norte de Chile.
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Posteriormente, vino la lectura de “Pisagua: La Semilla en la Arena”,
de Volodia Teitelboim, novela que me ilustró uno de los hitos de
vergüenza y dolor de la historia de Chile, cuando el gobierno de
Gabriel González Videla, promulgó la ley de defensa de la democracia,
rebautizada por el pueblo como “la ley maldita”, la que puso en la
ilegalidad al partido comunista, relegando a más de dos mil hombres
y mujeres al primer campo de concentración de nuestro país: Pisagua.
He complementado esta búsqueda con otros escritos que describen los
tortuosos y humillantes actos que se cometieron en Pisagua, el año
47. Todo aquello me ha permitido dar el realismo y emotividad a
este texto, sin minimizar el contorno de ficción que debe tener toda
creación artística.
La melancólica atmósfera de Iquique de esos años y las pesadas
sombras de las derruidas construcciones patrimoniales que caen
sobre Pisagua, constituyen el telón de fondo donde se desenvuelven un
conjunto de acontecimientos vivenciales que han dejado profundas
huellas en el imaginario de quienes hemos nacido en este confín de
la tierra.
Sin pretender ser una obra histórica, esta creación dramática
se propone – como lo expresó Mario Benedetti, en “Pedro y el
Capitán” – “recuperar la objetividad, como una de las formas para
recuperar la verdad”. Es por ello que el argumento está matizado con
acontecimientos históricos y políticos que a veces el autor trastoca,
intencionalmente, en tiempos y lugares para plasmar teatralmente
un pasado no muy lejano que aún golpea nuestras vidas. No obstante,
la obra no está destinada a provocar más lamentos ni añoranzas, sino
más bien a recuperar la memoria histórica sepultada por un sistema
político que ha intentado cubrir con un manto de olvido pasajes
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fuliginosos de nuestra realidad nacional.
Por ende, “La Pasión del Sastre” es una obra abiertamente biográfica
que evoca una intensa y sacrificada historia de amor, ambientada en
uno de los períodos de tiempo de mayor convulsión y controversia en
la memoria de nuestro país.
Al terminar este texto me quedo con la sensación que es muy complejo
construir una historia de amor en momentos revueltos, cuando todos
conviven permanentemente con la muerte, cuando los protagonistas
son herederos de un período de enfrentamientos y odios fraticidas;
sin embargo, también siento el convencimiento que cuando el amor
es verdadero trasciende a la muerte, a las ilusiones y a los sueños;
conmueve a los más fríos, diluye todas las fronteras y vuelve a florecer
en un día de primavera.
El autor
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No podemos vivir eternamente rodeados de muertos y de muerte.
Y si todavía quedan prejuicios hay que destruirlos.
“El deber”
digo bien
“EL DEBER”
del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un
texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino
al contrario salir afuera
para sacudir
para atacar
al espíritu público
si no
¿para qué sirve?
¿Y para qué nació?
Antonin Artaud
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A la memoria de Victoria y Francisco,
por las alas que me dieron para volar
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Mis sinceros agradecimientos a:
Lautaro Cáceres
Juan Carlos Rocha
Jeannette Baeza
Patricio Rivera
Luis Espinoza
Francisco Sibulka
Manuel Alejandro Sánchez
Actores Teatro Expresión
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LA PASIÓN DEL SASTRE
Iván Vera-Pinto Soto
Personajes
Francisco, 45 años
Capitán, 32 años
Cecilia, 42 años
Esmeralda, 30 años
Ángel, 45 años
Ernesto, 40 años
Alejandro, 40 años
Animador, 25 años
Gabriel, 48 años
Jorge, 50 años
Niño, 5 años
Segundo niño, 10 años
Otros hombres
Tal vez, esta historia ocurrió a mediados de los años 40 del siglo
pasado, en el norte de Chile.
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ESCENA I: PASIONAL
(Se proyecta en una panorámica la escena final de una película
antigua, en blanco y negro. En ella aparece un niño que mira
curiosamente desde un estrecho balcón hacia la calle. Abajo, frente
a la puerta de casa, se encuentra un carro mortuorio, tirado por
unos caballos que esperan impacientemente la orden de partida.
De pronto, aparece Esmeralda, vestida con un riguroso traje
negro. Se detiene, mira al niño y le abraza con mucha ternura.
Unas lágrimas extensas y silenciosas bañan el moreno rostro de
la mujer. Pausa. El niño suavemente se desprende de sus brazos
y se desplaza hacia un antiguo mueble donde yace una figura
de yeso con la imagen de la diosa Venus, descabezada. Se queda
un momento silente mirando la divinidad, luego toma su cabeza
entre sus manos y dirige su mirada hacia el infinito. Esmeralda,
contempla al niño y ahoga su llanto; luego, presurosa, se desplaza
hacia un piano. Se sienta y acaricia con sus manos la cubierta
del instrumento musical; después, ceremoniosamente, abre la tapa
y comienza a interpretar con decisión el tango “Pasional”, letra
de Mario Soto y música de Jorge Caldara. Desde la oscuridad,
emerge la sombra de Francisco que canta con voz añeja y cansada.
El pequeño se acerca hacia la mujer y le da un beso en su mejilla.
Finalmente, se dirige hacia Francisco y le entrega la cabeza de
Venus)
No sabrás... nunca sabrás
lo que es morir mil veces de ansiedad.
No podrás... nunca entender
lo que es amar y enloquecer.
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Tus labios que queman... tus besos que embriagan
y que torturan mi razón.
Sed... que me hace arder
y que me enciende el pecho de pasión.
Estás clavada en mí... te siento en el latir
abrasador de mis sienes.
Te adoro cuando estás... y te amo mucho más
cuando estás lejos de mí.
Así te quiero dulce vida de mi vida.
Así te siento... solo mía... siempre mía.
Tengo miedo de perderte...
de pensar que no he de verte.
¿Por qué esa duda brutal?
¿Por qué me habré de sangrar
si en cada beso te siento desmayar?
Sin embargo me atormento
porque en la sangre te llevo.
Y en cada instante... febril y amante
quiero tus labios besar.
¿Qué tendrás en tu mirar
que cuando a mí tus ojos levantás
siento arder en mi interior
una voraz llama de amor?
Tus manos desatan... caricias que me atan
a tus encantos de mujer.
Sé que nunca más
podré arrancar del pecho este querer.
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Te quiero siempre así... estás clavada en mí
como una daga en la carne.
Y ardiente y pasional... temblando de ansiedad
quiero en tus brazos morir.
(La canción es interrumpida por el galope muy cercano de
unos caballos que emprenden su marcha, arrastrando el carro
mortuorio. Los dedos de la mujer quedan congelados sobre las
teclas del piano, el rostro se pone tenso y livianamente su cuerpo
se desploma. Francisco desaparece. Apagón)
ESCENA II: LONDON 1946
(Se ilumina la escena de una sastrería de los años 40. En algunas
mesas hay revistas, telas y diversas reglas de madera. En un
rincón hay un maniquí y a su lado una máquina de coser antigua.
Francisco, muy bien vestido; toma medidas con un centímetro
el cuerpo de un cliente. Con paciencia hace anotaciones en un
cuaderno. De rato en rato, come de un plato pequeños trozos de
queso y tocino. Además, tiene en un mesón una copa de vino que
bebe esporádicamente)
FRANCISCO: Disculpe, ¿me dijo que su apellido es Padilla?
CAPITÁN: Sí, José Ramón Padilla. Y su nombre es Francisco Téllez
¿no?
FRANCISCO: Pancho, para los amigos… ¿Es nuevo por estos pagos?
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CAPITÁN: Sí. Llegué desde Santiago hace pocos meses, en diciembre.
Fui destinado al Regimiento Carampangue.
FRANCISCO: ¡Ah! ¿Entonces usted es uniformado?
CAPITÁN: Sí, soy capitán de ejército.
FRANCISCO: ¡Qué bien! (Medio serio y medio en broma) Capitán:
en nombre de todos los vecinos de este puerto le doy la más cordial
bienvenida. (Le da un apretón de mano) Mire usted, suele ocurrir
que cuando llegan los afuerinos a Iquique, habitualmente no se
acostumbran a vivir entre estos acantilados pelados y el desierto
más árido del mundo. Pero, con el tiempo, se adaptan a nuestra
tranquilidad, al eterno sol y a nuestras hermosas playas. Creo que a
usted le va a pasar lo mismo. Acuérdese de mí.
CAPITÁN: Espero que así sea, porque en abril pasé el primer susto.
FRANCISCO: ¿Susto?
CAPITÁN: Sí, pues, por la salida del mar que hubo en la ciudad.
FRANCISCO: Le aseguro que con el pasar del tiempo los temblores y
marejadas no lo van asustar. Este es pan de todos los días. Ahora, si
come guayabas de Pica se va a quedar aquí para toda la vida.
CAPITÁN: Es posible…No sé. A lo mejor cuando sea General me
compro una casa por aquí y me vengo a radicar con toda la familia.
Uno nunca sabe lo que le depara el destino. Por ahora me interesa
tener un buen terno para asistir a las infaltables fiestas que suelen
invitarme.
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FRANCISCO: Tenga confianza que el terno le va a quedar a la ”pinta”.
Usted sabe, los sastres debemos preocuparnos hasta de los mínimos
detalles. La técnica de mi oficio está en hacer el corte preciso de la
tela, para que los varones luzcan siempre elegantes, como verdaderos
gentlemen: así reza la publicidad de la sastrería London.
CAPITÁN: Me han contado que usted hace verdaderos milagros con
los ternos; incluso, hasta los cuerpos más extraños los hace parecer
normales y perfectos. Eso sí que es un arte.
FRANCISCO: Tiene razón, el oficio del sastre es un arte. En mi caso
heredado de mi familia peruana.
CAPITÁN: (Asombrado) ¡Ah! ¿Usted es peruano?
FRANCISCO: Mitad peruano y mitad chileno, como muchos de los
habitantes de este puerto. Mi madre era chilena y mi padre peruano.
Bueno, después del plebiscito del 25, uno se quedó por acá y el otro
se fue a su tierra natal. Usted seguramente se habrá enterado que
la Ligas Patrióticas persiguieron a muerte a todos los peruanos y
bolivianos que se quedaron en la ciudad.
CAPITÁN: Las Ligas Patrióticas ayudaron a chilenizar esta zona,
porque sino corríamos el riesgo de perder nuestros territorios ganados
con la sangre de nuestros valientes soldados en la Guerra del Pacífico.
FRANCISCO: Capitán, creo que en ese tema no nos vamos a entender.
Usted se dará cuenta que por mis venas corre sangre chilena y peruana.
CAPITÁN: Lo entiendo. Como dice el refrán:”para hablar de política
y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”. Pero cuénteme de su
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oficio. ¿Cuándo comenzó a trabajar en esta actividad?
FRANCISCO: Hace mucho tiempo. Tenía exactamente diez años, en
esa época vivía sólo con mi padre, en Arequipa; el tenía una sastrería.
Ahí empecé sacando hilvanes a los ternos. Al tiempo me enseñó a
coser, pero no a cortar tela, hasta que agarré la mano y aquí estoy.
CAPITÁN: Y ahora es un prestigioso maestro. Me imagino que entre
tantos clientes, no deben faltar los difíciles; a esos que nada le gusta
y que nada le queda bien.
FRANCISCO: Sí, de todo hay en la viña del Señor. Pero en esa
situación siempre hay que usar la astucia.
CAPITÁN: ¿Cómo así?
FRANCISCO: Usted escuchó alguna vez la vieja fábula del rey que
era muy difícil de satisfacer. Y cuando se mandó hacer un traje,
su sastre se le ocurrió aquella genial idea de decirle que le había
confeccionado una tenida tan maravillosa que era invisible para las
personas comunes. Solamente los inteligentes podrían ser capaces de
ver la belleza de esa prenda.
CAPITÁN: ¡Ah, sí! Recuerdo que el rey no deseaba parecer como un
tonto frente a sus siervos, por eso que afirmó que veía perfectamente
el supuesto vestuario. Al final, compró el engaño y salió a la calle “en
pelotas” (Ríe)
FRANCISCO: (Ríe) Así es capitán. Me parece que de ese cuento
podemos sacar, por lo menos, dos moralejas: La primera, que a veces
la vanidad nos traiciona. Y, la segunda, ¿acaso el oficio del sastre no
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consiste en disimular la realidad?
CAPITÁN: Y yo agregaría una tercera.
FRANCISCO: ¿Cuál?
CAPITÁN: Que los sastres son unos mitómanos (Ríe)
FRANCISCO: Quizá usted tenga razón (Ríe)
CAPITÁN: Pero no olvide lo que dicen en mi tierra: “Siempre cae más
pronto un mentiroso que un cojo” (Socarrón) Así que, don Francisco,
tenga mucho cuidado con mentir en su vida.
FRANCISCO: (Sonríe) Sí, por supuesto, lo tendré. Capitán, tengo el
presentimiento que vamos a tener muchos temas para conversar en el futuro.
CAPITÁN: Posiblemente. Además, déjeme decirle que siempre admiro
a los hombres que hacen bien su trabajo y cumplen a cabalidad lo que
se les ordena.
FRANCISCO: De mi trabajo no tendrá motivos para quejarse. Vuelva
el próximo viernes para hacerle la primera prueba de su terno; más o
menos, a las 20.00 horas.
CAPITÁN: Estaré aquí en punto. (Se estrechan las manos. Apagón)
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ESCENA III: LA AGONIA
(Se proyecta en la panorámica otra escena de la película. Ahora
se ve una cama donde yace Cecilia agonizante. De espalda a ella y
cerca de una ventana abierta se encuentra Francisco leyendo una
carta. Se escucha la voz de Esmeralda)
CECILIA: (Con voz desfalleciente) Francisco, escúchame en estos
mis últimos minutos de vida. Tú sabes que hace mucho tiempo que
dejé de sentir el calor de tu piel sobre mi piel y la humedad de tus
labios en los míos. Nuestros últimos años han estado impregnados de
muchos silencios, mentiras, hipocresías y ausencias…
VOZ DE ESMERALDA: Estoy segura que lo nuestro no es una
pasión suspendida en el aire; al contrario, es un proyecto que anida
fantasías y sueños compartidos. Quisiera volar contigo, no dejar
nunca tus labios y el calor de tus manos. Pero, sé que la vida no te
regala nada, por eso sufro en estos momentos de soledad. Por ahora
no tengo otra alternativa, debo conformarme con ser tu mejor alivio,
tu deseo y tu locura…
CECILIA: Sé que nada es eterno y que el amor que nos prometimos cuando
joven se fue marchitando, día a día. Si crees que no sé lo que ocurre, no me
conoces; recuerda que una vez me amaste igual que hoy a ella…
VOZ DE ESMERALDA: ¡Cómo es la vida! Aunque parezca extraño,
trato de comprenderte y consolarte por el momento que vives con tu
esposa. Estoy clara que la parte que me toca vivir en esta relación es
ingrata. A pesar de aquello, estoy contigo; te acompaño en tu mudez,
en tus preocupaciones, en las locuras, en las palabras que afloran de
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ti; en las pequeñas y grandes cosas que hemos vivido…
CECILIA: ¿Por qué no dices nada? ¿Acaso no tienes nada qué hablar?
Tienes el aspecto de un hombre vacío. Pareciera que el moribundo eres
tú y no yo. (Silencio) Está bien, no digas nada, no te culpo. Tal vez, si
tuviera la oportunidad de vivir una vez más nuestro matrimonio, haría
todo de una manera distinta a como la hice… (Su voz se desvanece)
VOZ DE ESMERALDA: Te amo con ganas de apartarte de este
mundo que asfixia. Te amo y me dan ganas de contarle a todo el
mundo que esto es así. Te amo con ganas de dormir a tu lado, abrigada
a tus brazos y besando suavemente tu boca.
Tu Esmeralda
(Francisco, huele la carta y la guarda en un bolsillo interior de su saco.
A lo lejos se escucha el sonido de un barco entrando al puerto. Apagón)
ESCENA IV: PENTOLACCIA 1940
(Se escucha una música de carnaval de los años 40. Un animador
habla por medio de un micrófono)
ANIMADOR: Buenas noches, damas y caballeros. Hoy, al igual que
todos los años, nos reunimos en este hermoso local del Círculo Italiano,
para celebrar esta fiesta carnavalesca de la Pentolaccia. Esta noche
tenemos numerosos premios para los mejores disfraces individuales y
comparsas. Pero, antes de pasar a ese momento culminante y muy esperado
por los asistentes, les quiero invitar a seguir divirtiéndose con la música del
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maestro Choche Mérida ¡Vamos a bailar un valsecito peruano!
(Se escucha el vals “Alma, corazón y vida”, de Adrián Flores.
Francisco está sentado, con la pierna cruzada; en una mano
sostiene una copa y en la otra un cigarro con boquilla. Al frente
está Esmeralda, vaporosamente vestida, habla y ríe con otras
personas. Francisco, la mira fijamente y ella responde con sonrisas
coquetonas. El hombre se levanta y se aproxima hacia ella)
FRANCISCO: Señorita ¿me concede este baile?
ESMERALDA: Con todo gusto. (Bailan en la pista)
FRANCISCO: (Persuasivo) Disculpe, qué mal educado soy. Aún no
me he presentado. Mi nombre es Francisco Téllez Rivero. Panchito,
para las amigas y amigos.
ESMERALDA: Mucho gusto. Me llamo Esmeralda.
FRANCISCO: (Sugestivo) ¡Qué bonito nombre! Igual que nuestra
gloriosa fragata.
ESMERALDA: Sí, llevo el mismo nombre de la nave de Arturo Prat,
aunque debo decirle que también tengo sangre peruana, por parte de
mi abuela. Contradicciones de la vida ¿No le parece?
FRANCISCO: Sí, claro. A mí me pasa lo mismo: los parientes los
tengo repartidos en uno y otro lado de la Línea de la Concordia.
ESMERALDA: Todos estamos entremezclados en este puerto:
peruanos, bolivianos, italianos, chinos, ingleses, españoles…
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: (Le interrumpe) Esmeralda, su belleza es única,
incluso, me atrevería a decir exótica.
ESMERALDA: (Sonríe) ¿Exótica?... ¿No cree que exagera?
FRANCISCO: No estoy seguro si es esa la palabra adecuada; pero sí
puedo asegurar que usted posee una belleza jamás vista por mis ojos.
Me atrevería a compararla con la de la actriz María Félix; o mejor
dicho María Félix es el retrato vivo suyo.
ESMERALDA: ¿Es así con todas las mujeres que conoce en un baile?
FRANCISCO: Por supuesto que no, sólo me motivan las bellezas como
la suya.
ESMERALDA: (Deja de bailar) ¿No le parece que va muy rápido
con su plan de conquista, señor Casanova?
FRANCISCO: Por favor, no me interprete mal. No soy un Don Juan.
ESMERALDA: Mire, don Francisco…
FRANCISCO: Panchito para usted…
ESMERALDA: Don Francisco, usted es muy conocido por su
galantería con las mujeres.
FRANCISCO: Le ruego que no haga caso a la mala reputación que
me dan algunos envidiosos. Debe creerme, soy un hombre formal,
respetable y muy cortés con las damas.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESMERALDA: (Irónica) Sí, claro, le creo todo. Estoy segura que
con el desplante que tiene no es capaz de seducir a ninguna mujer.
Don Francisco, todos nos conocemos en nuestra ciudad y usted tiene
fama de conquistador.
FRANCISCO: Con una belleza como usted no se debe discutir nada,
únicamente acatar su decisión…Esmeralda ¿le parece que vayamos a
tomar una copa de champagne al balcón para refrescarnos?
ESMERALDA: ¿Una copa al balcón?
FRANCISCO: Sí, los dos solitos, contemplando la luna.
ESMERALDA: ¿Y después?
FRANCISCO: Bueno, después, lo que usted mande.
ESMERALDA: (Interesada) ¿Lo que yo mande?
FRANCISCO: Tal como escuchó: lo que usted mande.
ESMERALDA: Muy bien, entonces nos tomamos la copa de licor a la
luz de la luna y después se va derechito a su casa, para que se ocupe
de su esposa y sus cuatro hijos que lo deben estar esperando. Adiós,
señor Casanova (Decidida se aleja de la fiesta)
FRANCISCO: (Sin atinar a nada) ¡Esmeralda! ¡Espere, por favor!
¡Qué mujer! Tiene el mismo carácter de María Félix. No hay duda: Es
la doña (Sonríe. Apagón)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESCENA V: LOS AMIGOS
(En un restaurante típico se encuentran sentado en una mesa
circular Francisco, junto a dos hombres. Beben vino y comen trozos
de queso. De fondo se escucha un vals de la época)
ERNESTO: (Lee el titular del Diario Tarapacá) “Otro día sin pan
estará la población de Iquique”
ALEJANDRO: Cuenta una nueva. Todo escasea: el aceite, la carne, la
leche y el azúcar. En las mañanas hay largas colas de personas frente
a los negocios.
ERNESTO: Lo que pasa es que hay comerciantes inescrupulosos que
están acaparando los alimentos para subir los precios.
FRANCISCO: A esos tipos deberían meterlos presos.
ALEJANDRO: No, todo lo que ocurre es por culpa de los comunistas.
FRANCISCO: No, lo que pasa es que el gobierno se abanderizó con los
conservadores y olvidó el compromiso con los más pobres; es por eso
que los trabajadores se están movilizando.
ERNESTO: (Lee el diario) Escuchen la cartelera de miedo que tiene
el cine Nacional: “Mañana se presentará la película más esperada:
Doña Bárbara, la mujer que devora a los hombres; interpretada por
María Félix” ¿Qué les parece muchachos?
ALEJANDRO: A mí me gustaría que me comiera la María Félix,
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LA PASIÓN DEL SASTRE
sería el hombre más feliz del mundo.
ERNESTO: ¡Pucha que es rica esa mujer!
FRANCISCO: Ya no se pasen películas cabritos y juguemos mejor al
dominó. El que pierde paga el pedido. (Abre una caja de dominó y
revuelve las piezas) ¡Ya cabritos, empezó el juego! ¡Aquí voy con el
chancho seis! (Coloca la pieza en la mesa)
ERNESTO: ¡Sigo yo! (Juega)
ALEJANDRO: ¡Me toca! (Juega)
FRANCISCO: A ver déjenme servirle un poco más de vinito. ¡La sangre
de Cristo! (Coloca vino en todas las copas) Ahora ¡Salud! (Todos
responden. Sigue el juego) ¿Y qué novedades políticas tenemos ?
ERNESTO: La verdad es que la situación está que arde. ¿Supieron la
última orden que dio el presidente González Videla?
FRANCISCO: No ¿Cuál?
ERNESTO: Mandó arrestar a Neruda por la carta que leyó en el
Congreso diciendo que el presidente es un dictador.
ALEJANDRO: (Admirado) ¡Nooo! Las huevadas que habla el poeta.
¡Está cagado! Puede ser un buen escritor, pero de política no sabe
nada…(Apagón)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESCENA VI: JORGE Y GABRIEL
(Se siente el sonido ascendente de una locomotora que inunda el
espacio. Ambiente irreal. Surge una pareja de hombres bailando
románticamente el tema de Cole Porter, Begin the Beguine,
interpretado por Frank Sinatra)
JORGE: Gabriel, amor, para qué te calientas la sangre con el poeta.
GABRIEL: Jorge, escuchaste la carta que leyó en el Congreso...
JORGE: Sí, amor, no le hagas caso…
GABRIEL: Pero, cómo es posible que diga que soy un tirano. Stalin,
ese sí que lo es.
JORGE: (Le da un beso en la cara) Gabi, mi vida, no te amargues con
esa gente. Tú asumiste el mandato por la vía democrática, con el 40
por ciento de las preferencias, incluso, con el apoyo de los comunistas
y socialistas.
GABRIEL: Aún recuerdo mi primer discurso: Yo les aseguro a ustedes
que no habrá poder humano ni divino capaz de romper los lazos que
me unen al partido comunista y al pueblo (Ríe) ¡Qué estupidez decía!
JORGE: Cielito mío, los únicos culpables son ellos: los bolcheviques
criollos. ¡Es el colmo! Recientemente propiciaron una huelga de la
locomoción colectiva en Santiago; luego han anunciado otras huelgas en
los minerales de Lota, Coronel, Curanilahue y Lirquén. Y más adelante
será Chuquicamata. Me imagino las tremendas pérdidas para el país.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
GABRIEL: Es por eso que me vi forzado a expulsar a los comunistas
de todos los cargos públicos. No son de mi confianza.
JORGE: Lo sé Gabriel, están atornillando al revés. Ellos obedecen
exclusivamente a los jerarcas de Moscú.
GABRIEL: En todas partes los rojos no dejan gobernar a los
demócratas. Por eso también rompí relaciones diplomáticas con la
Unión Soviética.
JORGE: (Detienen el baile) Ese es mi Gabriel: enérgico y decidido.
Ven, abrázame fuerte, así… (Se abrazan y se besan suavemente)
Amor, deja fluir tus sentimientos y deseos. Hazte respetar y desátate
de las camisas de fuerza que te quieran poner…
GABRIEL: Tienes toda la razón. Seré duro contra todos los enemigos
de nuestra democracia…
(Retorna el sonido fuerte de la locomotora. Apagón)
ESCENA VII: POR LA RAZÓN O LA FUERZA
ERNESTO: (Se dirige a Alejandro) Compadre, no le permito que
hable mal del compañero Neruda. Te aseguro que si fueras otro ya te
hubiera dejado tendido en el piso de un sólo puñetazo.
ALEJANDRO: Compadrito, quédese calladito mejor, porque en
cualquier momento se lo pueden llevar los uniformados a guardar
quién sabe dónde.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: (En son de burla) ¡Mira como tirito!
ALEJANDRO: (Mira hacia fuera) Y hablando de militares, miren
quién viene allí (Entra al local el capitán. Hace una venia a los
hombres) ¡Capitán! Por favor, venga a sentarse con nosotros a esta
mesa (El oficial se acerca a los hombres que dejan de jugar)
CAPITÁN: Señores, buenas noches (Todos responden al saludo)
ALEJANDRO: Capitán, no es común verlo por estos lados.
CAPITÁN: Estoy de franco y salí a caminar un poco.
ALEJANDRO: ¡Qué bien! (Le sirve al capitán una copa de vino)
Sírvase un vinito con nosotros. ¡A su salud!
CAPITÁN: Gracias. ¡Salud! (Bebe) Parece que están muy entretenidos
jugando.
ERNESTO: Después de una ardua jornada de trabajo nos relajamos
y conversamos de todo un poco.
ALEJANDRO: Adivine de qué estábamos discutiendo.
CAPITÁN: No sé me ocurre.
ALEJANDRO: De política.
CAPITÁN: (Poco convencido) ¡Ah!
ALEJANDRO: (Señalando a sus amigos) Es que mis amigos son
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LA PASIÓN DEL SASTRE
“rogelios”, es decir comunistas.
CAPITÁN: (Admirado) ¡No le puedo creer!
ALEJANDRO: Sí, así como usted escucha. Y con carné en mano.
¿Qué le parece?
CAPITÁN: (Con el seño fruncido) ¡Mmm...! No me parece bien.
(Mirando a Francisco) Me extraña, don Francisco, que usted siendo un
hombre de negocios y respetado en la ciudad tenga esa afiliación política.
FRANCISCO: Capitán, estamos en un país libre y cada ciudadano
piensa de acuerdo a su conciencia.
CAPITÁN: Entiendo que vivimos en democracia, pero el marxismo
es una lacra que corrompe a todas las naciones. Hay que frenarlo
antes que nos destruya.
ERNESTO: Capitán, eso es lo que dicen los yanquis. Usted sabe
perfectamente que el mundo está dividido en dos. La amenaza de la
guerra fría pone saltones a los gringos por el avance de las fuerzas
progresistas.
CAPITÁN: Iquique está muy lejos de la capital y las informaciones
no siempre llegan aquí de manera completa; no obstante, yo que he
tenido que viajar por razones de servicio a Santiago me he dado cuenta
que vivimos a las puertas de una guerra civil.
ALEJANDRO: No va ser ninguna sorpresa que el gobierno dicte una
ley contra el comunismo. No le queda otra alternativa, ya que en estos
días sus antiguos socios son sus peores enemigos.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: El gobierno tiene miedo porque en las recientes elecciones
municipales de abril el partido comunista se transformó en la tercera
fuerza política con el 16% de los votos, seguido por los radicales y los
conservadores, cada cual con el 20%.
FRANCISCO: Además, los comunistas tienen un gran peso a nivel
sindical.
CAPITÁN: Tengo la impresión que el gobierno ya tiene un plan para
resolver los conflictos con todos los agitadores.
FRANCISCO: Sí, ya me imagino la forma cómo va a resolver los
problemas: con represión.
CAPITÁN: No se olvidé lo que dice el lema de nuestro escudo nacional:
“Por la razón o la fuerza”. Hay gente que no entiende razones, por lo
mismo la autoridad tiene el deber de obligarlos a respetar las leyes y
el Estado de Derecho.
FRANCISCO: (Va a responder, pero se queda absorto mirando a
alguien que pasa por la calle. Se levanta apresurado) Disculpen
señores, no crean que me rindo en esta discusión, pero mis ojos han
visto a Esmeralda, la mujer que amo en mi vida. Permiso, luego nos
vemos… (Sale muy rápidamente. Los otros quedan sorprendidos
mirándolo)
ERNESTO: (Ríe) Panchito, nunca va a cambiar. Si ve una escoba
con pollera es capaz de seguirla hasta el fin del mundo.
ALEJANDRO: (Ríe) Así es. Pero esta vez parece que su relación es en serio.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: ¡Ah!, sí, la conozco de vista. Me contaron que a esta mujer
la abandonó su esposo cuando tenía nueve meses de embarazo.
CAPITÁN: ¿Y quién fue ese desgraciado?
ERNESTO: El desgraciado era un militar, igual que usted. (El
capitán le da una mirada muy seria)
ALEJANDRO: Oye, Ernesto, cuidado. No ofendas al capitán.
ERNESTO: No, compadrito, yo no ofendo a nadie. Únicamente digo
que hay desgraciados que no saben respetar a las mujeres. Usando las
mismas palabras del capitán, a esos cobardes hay que enderezarlos
“por la razón o la fuerza”.
ALEJANDRO: Capitán, no le haga caso a mi compadre, a esta hora
se pone odioso.
CAPITÁN: No se preocupe, tengo el cuero duro. Estoy acostumbrado a
lidiar con odiosos y rabiosos (Da una mirada penetrante a Ernesto)
Buenas noches, señores (Sale)
ERNESTO: (Se mofa por atrás) ¡Hay mira como tirito! A éste no le
alcanzó el “mate” (Hace un gesto con la mano en la cabeza) y tuvo
que meterse de milico. ¡Tan arrogante el tipo!
ALEJANDRO: ¡Ya córtala, hombre! Uno de estos días te vas a meter
en problemas.
ERNESTO: (Con coraje) No le tengo miedo a nadie. Y si algún día me
quieren llevar detenido por mis ideas, aquí estoy ¡Que me lleven preso!
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ALEJANDRO: (Ríe) ¡Comunista de mierda!
ERNESTO: (Ríe) Y tú ¡Momio de mierda!
ALEJANDRO: Ernesto, creo que a pesar de nuestras diferencias
políticas, seguiremos siendo amigos hasta la muerte ¿Qué me dices?
ERNESTO: Por supuesto, Alejandro.
ALEJANDRO: Entonces venga esa copa ¡Salud! (Ríen y beben. Apagón)
ESCENA VIII: EL ENCUENTRO
(Esmeralda está parada en una estación mirando a un tren partir.
Se escuchan sonidos de locomotoras, gente y vendedores. Toda esta
escena debe tener un tono poético y mágico)
ESMERALDA: (Soliloquio) Nunca tuviste la valentía de decirme
que te ibas para siempre. Simplemente un día tomaste tu maleta y te
perdiste entre la bruma de un camino desconocido, sin considerar a
tu esposa ni a la niña que llevaba en sus entrañas. Me dejaste con el
cuerpo marchito y las manos vacías. Ahora, en la última hora del
crepúsculo, busco fría y solitaria el recuerdo amargo de ese atardecer…
(Sin que la mujer se de cuenta aparece Francisco y coloca
suavemente una mano en su hombro)
FRANCISCO: (En susurro) Esmeralda…
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESMERALDA: (Se mantiene quieta y levemente esboza una
sonrisa) ¿Quién eres?
FRANCISCO: (En susurro) Soy simplemente un hombre enamorado
que te invita a extraviarte en mares de amor intenso. Un desconocido
que con desesperación desea quedarse dentro de ti, en un cautiverio
eterno. Un amante que quiere naufragar en tu piel y volver a resurgir
con el roce suave de tus morenos pechos. Un apasionado que quiere
encender el fuego de tu intimidad silenciosa.
(Francisco besa a la mujer en el cabello y en su cuello. Luego
suavemente acaricia sus senos. La mujer expresa una sutil
fascinación en todo su cuerpo. En seguida, Francisco desabrocha
por la espalda el vestido de Esmeralda, éste cae livianamente al
suelo, quedando en ropa interior. El la vuelve a besar en la espalda.
Ella gira y se aferra a él, formando un solo cuerpo plástico, sensual
y poético. Hacen el amor en el suelo. En seguida, Esmeralda yergue
su cuerpo y mira amorosamente a Francisco)
ESMERALDA: Será que el amor que siento por ti transformó las
barras de hielo en primaveras de colores. Será que mi pecho se hincha,
cuando estás contra mis senos embriagados y apretados, dejando caer
saliva caliente y fría, Será que mis piernas son tu camino a mis íntimas
cavernas que te esperan mojadas. Será que mi sangre contiene más de
la tuya. Será que nuestra unión despierta las mínimas verdades. Será
que ya no puedo vivir sin ti... sin tu nombre...sin tus besos…
FRANCISCO: (Levanta a Esmeralda del piso. Ahora ambos están
de pie) Esmeralda, me desnudo ante tu luz, ante tu deseo, mi deseo
... consecuencia de este sentimiento que nació, entre el aire que mecía
las palabras, emoción de un reflejo interior, agobiante de soledad y
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LA PASIÓN DEL SASTRE
tumbas selladas; sin aromas, sin placer, sin vida, sin piel, sin agua
fresca de vertientes silenciosas.
(Vuelven a besarse. Se produce un cambio de luz. La atmósfera
ahora es realista. Se ilumina una habitación. La mujer continúa
en ropa interior y Francisco le prueba un traje)
FRANCISCO: Negrita, este traje te va a quedar hermoso en tu cuerpo.
Vas a lucir como princesa para las fiestas de fin de año.
ESMERALDA: Si lo dices tú, así será. Francisco ¿amas tu trabajo?
FRANCISCO: Sí, amor, como tú al piano.
ESMERALDA: Algún día deberías enseñarme tu arte.
FRANCISCO: Por supuesto, debes seguir la tradición. Y después tú me
enseñas el tuyo. No, la verdad que no sería buen alumno de piano. Mis
manos nacieron con una tijera para perpetuar este oficio familiar.
ESMERALDA: ¿Pancho, has pensado qué va a ser de nuestras vidas?
FRANCISCO: No sé, me dan vueltas muchas cosas en la cabeza. Por
el momento arrendaré una casa muy cerca de la tienda. Ahí vivirás
con tu hija.
ESMERALDA: Y con tu hijo que viene en camino.
FRANCISCO: Sí, con mi hijo soñado.
ESMERALDA: Pero tú seguirás viviendo con tu familia. ¿No te parece
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LA PASIÓN DEL SASTRE
extraño? ¿Cuánto tiempo más esperarás para vivir definitivamente
conmigo?
FRANCISCO: Negrita, comprende que me resulta difícil dejar la
familia, mucho más ahora que mi mujer se encuentra grave de salud.
El cáncer lo tiene avanzado y sufre mucho.
ESMERALDA: Te entiendo. (Pausa) Sabes, esta situación me hace
sentir muy mal. Seguramente tus hijos deben odiarme; pensarán que
soy la rompe hogares que se interpuso en tu camino.
FRANCISCO: (Conciliador) Esmeralda, ya hemos hablado mucho
sobre el tema. Yo quiero vivir contigo como una pareja normal, pero
no deseo en estas circunstancias causar dolor a mi familia.
ESMERALDA: ¿Y tú crees que manteniendo una vida paralela
solucionas todos los problemas? No te entiendo. ¿Por qué te mientes?
Todo el mundo sabe que vives conmigo, que soy tu amante, la otra…
FRANCISCO: (Cariñoso) Por favor, no sigas torturándote (Besa sus
labios)
ESMERALDA: (Dura) No trates de apaciguarme. Sabes que mi
familia también está en mi contra. Estoy sola frente al mundo y, a
pesar de todo, sigo creyendo en ti. Qué difícil es ser amante, querer y
no poder vivir al sol.
FRANCISCO: (La abraza) Crees en mí porque me amas y porque
sabes que te amo.
ESMERALDA: (Penosa) Cuando se está enamorada cualquiera le
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LA PASIÓN DEL SASTRE
puede mentir.
FRANCISCO: No digas eso. Confía en mí. Yo no te dejaré nunca. Me
preocuparé de ti y de nuestros hijos. (Pausa. Le da un beso) Negrita,
me gustaría que nos tomáramos unas vacaciones.
ESMERALDA: (Molesta) Pancho, vuelves a cambiar la
conversación… Ahora no me interesan las vacaciones…
FRANCISCO: (La abraza) Ven, no te pongas fiera como María Félix.
Te aseguro que todo va cambiar a favor nuestro. (Le besa el rostro)
¿Dime, a dónde te gustaría viajar? (Ella no responde. Pausa) Te voy
a contar un secreto que te había guardado hasta el momento oportuno.
ESMERALDA: (Curiosa) ¿Cuál? Dímelo, tú sabes que soy muy
curiosa.
FRANCISCO: Está bien. (Pausa) Estoy haciendo los trámites para
separarme de mi esposa. Sólo falta su firma y al parecer aceptará.
ESMERALDA: (Suplicante) ¿Es verdad? ¿No me mientes?
FRANCISCO: Es verdad. (Le besa) No te miento. Ahora, dime ¿a
dónde te gustaría pasar unas vacaciones? Me tendrás todo el tiempo
contigo.
ESMERALDA: (Satisfecha) ¿Me hablas en serio?
FRANCISCO: Sí, amor.
ESMERALDA: Si es verdad me haces la mujer más feliz del mundo.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: Es verdad…Vamos, dónde te gustaría ir.
ESMERALDA: (Alegre) Me gustaría que viajáramos a Santiago,
dicen que es muy linda la capital.
FRANCISCO: (Resuelto) No se piensa más y nos vamos entonces a
Santiago.
ESMERALDA: (Vacilante) Pero es muy largo el viaje.
FRANCISCO: (Animándola) Mejor, así disfrutaremos cada momento
del trayecto; contemplaremos todo el desierto y luego el verde valle
central. ¡Vamos, no lo dudes más!
ESMERALDA: (Presurosa) Espera, deja colocarme una ropa
apropiada para viajar…
FRANCISCO: Mi amor, no necesitas vestir de una manera especial. Ven
a mi lado y abrázame, como la primera vez. (La mujer se acerca y se
abrazan) Ahora cierra los ojos y déjate llevar por mi voz. (La mujer
cierra los ojos. La escena se vuelve irreal) Esmeralda, ¿sientes los ruidos
de la estación? Mira, está llena de gente; algunos trabajadores van para la
pampa y otros sin destino. (Se perciben los sonidos ambientales de una
estación de tren) Ahora estamos subiendo al coche del tren, llevamos
nuestro equipaje y una canasta de mimbre con alimentos para el camino.
En este momento comenzamos a alejarnos del mundo que nos agobia.
Nos sentimos libres para vivir nuestro apasionado amor. Me imagino
que tú vas colmada de felicidad y yo muero de gozo contemplándote.
(Esmeralda camina soñadora hacia el foro. Se pierde en
la oscuridad. Queda únicamente la luz de Francisco que la
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LA PASIÓN DEL SASTRE
sigue mirando. Paralelamente, se enciende la pantalla y
aparece Esmeralda interpretando un tema musical en piano.
Repentinamente, Francisco siente un fuerte dolor en su pecho,
inclina su torso y cae de rodillas. Esmeralda presiente la situación,
deja de tocar el piano y se levanta rápidamente. Camina de manera
acelerada y nerviosa)
ESMERALDA: (Angustiada) Tu corazón está muy delicado. Quédate
esta noche conmigo. Quédate este día conmigo. Quiero que seas mío,
sólo mío. Quiero que veas a tu hijo crecer. Tengo miedo quedarme
sola. Todos me apuntarán con el dedo. Los niños se burlarán de mi
hijo. Le dirán “huacho”.¿Por qué no siento tus brazos? ¿Por qué no
siento tu aliento? ¿Por qué no me haces el amor? (La mujer se sienta
frente al piano y golpea con furia todas las teclas. Apagón)
ESCENA IX: DÍAS DECISIVOS
CAPITÁN: (Amable) Don Pancho, quiero felicitarlo por el elegante
terno que me confeccionó. Usted es un gran artista y por eso confío
que me haga una vestimenta especial para celebrar mi próximo
aniversario de matrimonio. Claro sí, tengo urgencia. Debo estar en
Santiago en dos semanas más.
FRANCISCO: En ese caso tendremos que trabajar rápido. No es
mucho el tiempo que tenemos. ¿Tiene algún modelo definido?
CAPITÁN: La verdad que no. A lo mejor usted me puede orientar.
FRANCISCO: (Le pasa una revista) Vea estas revistas. Allí hay
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LA PASIÓN DEL SASTRE
algunos ternos de moda. Elija con tranquilidad.
CAPITÁN: No. Prefiero que usted me seleccione algún modelo clásico.
Confío en su buen criterio.
FRANCISCO: Está bien. (Hojea la revista) Me parece que éste le
puede quedar muy bien a su talla, por supuesto lo haremos de casimir
Tomé, cien por ciento lana pura.
CAPITÁN: (Mirando la revista) Sí, me parece. Lo quiero en un
color café oscuro.
FRANCISCO: Disculpe la franqueza, pero hay un dicho inglés que
dice: ‘’Un caballero jamás viste de café”.
CAPITÁN: Está bien, entonces hágalo color azulino.
FRANCISCO: Muy bien. Se lo haré con mis propias manos. Estoy
seguro que este traje lo mantendrá por muchos años. Es más, algún
día cuando llegue a ser un personaje muy importante, incluso, se va a
subastar para los coleccionistas.
CAPITÁN: Me hace mucha propaganda y eso que no soy de su bando.
FRANCISCO: El trabajo es el trabajo. En mi tienda no existen
diferencias políticas. A todos se les trata por igual.
CAPITÁN: Usted no se parece a sus camaradas. Por el contrario es
un caballero, amistoso y elegante. Un perfecto burgués. No sé por qué
tiene relación con esa “chusma”.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: (Seguro) Capitán, si desea discutir sobre política, no
tengo problemas. Pero veo que con usted no voy a llegar a ninguna
parte, porque tiene una manera de pensar muy rígida. Sepa usted que
el objetivo del comunismo es establecer una sociedad más justa…
CAPITÁN: (Cortante) Usted no me va a dar clase de comunismo. Lo
he estudiado y soy testigo de sus nefastas consecuencias. Lo único que
le pido a Dios que hasta el último segundo de mi vida me dé la fuerza
y la lucidez para combatirlo...
(Sorpresivamente se escucha el sonido de aviones de guerra.
Luego; a lo lejos, un bombardeo. Los personajes quedan atentos
observando el espacio. La luz cambia, ahora es irreal. El capitán,
con resolución, se dirige hacia un maniquí, de allí toma una
capa gris que coloca sobre su cuerpo. Enseguida, se mira en un
espejo grande y adopta la postura de un líder frente a una masa
imaginaria. Se escucha una marcha militar de fondo.)
CAPITÁN: (Discursivo) Compatriotas: Nuestro gobierno
nacionalista ejercerá con energía el principio de autoridad,
sancionando drásticamente todo brote de indisciplina o anarquía.
Despersonalizará el poder, evitando todo caudillismo ajeno a nuestra
idiosincrasia. Se colocará siempre por encima de todo grupo particular
de cualquier naturaleza, desterrando el juego de las influencias,
protegiendo al más débil de todo abuso por parte del más fuerte…
(La marcha es más intensa cubriendo las últimas expresiones del
capitán. Se apaga su cenital. Vuelve la luz al área de Francisco,
quien saca de una maleta un saco negro de terno que coloca en el
maniquí. Entra rápido a escena Ernesto)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: (Nervioso) Pancho, me vine muy rápido para avisarte
que la situación está muy grave en el país.
FRANCISCO: Sí, ya me enteré por las noticias de la radio.
ERNESTO: El traidor de Gabriel González Videla, logró que
el Congreso despachara una ley que se declara zona en estado de
emergencia las regiones de Tarapacá y Antofagasta.
FRANCISCO: ¡Maldición! Hizo precisamente lo que sospechábamos.
ERNESTO: La ley maldita dispone la desaparición del partido
comunista, como asimismo y el borrado del registro electoral de sus
militantes. Esto significa que los regidores, alcaldes, diputados y
senadores electos serán inhabilitados y despojados de sus cargos.
FRANCISCO; Entonces, ahora nos van a perseguir a muerte.
ERNESTO: Eso ya está ocurriendo en Santiago. En la madrugada
el gobierno ordenó la detención del comité central del partido. Y en
nuestra ciudad, a las tres de la madrugada detuvieron al Alcalde, José
Barreda.
FRANCISCO: Me contaron que han paralizado varias oficinas salitreras,
entre ellas: Mapocho, Victoria, Humberstone, La Santiago y San José.
ERNESTO: Exacto. Sin embargo, han enviado a los militares para
reprimir y detener a los obreros.
(Se da la luz en el área del capitán. Tiene un papel en la mano.
Paralelamente, se ilumina la panorámica, donde se proyecta,
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LA PASIÓN DEL SASTRE
en forma de flash diversas imágenes de Pisagua, años 47 y 73.
Los cuadros se yuxtaponen rápidamente y no tienen un orden
cronológico. Se mantendrá esta proyección en los diálogos
siguientes, como ambiente difuminado)
CAPITAN: El 29 de Octubre de 1947, mi unidad de infantería
recibió la orden de dirigirse a la Oficina Humberstone y detener a los
comunistas.
(Vuelve la luz al área de Francisco y Ernesto)
FRANCISCO: ¿Qué vamos hacer?
ERNESTO: Está claro: desaparecer por un tiempo.
FRANCISCO: Va a ser difícil. Iquique es muy pequeño y en un abrir
y cerrar de ojos nos encontrarán.
ERNESTO: Tenemos que salir de aquí.
FRANCISCO: ¿Dónde?
ERNESTO: Yo me voy a fondear a la capital. Allá tengo amigos que
pueden ayudarme.
FRANCISCO: ¡Mmm...! Yo no sé… Quizás podría ir a la Argentina,
tengo un primo en Buenos Aires ¿Pero cómo salir del país?
ERNESTO: ¡Mierda! Nunca nos preparamos para esta cagada y ahora
estamos improvisando una fuga.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
(Vuelve la música y la luz al capitán)
CAPITÁN: El día 30 de octubre se inició el traslado de los detenidos
desde Humberstone al puerto de Pisagua. Aún recuerdo que esos
mismos agitadores prepotentes, violentos y groseros, que días antes
proferían insultos contra el ejercito, en esos instantes eran otros que
no decían palabras, o lloraban y gritaban pidiendo clemencia, para
que no los llevaran. Como todo se había desarrollado rápidamente,
Pisagua no estaba preparada para recibir inicialmente cerca de 500
personas. Así que a la gente se le mantuvo en el teatro, mercado y en
algunas casas.
(Se ilumina el área de los dos hombres)
ERNESTO: Pancho, ¿por qué no te vas conmigo a Santiago?
FRANCISCO: No puedo. Tú sabes toda mi historia. Mi esposa tiene
un cáncer terminal y Esmeralda va tener nuestro hijo.
ERNESTO: ¡La cagadita! Ese sí que es un problema grandote.
Panchito, tú tienes más historias que el mismísimo Pedro Urdemales.
¿Cómo lo vas hacer? Si te quedas, con seguridad te detienen.
FRANCISCO: (Nervioso) Ernesto, de verdad que no sé qué hacer.
ERNESTO: (Piensa) ¡Ah, ya sé! Se me ocurre que podrías ir a vivir
a la casa de mi compadre Alejandro. Nadie sospecharía, ya que es
acérrimo conservador y amigo de los militares.
FRANCISCO: ¿Y tú crees que él aceptaría correr tremendo riesgo?
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: No te preocupes yo lo voy a convencer. Además es nuestro
amigo. El es el único del otro bando que nos puede ayudar.
FRANCISCO: No sé. No me gustaría crear una situación de peligro
para él y su familia.
ERNESTO: No hay otra alternativa. Nadie va a sospechar.
(Vuelve la luz al capitán)
CAPITAN: En enero de 1948 asumí como Jefe de las Fuerzas
Militares en Pisagua. La situación había cambiado. Me encontré
con barracas, comedores, cocina y baños. Además, muchos relegados
habían reparado algunas casas y vivían con las esposas que habían
aceptado acompañarlos.
(Concluye la proyección de la película con imágenes de Pisagua
Vuelve la luz a los dos hombres. El diálogo es en paralelo.)
FRANCISCO: Lamentablemente, nuestros planes no prosperaron. A
Ernesto lo tomaron detenido, en el preciso momento que se preparaba
para salir de la ciudad.
ERNESTO: Francisco, en cambio, permaneció dos meses lejos de sus
captores, en casa de mi compadre Alejandro. Pero una noche, confiado
de su buena suerte, salió de su escondite.
FRANCISCO: Cuando cruzaba la Plaza de Armas un policía de civil
me descubrió, a pesar de mi disfraz de obrero. La verdad que nunca
fui un buen actor. Mi postura y los zapatos impecablemente lustrados
me delataron.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: No, no fue eso. Lo peor que hiciste fue entrar a la sastrería,
cuando sabías perfectamente que estaban tras tus pasos.
FRANCISCO: Debía ir a ver a Cecilia, estaba moribunda.
(Se vuelve a iluminar el área del capitán)
CAPITÁN: Métanse bien en la cabeza esta advertencia: ustedes están
aquí como detenidos políticos, y no como ciudadanos libres ni turistas.
Permanecerán en Pisagua hasta que el Gobierno disponga otra cosa.
No podrán caminar más allá del hospital por el sur, ni de esta estación
por el norte, ni se permitirá ir hacia arriba pasada la Casa del Agua.
Pero tendrán libertad para andar por el pueblo, a condición de que
cumplan con todas las normas establecidas. Que quede muy claro: yo
soy aquí el que manda y ustedes acatan como prisioneros, lo que no
significa que esto sea un campo de concentración, como cierta gente
alarmista vocifera por ahí. Este es un campo de vigilancia, algo propio
de nuestra nación libre y soberana.
(Se ilumina tenuemente otra área. Se escuchan las campanas del
reloj de una torre. Son las tres de la mañana. Francisco camina
con dificultad entre medio de sombras de hombres y mujeres que
yacen en el piso. Se escuchan quejidos y murmullos. El ambiente
es surrealista. Se percibe el sonido del mar)
FRANCISCO: Esa misma noche me trasladaron al campo de
concentración, promediando las tres de la madrugada. De inmediato
me llevaron, junto a otros compañeros, al teatro. Allí sentí un escalofrío
que recorrió todo mi cuerpo. Todo estaba tan oscuro en esa sala, que las
sombras de los relegados parecían verdaderos fantasmas. (Enciende
un fósforo para ver mejor. Se escuchan en off algunos insultos de
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LA PASIÓN DEL SASTRE
la gente: ¡Deja dormir huevón! ¡Apaga la luz jetón! , etc) El aliento
y el corazón se me paralizaron por unos instantes al chocar con gente
tendida en los pasillos, en el escenario y en los palcos. Al final, ciego,
palpando cabezas, piernas, espaldas y brazos subí unas gradas y fui a
parar a la caseta del operador de cine. (Se acurruca para dormir. El
sonido del mar se escucha en aumento. Breve apagón. Vuelve la luz
intensa. Un grupo de presos seriamente canta la última estrofa del
himno nacional. Un preso iza una bandera)
CAPITÁN: (Se acerca a los detenidos irónico) Espero que los señores
recién llegados hayan dormido cómodamente, acompañados por la
natural sinfonía del mar. (Adopta una actitud persuasiva) Ahora
quiero que esos rostros secos como el desierto se iluminen porque les
tengo una propuesta. Quiero ofrecerles a los que aún tenemos en el
teatro y también a los nuevos, que construyan con sus propias manos
sus casas. (Silencio) Ciertamente, le vamos a pagar por su trabajo.
(Silencio)
FRANCISCO: (Seguro) Capitán, no nos parece justa ni conveniente
su oferta. Es muy cruel que construyamos nuestras propias prisiones
(Se escuchan voces apoyando la moción)
ANGEL: Capitán, le habla Ángel Veas, Intendente de Tarapacá, el
compañero tiene toda la razón. Es despiadado lo que nos pide.
CAPITÁN: (Altanero) Usted no es nadie acá.
ANGEL: Esto es un atentado a los derechos humanos.
CAPITÁN: Los derechos humanos son una invención, muy sabia,
de los marxistas. Ya me aburrieron. Se terminó la fiesta. Tendrán
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LA PASIÓN DEL SASTRE
que acomodarse en las condiciones actuales; no podemos darles
mayores comodidades. ¡Y ahora retírense! No deseo más comentarios.
(Dirigiéndose a Francisco) Espere, usted, el que está en el fondo, el
atrevido que me habló. ¡Venga para acá!
FRANCISCO: (Se acerca) Aquí estoy capitán. ¿Qué desea?
CAPITÁN: (Le mira asombrado) ¡Ah! ¡Es usted! Ya me parecía
conocida esa voz. Pero si es el mismo Francisco Téllez, mi querido
sastre. (Ríe) ¡Hombre, por fin lo agarraron! Ya lo daba por perdido,
pero el destino lo regresó a mis manos. Tal como le dije en nuestro
primer encuentro: “Siempre cae más pronto un mentiroso que un cojo”.
FRANCISCO: Yo no soy un mentiroso, capitán.
CAPITÁN: (Enojado) Cómo que no. Conozco muy bien su vida. Acaso
no sé que usted salió del país a mediados del año 1945 y nadie supo de
su paradero durante un largo tiempo. Me informaron que durante ese
período anduvo recibiendo instrucción revolucionaria en algún lugar
de Argentina.
FRANCISCO: (Afirmativo) Eso es totalmente falso.
CAPITÁN: (Irónico) ¿Falso? (Ríe) No me haga reír…Bueno, no
se preocupe, no lo voy a interrogar. Ahora es mi huésped de honor.
Aunque no me crea, siento mucho que se encuentre aquí relegado.
Muchas veces le insistí que terminará sus vinculaciones con los
comunistas, pero usted es cabeza de piedra.
FRANCISCO: Capitán, soy un hombre de conciencia y mis convicciones
no las voy a cambiar …
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LA PASIÓN DEL SASTRE
CAPITÁN: (Cortante) ¡No se haga el valiente conmigo! (Pausa)
Siempre me pareció usted una persona agradable, aunque nunca
llegamos a ser amigos.
FRANCISCO: ¿Amigos? Eso era imposible.
CAPITÁN: Créame, nunca vi una niña vestir a su muñeca con más
cuidado y deleite que los que usted ponía para confeccionar mis ternos.
Por eso y sólo por eso, quiero que se traslade de inmediato a una casa
que está desocupada en la antigua estación de trenes.
FRANCISCO: Capitán, no quiero ninguna regalía. Usted no debe
hacer ninguna diferencia en este campo de concentración; por el
contrario, debe tratarme como un preso político más.
CAPITÁN: Francisco, hay que hacer las cosas y no pensar. Esta es
una orden y éstas se acatan. (Mira su reloj) Ya lleva cinco minutos
perdidos. Se me va volando a la casa asignada; de lo contrario, será
castigado con la suspensión de las visitas. ¡Ah! Y, también, le ordeno
que este domingo vaya almorzar conmigo al casino de oficiales. Van a
ir algunos amigos suyos: Ernesto Meza y Ángel Veas. Y ahora retírese
(Apagón)
ESCENA X: EL NIÑO
(En la panorámica, Esmeralda, aparece en el filme interpretando
en piano una pieza musical infantil. Cerca de ella se encuentra
el mismo niño sentado sobre un caballito de madera. Mira al
horizonte y con una voz dulce habla)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
NIÑO: Papá, te quiero contar que mi mamá tiene mucha pena. Lo único
que hace todo el día es tocar el piano y llorar. No sé por qué llora tanto.
Papá, ¿me llevarás a ver un circo? ¿Me sentarás en tus rodillas? ¿Me
traerás un regalo en navidad? ¿Me traerás caracoles? Papá, me encantan
los caracoles. (Canturrea) ¡Caracol, caracol, saca tu cachito al sol!
¡Caracol, caracol, saca tu cachito al sol! (El niño se sigue meciendo en
su caballito de madera, mientras la imagen se extingue lentamente)
ESCENA XI: CAUTIVERIO
(Francisco, Ernesto y Ángel, en ropa interior extraen moluscos
de una playa. Están semidesnudos y tienen en sus cinturas
amarradas unas redes para echar los mariscos)
ANGEL: ¿Supieron la última?
ERNESTO: No ¿Qué pasó?
ANGEL: Se recuerdan que vino hace poco el senador Salvador
Allende.
FRANCISCO: Sí, claro, estuvimos con él.
ANGEL: Supe que no le fue fácil entrar a este campo de concentración.
Tuvo un altercado con el capitán Padilla.
ERNESTO: ¿Qué pasó?
ANGEL: El capitán le puso mil trabas para que entrara aquí.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: ¿Y entonces?
ANGEL: Entonces, Allende, le dijo: ¿Cómo un capitancillo trata de
impedir el paso a un senador de la República? Apártese - vociferó el
compañero - y Padilla hizo “pucheritos” y se apartó.
FRANCISCO: ¡Qué buena! ¡No te puedo creer! Ese senador sí tiene
cojones. (Ríen gozosos los tres hombres)
ERNESTO: Dime Pancho ¿Y alcanzaste a terminar los 800 ternos
para los trabajadores del Sindicato de la Oficina Iris?
FRANCISCO: Sí, fueron tres meses de trabajo con ayuda de las señoras
de los obreros.
ERNESTO: Me imagino que quedaron contentos. De seguro que
muchos te deben extrañar.
FRANCISCO: Es posible. Pero ahora lo que más me preocupa es
Esmeralda y mi hijo que viene en camino.
ERNESTO: (Chistoso) ¡Ah, verdad compadrito que usted tiene dos casas!
FRANCISCO: (Convincente) Dos casas, pero un sólo corazón. Y ese
pertenece a Esmeralda.
ERNESTO: Nosotros no te vamos a discutir. Es tu vida personal.
Pero, sinceramente, como amigo te digo: ese amor te está trayendo
más problemas, incluso con el partido. No se olvide compañero de la
moral revolucionaria.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: No me preocupa el partido. Lo único que me importa es
Esmeralda, lamentablemente con mi detención cambió todos nuestros
planes. (Angustiado) ¡Cresta, que problema!
ANGEL: (Le anima) ¡Vamos Panchito! ¡Arriba la frente!
FRANCISCO: Sí. Tienes razón, hay que tirar para adelante…
(Transición) ¿Y tú Ángel, cómo te sientes del corazón?
ANGEL: Más o menos. He tenido que ir aquí varias veces al hospital.
Tengo la sensación como si se me apretara el corazón. Yo creo que
debe ser la angustia de estar privado de libertad.
FRANCISCO: Yo estoy igual que tú. El médico no me dio un buen
pronóstico de mi corazón.
ANGEL: Lo seguro es que ambos nos vamos a ir de un solo “guaracazo”
de esta vida.
FRANCISCO: Así es negrito. Y ahora díganme de qué se trata el
almuerzo con el capitán.
ERNESTO: La verdad que fue a él que se le ocurrió estos almuerzos.
Debe sentirse aburrido el hombre, por eso nos invita todos los domingos.
Conversamos de todo un poco. (Se dirige a Francisco) ¡Ah! Una cosa
importante: No se puede hablar de política. Aunque te contaré que
siempre manejamos la conversación para llevarla a ese terreno. A esa
altura casi siempre él se espanta y acaba la velada. (Ríe)
FRANCISCO: (En secreto) ¿Y no han pensado la forma de escapar
de este encierro?
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ERNESTO: Ni se te ocurra. Recuerda que está decretada la ley
marcial en toda la zona. Eso significa que cualquier intento de fuga
es penada con la muerte.
ANGEL: Es lo mismo que en una guerra, en este caso de chilenos
contra chilenos.
FRANCISCO: Inventemos una forma de escapar.
ERNESTO: Pancho, escucha: En esta caleta no tienes salida por
ninguna parte. Estás rodeado de acantilados, mar y puestos militares
que te vigilan desde los cerros.
(Sorpresivamente aparece delante de ellos una mujer vestida
de manera andrajosa y muy cansada. Trae una maleta. Es una
figura casi fantasmal)
MUJER: Caballeros, acabo de llegar a Pisagua. De madrugada
escabullí a los guardias de los controles. Me llamo Carmen Vivanco.
También fui relegada en Chillán, pero no por mucho tiempo, porque
al mes y medio me fugué. Ahora estoy buscando a mi esposo, Oscar
Ramos. Me quiero quedar con él. Sé que no puedo hacerlo. Es muy
peligroso para ambos ¿Qué hago caballeros? ¿Ustedes conocen a Oscar
Ramos? (Comienza a marearse) ¡Ah, ya no soportó más este calor, me
arde todo el cuerpo! (Se desmaya. Los hombres corren a socorrerla)
ERNESTO: ¡Mierda! Se desmayó ¿Qué hacemos con ella?
ANGEL: Si se queda de manera clandestina, no tendrá derecho a
ración, se muere.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: Yo le daré mi ración.
ERNESTO: No podrá ir a ninguna parte.
ANGEL: ¡Cresta! Y arriesga su pellejo, todo por amor a su esposo.
FRANCISCO: (Presuroso) Saquémosla de inmediato de acá.
ERNESTO: Sí, sí. (Se viste rapidamente) Yo la llevo a mi cuarto;
queda más cerca. Después veremos cómo solucionamos el problema.
Si pregunta el capitán por mí, díganle que fui al toilette de mi chalet
Suizo (Ríe. Se escucha galopes de caballos)
ANGEL: (Observa) ¡Chucha! vienen los guardias por la playa.
(Francisco y Angel se visten rapidamente)
FRANCISCO: Ernesto, ándate rápido antes que te pillen los guardias.
(Ernesto sale rápido de escena, cargando a la mujer. Apagón)
ESCENA XII: AMENAZAS Y REVUELTA
CAPITÁN: Recibí un comunicado oficial muy delicado del Gobierno.
Se las voy a comentar, porque sé que ustedes tienen influencias entre
su gente. (Pausa) Fui informado que ustedes van a incendiar Pisagua.
Se sabe que habrá siniestros simultáneos en Santiago y acá. Todo esto
desató una guerra de nervios en el país. En todas partes se rumorea
una sublevación de tropas, levantamientos obreros y asesinatos. La
gente está asustada. Y se supone que la revuelta va a comenzar el
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LA PASIÓN DEL SASTRE
próximo primero de mayo.
ANGEL: Todo eso dice González Videla para justificar la represión
contra nosotros. ¿Usted cree todo ese alboroto que está haciendo el
gobierno?
CAPITÁN: Aquí no interesa lo que yo crea. En Santiago jóvenes
del barrio alto están formando guardias blancas, grupos civiles de
defensa.
FRANCISCO: ¡Ah! Esa es la Alianza Anticomunista Chilena. Ese
grupo paramilitar de derecha ha comenzado a perseguir y asesinar a
todos nuestros militantes.
CAPITÁN: (Enojado) ¡Mierda! Todo lo que pasa es por culpa de
ustedes. (Pausa. Saca de su chaqueta militar un sobre) Miren, recibí
una copia de una circular que señala que se preparan sabotajes en las
fábricas, ferrocarriles y medios de comunicación. Por lo mismo, tengo
instrucciones precisas: Si algún perro se atreve a cometer semejante
crimen pagará con su vida. El gobierno nos dio carta blanca a los
militares para que cortemos cabezas.
ANGEL: ¡Todo esto es una estupidez! ¿Qué potencia extranjera
amenaza invadir nuestro territorio? ¿Qué movimiento popular o
sindical existe que pueda poner en peligro la estabilidad del país?
FRANCISCO: El gobierno debería preocuparse mejor de los problemas
de fondo del país: la inflación y el bajo crecimiento. Sino extirpa de
raíz estos males los estallidos sociales se repetirán.
CAPITÁN: ¡Cállense! No sean groseros. No les voy a permitir
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LA PASIÓN DEL SASTRE
insubordinaciones. Yo sé que ustedes “no dan puntada sin hilo”
y es por eso que los tengo siempre bajo la mira. Les advierto que
mientras yo esté quedan prohibidas las lecturas de libros moscovitas
y las asambleas secretas. Me sacan todos los diarios murales de las
barracas. ¡Ah! Y otra cosa: El primero de mayo queda prohibido salir
a las calles, pararse en las esquinas y salir a pescar. Tendré armado a
cada soldado con cincuentas tiros por si alguien desobedece.
FRANCISCO: Capitán, algún día el pueblo lo juzgará por sus acciones.
CAPITÁN: (Irónico) ¿El pueblo me juzgará? No diga huevadas
sastre de pacotilla (Ríe sarcásticamente) Gracias a Dios, tengo los
pantalones amarrados con fierro para cumplir mi misión.
ANGEL: Le aseguro capitán que mañana o más tarde, se abrirá un
sumario a cada uno de los responsables en los crímenes y violaciones
cometidos contra los ciudadanos.
CAPITÁN: Qué me importa lo que digan ustedes y la gente de su
calaña. Mis hijos no me odian y duermo tranquilo (Pausa. Se acerca
a pocos centímetros de Francisco y Ángel) Miren, voy a ser muy
sinceros con ustedes. ¿Saben lo que verdaderamente pienso? No estoy
de acuerdo de tenerlos aquí. Creo que es más fácil eliminarlos para
limpiar el país (Transición. Relame su idea) Y ahora ¡Váyanse! No
estoy de humor para almorzar ni conversar con ustedes (Apagón)
ESCENA XIII: ALZAMIENTOS Y DESVARIOS
(En un área se encuentra el capitán vociferando. Tiene la postura
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LA PASIÓN DEL SASTRE
de un perro y sus palabras suenan como ladridos. Corre y brinca
como un animal. Intenta comerse a los hombres. Se escuchan voces
en off y sonidos de cacerolas)
CAPITÁN: (Ladra) ¿Qué quieren los huevones?
VOZ 1: ¡Queremos mejor rancho!
CAPITÁN: ¡Se acabaron las comilonas!
VOZ 2: ¡Queremos celebrar el primero de mayo!
CAPITÁN: ¡Se acabaron las concentraciones y los himnos!
VOZ 3: ¡Queremos darle digna sepultura a nuestros compañeros!
CAPITÁN: ¡Se acabaron los funerales con banda!
VOZ 1: ¡Qué se acaben las muertes!
CAPITÁN: ¡Se acabaron las insolencias!
VOZ 2: ¡Qué se acabe la represión!
CAPITÁN: ¡Haré cumplir la ley con la sangre de ustedes!
VOZ 3: Capitán: estoy listo. De la orden.
VOZ 1: ¡Yo también estoy listo!
VOZ 2: ¡Y yo!
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LA PASIÓN DEL SASTRE
CAPITÁN: (Su orden es ininteligible) ¡Disparen! ¡Fuego!
(Silencio. Sólo se ve en el espacio un fuerte resplandor de luz.
Surge del foro un hombre, trae en su mano un globo rojo. Se
detiene. Observa con mirada esperanzadora hacia lo alto y deja
que el globo vuele libremente por el espacio. Todos los personajes
quedan estáticos. Apagón.
ESCENA XIV: DESVARÍO
Se ilumina otra área a Francisco que duerme en un camastro. Una
vela diminuta puesta sobre una botella, da una luz etérea. Entran
Cecilia y Esmeralda, visten ambas trajes negros)
CECILIA: Francisco, no te inquietes; no vengo a reprocharte nada.
Lo nuestro ya es una historia muerta y amarga. Es mejor que te vayas
de mí, así como el humo de tu cigarro.
ESMERALDA: Amor, ven a casa para que veas a tu hijo. Es un
varón, tal como tú soñaste. Se llamará Francisco, como tú. Soñará y
se enamorará como tú. El descubrirá tu pasión.
FRANCISCO: (Se despierta asustado y se sienta en el camastro)
¡Noo! ¡No quiero que ese hijo reviva mi historia! ¡Mis secretos me
los llevaré a mi tumba! ¡Guardias detengan a ese hijo que pretende
descubrir mi pasado! ¡Qué los tiranos quemen todos sus escritos!
¡Qué mis descendientes le quiten mi apellido! ¡Qué no tenga derecho
a ninguna herencia! (Cae al suelo y llora en silencio. Transición.
Luego se vuelve a levantar desesperado) ¡No, no, eso no quiero!...
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LA PASIÓN DEL SASTRE
¡Guardias saquéenme de aquí! ¡Debo volver a Iquique! ¡Debo reconocer
a mi hijo! ¡Debo pedir perdón antes de morir! Perdón a los que engañé,
herí, traicioné y abandoné. (Transición. Mira extraviado al cielo)
¿Perdón?... ¡Jamás! ¿Por qué voy a pedir perdón? ¿A quién voy pedir
perdón? ¿A Dios? ¿A mi esposa? ¿A mi amante? ¿De qué me voy
arrepentir? ¿De amar? No quiero pedir perdón a nadie. Prefiero morir
de un infarto al corazón. Prefiero cortarme mis muñecas, tobillos,
rodillas, muslos, dedos y estómago, antes que pedir perdón por amar.
(Toma la botella que sostiene la vela y la quiebra sobre el camastro,
luego la lleva a sus brazos y se hace un profundo corte. Cae sobre el
camastro. Se escucha sus quejidos dolorosos)
ESMERALDA: Pobre Francisco, la prisión lo trastornó.
CECILIA: Siempre fue un cobarde...
ESMERALDA: Fue amigo de todos.
CECILIA: (Irónica) Y también de todas.
ESMERALDA: Fue un idealista.
CECILIA: Fue un burgués.
ESMERALDA: Fue un buen amante.
CECILIA: Fue un infiel.
ESMERALDA: Fue mi pasión (Canta la última estrofa del tango
“Pasional”)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
Te quiero siempre así... estás clavada en mí
como una daga en la carne.
Y ardiente y pasional... temblando de ansiedad
quiero en tus brazos morir.
CECILIA: (Interrumpe el canto) ¡No le cantes a ese desgraciado!
ESMERALDA: (Enérgica) ¡No me levantes la voz!
CECILIA: (Irónica) Claro, cantas porque cogiste con él y te sientes
satisfecha.
ESMERALDA: Canto porque estoy viva y sueño.
CECILIA: (Iracunda) Cantas porque te revolcaste como una
ninfómana por todos los rincones.
ESMERALDA: Canto porque tengo una pasión encendida en mi
corazón.
ESPOSA: Cantas porque te acuerdas cuando te penetró una y otra vez,
como un perro caliente.
ESMERALDA: Canto porque su aroma aún pervive en mi lecho.
CECILIA: ¡Basta! No quiero que sigas hablando, porque sé que al sólo
nombrarlo se humedece tu vagina. Antes que escuchar tus cochinadas,
prefiero sentir los dolores más atroces del cáncer que corroe mi cuerpo.
(Se miran ambas mujeres amenazadoras. Silencio gélido. Luego
se acercan con pasos decididos para enfrentarse. Se abrazan con
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LA PASIÓN DEL SASTRE
fuerza y comienzan a bailar el tango Pasional. Se escucha la música
de fondo. La danza debe ser fuerte y desafiante. Al terminar el
baile, ambas giran con fuerza sus cuerpos y se separan. Se dan una
mirada de muerte. Apagón)
ESCENA XV: LA PASIÓN
(En el mismo camastro Francisco se encuentra con sus brazos
vendados. En toda la escena delira)
CAPITÁN: Francisco, realmente eres un estúpido. Mira lo que
hiciste con tus brazos y manos. En el futuro no podrás tener la misma
habilidad con las tijeras. Me da lastima tu falta de hombría. No tuviste
cogones para soportar el encierro. Te ocurrió lo mismo que a muchos
de tus compañeros que se hacían los valientes en los discursos y en las
marchas, pero cuando llegó la guerra se cagaron en los pantalones.
(Ríe) Francisco, me agradas, pero no podía hacer ninguna excepción.
Era imposible autorizarte para que fueras al nacimiento de tu hijo.
Entiende, ésta no es una casa de reposo que uno pueda salir cuando
desee o cuando se sienta sano. Por lo demás, estoy seguro que ustedes
nunca van a sanar. Tal vez, lo mejor es hacerlos desaparecer en el mar.
FRANCISCO: (Delira) Esmeralda ¿Dónde estás?
CAPITÁN: ¿Todavía te acuerdas de ella?
FRANCISCO: Aunque esté preso, ella está conmigo.
CAPITÁN: ¿Te gustaría verla?
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: Sí, me gustaría abrazarla.
CAPITÁN: Aquí, la tengo para ti.
FRANCISCO: ¿Cómo? ¿Qué hace ella aquí? Es imposible, esto no es
verdad.
CAPITÁN: (Ríe) Claro que es cierto. (Llama con voz fuerte)
¡Esmeralda, pasa!
ESMERALDA: (Entra a escena. Quiere ir hacia Francisco, pero la
detiene del brazo el capitán) Francisco, ¿qué le han hecho a tus manos?
FRANCISCO: Esmeralda ¿Eres tú? No, no puede ser. Creo que me
estoy volviendo loco.
CAPITÁN: No te la traje para que reinicien su romance. ¡Ni cagando!
Yo no soy ningún alcahuete; por el contrario, la traje para interrogarla.
FRANCISCO: Pero ella no tiene nada que ver. Nunca se ha involucrado
con la política.
CAPITÁN: Eso yo lo determinaré. (Se dirige a la mujer) Esmeralda,
siéntate en esa silla. (Ella lo hace) Y ahora dime ¿desde cuándo
conoces a Francisco? (Esmeralda se queda en silencio) ¿Qué te
pareció un chiste o qué mierda te pasa?
ESMERALDA: Desde hace siete años.
CAPITÁN: ¿Cómo lo conociste?
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESMERALDA: Es amigo de mi padre.
CAPITÁN: ¿Tu padre también es un comunista?
ESMERALDA: No, él es ferroviario.
CAPITÁN: ¿Y eso qué tiene ver? Da lo mismo el oficio. ¿Crees que
soy huevón?
ESMERALDA: Quiero decir que nunca ha tenido relación con
ningún partido político.
CAPITÁN. ¿Y tú?
ESMERALDA: Yo menos.
CAPITÁN: ¿Y por qué te metiste con él?
ESMERALDA: (Segura) Por amor.
CAPITÁN: ¿Por amor? (Irónico) Por amor a su plata y prestigio.
ESMERALDA: No, por amor.
CAPITÁN: Eso no es amor. Eso se llama calentura…
ESMERALDA: (Enérgica) Qué sabe usted de mis sentimientos. No
me conoce.
CAPITÁN: Te conozco muy bien. Se que estuviste casada con un
militar y que eres la mujer más apetecida en este desierto. (Se acerca
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LA PASIÓN DEL SASTRE
y le toma los senos)
ESMERALDA: ¡Asqueroso! (Le escupe en la cara e intenta escapar,
pero el capitán la toma fuerte del brazo)
CAPITÁN: (Desenfunda una pistola) ¡Quédate quieta maraca!
FRANCISCO: (Grita) ¡No la toques, mierda! (Esmeralda se detiene.
El capitán ríe)
ESMERALDA: Te sientes valiente porque tienes un arma. (El
capitán sigue riendo)
ESMERALDA: Un día con esa misma arma asesinarás a tus
hermanos.
CAPITÁN: (Furioso dispara el arma en la cabeza de la mujer,
pero no sale la bala) ¡Silencio descarada! No estás en condiciones
de acusarme de nada y menos pronosticar mi futuro (Le da un golpe
seco en el vientre a Esmeralda. Francisco da un fuerte grito. Ella
se dobla de dolor y luego se levanta con dignidad)
ESMERALDA: (Extraviada) Ha quedado un olor entre los cañaverales:
Una mezcla de sangre y cuerpo, un penetrante pétalo nauseabundo.
(Serena, le mira fijamente a los ojos del capitán) Todos los verdugos
como tú deben ser fusilados por crímenes contra la humanidad.
CAPITÁN: Y todas las amantes como tú deben ser recluidas en
manicomios bajo el titulo “LOCA PELIGROSA” (Le vuelve a
disparar en la cabeza y no sale la bala. Pausa) Entregarás la
información de cualquier manera. Es inútil resistir… ¿Qué sentías
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LA PASIÓN DEL SASTRE
cuando Francisco debía quedarse algunas noches con su esposa?
ESMERALDA: No sé
CAPITÁN: (Amenazante) Sí, lo sabes ¡Dilo! (Le vuelve a disparar
en la cabeza, pero no sale la bala)
ESMERALDA: (Apenada) Al principio no quería pensar en eso, lo
borraba de mi mente. Después sentía muchos celos. Me lo imaginaba
haciendo el amor con ella. Eran terribles esas noches y también los
días de fiesta, porque sabía que no vendría a mi lado.
CAPITÁN: ¿Y te quemaba la ira, no?
ESMERALDA: No, no era ira. Lo amo con toda su historia. Más
bien sentía pena, mucha pena.
CAPITÁN: ¿Y no te dio vergüenza que todos hablaran mal de ti?
ESMERALDA: No, una mujer no puede sentir vergüenza cuando
ama de verdad.
CAPITÁN: ¡Qué bonitas palabras! ¡Una mujer no puede sentir
vergüenza cuando ama de verdad! ¡Cita para el bronce! (Ríe)¡Qué
cagada! ¡Me cargan los imbéciles que hablan y escriben con palabras
clichés! (Pausa). Está bien, sigamos: Tú sabías perfectamente que el
mentado romance no tendría un final feliz.
ESMERALDA: Sí, lo sabía. Nunca me hice muchas ilusiones.
CAPITÁN: Como suele ocurrir en estas historias de amores imposibles,
al final la amante se queda sola con su bastardo.
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LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: No, eso no es verdad. Yo voy a estar siempre con ella.
CAPITÁN: A ti ya no te queda tiempo para nada. Tu existencia es
corta. En poco tiempo no existirás.
FRANCISCO: (Desesperado) Capitán, deje que se vaya Esmeralda
(Grita) ¡Déjela ir! (Cae abatido. Esmeralda se acerca a Francisco
y acaricia su cabeza, como a un niño. El no la ve, ni la siente)
CAPITÁN: (Cambia la actitud bruscamente, ahora es conciliador)
Francisco, ¿qué te pasa? Estás delirando. Tu Esmeralda no está aquí.
Nunca estuvo. Es tu fiebre que te hace ver visiones. Ella está en
Iquique preocupada por sus senos secos que no pueden amamantar a
tu crío.
FRANCISCO: (Más desesperado) Tengo que terminar con esta
pesadilla. Debo volver con ella.
CAPITÁN: ¿Volver? Posiblemente vuelvas a hallarla, tal vez, después
que se calmen las aguas. Aunque todo es tan relativo en este país. Sabes,
Francisco, a pesar de nuestras grandes diferencias, creo que te recordaré
cuando escriba mi primer libro, después de alcanzar la gloria.
(Se vuelve a escuchar el ruido de aviones de guerra. El capitán
queda expectante, luego se arrodilla y se persigna ante un Dios
imaginario. Sale muy rápido de escena. El sonido de los aviones es
más fuerte. Francisco, siempre alucinado, se levanta del camastro y
se saca rápidamente las vendas de sus manos. Esmeralda comienza
a deambular por el espacio, sin rumbo fijo. Se pierden los aviones.
Se enciende la panorámica y se proyecta la imagen de una playa de
noche. De fondo, se escucha una melodía triste, interpretada en piano)
79
LA PASIÓN DEL SASTRE
FRANCISCO: (Alucinado y poético)
Soñar, siempre soñar,
con banderas y besos;
la libertad y el aire
soplando en mi cabello.
Campo y aire sin fin
—oh, luz—, sin otro cerco
que el amor de unos brazos
enlazando mi cuello.
Soñar, siempre soñar,
con los ojos sin sueño,
que soy un hombre vivo…
siendo tan sólo un preso.
(Fragmento poema de Marcos Ana)
ESMERALDA: Fue una noche de mayo de 1949 que Francisco
intentó fugarse de Pisagua.
FRANCISCO: (Hipnotizado) Debo escapar de este puerto estéril, lleno de
dolores ancestrales; donde la historia se consume al ritmo de las mareas.
ESMERALDA: En su mente alucinada rondaba la idea que después
de la violenta tormenta iba a nacer un nuevo tiempo, donde se iba a
encontrar la justicia bajo la arena del desierto.
FRANCISCO: (Deslumbrado) Sé que en unos años más en estos
oscuros acantilados volverá a encallar otro barco, cuyos sobrevivientes
repetirán la historia de los ignorados héroes.
(Se quita parte de su vestimenta. Queda semi desnudo, a pie
descalzo. Juega por todo el espacio como si estuviera a la orilla
de una playa. Se escucha el sonido del mar y una bandada de
80
LA PASIÓN DEL SASTRE
gaviotas que cruzan el espacio)
¡Cómo volver a ser inocente como el sol, la tierra y el agua, para evitar
que naufrague el hombre, para que las serpientes arrojen su añosa
piel y para que de los labios de los pequeños broten cantos de alegría!
(Grita alegre) ¡Cómo volver a ser inocente! (Su excitación es más
fuerte. Comienza a correr; al principio es un trote suave y luego va
aumentando su velocidad)
ESMERALDA: Esa noche no paró de correr por la infinita playa
hasta perderse en la complicidad de las sombras.
FRANCISCO: (Se detiene) ¿Ves hijo? Este es el vacío. Cuando
quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo
y, extendiendo las alas, volarás… (Corre un momento. Se detiene y
toma un puñado de arena. La deja caer de su mano lentamente
mientras dice su texto) Esmeralda, eres mi amor en el espacio
infinito y en la profundidad de la tierra; en los verdes y rojos del
fuego, en los celestes de la madrugada y en los amarillos del atardecer.
ESMERALDA: (Paciente toma un puñado de arena. La deja caer
de sus manos lentamente mientras dice su texto) Te llevo en todo
momento conmigo; aquí en mi cuerpo, en mis pensamientos y en los
deseos más ardientes que nacen desde el primer momento que me
hiciste tuya.
(Se proyecta simultáneamente en la pantalla la imagen del
Capitán acompañado de guardias a caballo que se desplazan por
la playa. El Capitán grita: ¡Alto o disparo! Un breve silencio y una
descarga de rifles retumban en todo el espacio. Francisco cae de
rodillas y luego se desploma totalmente. Se apaga la panorámica)
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LA PASIÓN DEL SASTRE
ESMERALDA: (Serena) A pesar de su estado de gravedad, Francisco,
no murió esa noche en las playas de Pisagua. Malherido fue trasladado
al hospital de la localidad donde salvó milagrosamente. El año 1950
fue liberado y cinco años después falleció de un infarto al corazón en
mi lecho.
ESCENA XVI: EPÍLOGO
(La mujer se acerca a Francisco que yace en el suelo; se arrodilla y
le besa en los labios. Apagón) (Vuelve a encenderse la pantalla y se
proyecta al mismo niño inicial. Ahora es más grande. Se encuentra
parado en la orilla de una playa solitaria. Tiene un clavel rojo en
la mano.)
NIÑO: Papá, mi madre dice que la vida se pasa en un santiamén y
que muy pronto seré grande. Y cuando sea grande, dice que debo ser
como tú: un hombre que ame la vida y que luche por ideales (Pausa.
Respira hondo) Aún no entiendo mucho lo que me quiere decir .
Papá, estés donde estés, quiero me regales un barco, aunque sea de
papel. Es mejor un barco que más lágrimas de mamá ¿Un barco?
No, creo que es muy poco. Mejor mándame cien barcos. Te prometo
portarme bien. Lo único que deseo es que esos cien barcos me lleven
a conocer otros lugares, donde pueda jugar, donde pueda hacer lo que
yo quiera, donde toda la gente se sienta alegre y donde el sol les de
calorcito a grandes y chicos. Papá, te cuento un secreto: me quiero ir
contigo en un barquito muy lejos y desaparecer en el horizonte azul.
Estoy seguro que allá nos aguardan otras tardes de alegrías y sonrisas
juntas. Papá, te quiero mucho…
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LA PASIÓN DEL SASTRE
(El niño lanza el clavel al mar. Transición. Se muestra el inmenso
océano. Luego, se fusiona la imagen con otra de Esmeralda
interpretando en piano el tango Pasional. Finalmente, vuelve a
fundirse con una escena del presidente Gabriel González Videla,
en los balcones de la Ilustre Municipalidad de Iquique, en agosto
de 1948, dando un discurso)
GONZÁLEZ VIDELA: “Pueblo de Iquique: Desde el instante mismo
que asumí la Presidencia de la República he reclamado la cooperación
de todos los chilenos sin distinción de banderas políticas y he pedido
a todos los partidos el apoyo para la obra de bien nacional en que me
encuentro empeñado.
Vive el mundo horas demasiado graves para que los hombres nos
mantengamos alejados unos de otros por pequeñas y bastardas
pasiones o sentimientos. El Presidente de la República ha querido
dar el ejemplo sobreponiéndose a todo sentimiento y consideración
para buscar los cooperadores dondequiera que ellos se encuentren, sin
otra exigencia que su capacidad personal y su patriotismo…”
(Bajo las imágenes aparecen unos caracteres que señalan: “Hoy, 7
de septiembre de 1986, a las 18.35 horas, acaba de morir el capitán
general del ejercito José Ramón Padilla Foguet, producto de un
atentado perpetrado por un comando revolucionario. Del mismo
modo, en el enfrentamiento perdieron la vida cinco de sus escoltas
y uno de los guerrilleros, cuyo nombre era Francisco Téllez
Martínez, un joven sastre, oriundo de la ciudad de Iquique…”)
CAE EL TELÓN
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