UN JUGLAR POPULAR
Iván vera-Pinto Soto
En el
contexto del teatro social de los años 30 en el norte de Chile, no podemos
obviar algunas figuras que brillaron con luces propias, tales como Pepe
Pauletti, Nena Ruz y Guillermo Zegarra. Los tres tuvieron un denominador en
común: Fueron comediantes que proyectaron sus obras en numerosas giras
regionales y nacionales, a través de los llamados teatros móviles, lo que hoy
conocemos como itinerantes. Los contenidos de sus realizaciones se encaminaron
preferentemente hacia el humor, con algunos
ribetes de carácter social, pero acentuando el divertimento teatral.
Además, con desbordante entusiasmo llevaron a escena zarzuelas, operetas,
revistas humorísticas, sainetes, dramas y espectáculos circenses. Estas
producciones contaron con el apoyo de las administraciones de algunas oficinas
salitreras o simplemente fueron producto de una labor de autogestión.
Precisamente, Willy Zegarra recordaba haber recorrido todo el país junto a los
elencos de Rolando Caicedo, Juan Ibarra, Víctor Acosta e Italo Martínez, entre
otros.
Hay que
reconocer que la acción de estos teatristas marchó por un carril paralelo a la de los conjuntos obreros que
sobresalieron a comienzo del siglo pasado, tal como lo fue, por ejemplo, Germinal, el que efectúo una labor sostenida
en Antofagasta hasta la década de los 40, sufriendo todos los vaivenes
políticos y culturales que experimentó el país en ese ciclo.
Lo cierto
que las practicas teatrales de Zegarra y Pauletti, en la década de los 30, no
se encaminaron por una propuesta reivindicativa, a diferencia de los conjuntos
Luz y Progreso, Agrupación de Rafael Frontaura y Redención Cultural. Particularmente
estas instituciones combinaron temáticas sociales, políticas, juguetes cómicos
y actos variedades, dirigidos a sus asociados, simpatizantes y trabajadores en
general.
A pesar de
ello, Zegarra y Pauletti, cumplieron como comediantes un importante rol de
entretenimiento para los trabajadores de las oficinas salitreras. Igualmente
participaron por los mismos años, junto a una veintena de conjuntos teatrales,
de un movimiento cultural regular en las mutuales obreras. Los círculos más
populares por esos años fueron: La Federación Obrera de Chile, Los Bohemios, Luís Paoletti, Domingo Gómez Rojas
(Ateneo), Alondra y Enrique Báguena, cuyos entusiastas integrantes- compuesto
por proletarios y empleados- hacían esfuerzos por proyectarse a un considerable
público con sus didácticos y populares espectáculos.
Cabe
destacar que Zegarra desde 1936 a 1946
trabajó como director de teatro obrero en las oficinas salitreras de
Bellavista, Chile y Victoria, auspiciado por las mismas empresas.Tal vez, el
mayor fundamento que convirtió a Zegarra en icono del teatro pampino fue, sin
duda, su longeva experiencia la que se transformó en un verdadero compendio del
alma ingenua y popular.
Si
tuviésemos que tipificar artísticamente a nuestro querido Willie Zegarra,
diríamos que fue un juglar; un obrero del teatro que hizo su labor con vigor
inusitado y alegría espiritual, cualidades que lo acompañaron hasta los últimos
días. En otras palabras, fue un artista apasionado que develó, como un humilde
manifiesto, la vida de los fantasmales personajes de antaño, de Iquique y su
pampa, de un tiempo violento y romántico reservado en el imaginario local y quizás sepultado por la modernidad.
En su
interminable y aventurero caminar nos dejó muchísimas enseñanzas. Posiblemente,
la más valiosa fue su desprendido
sentido del humor, actitud que se expresó en su agudeza, finura, alegría, oportunidad,
serenidad, ecuanimidad y muchos otros rasgos positivos que logró transmitir en
su vida. Su
filosofía se sustentaba en darlo todo por el otro, darlo todo por el teatro,
darlo todo por un ideal y darlo todo por un sueño imposible.