FANTASMAS Y LOCURAS
Iván Vera-Pinto
Soto
Académico UNAP
Producir y consumir parece ser hoy la única
perspectiva de nuestras vidas. No se necesita ser tan observador para darse
cuenta cómo los medios masivos de comunicación nos manejan con discursos e imágenes
potentes que divulgan un sólo ideal de vida: ampliar al máximo la producción de
objetos, productos y diversiones al servicio de nuestro bienestar material.
Sin duda los publicistas nos conocen a la perfección,
incluso mejor que nuestros progenitores. Ellos saben cómo hacer que todos los
niños del país exijan a sus padres el último juguete de moda y logran que los adultos nos gastemos
completamente nuestros sueldos en las grandes tiendas comerciales. Tristemente
a esto se reduce el sentido de la vida de hombres y mujeres compulsivos que
compran y compran mercancías, como si la felicidad estuviera en la satisfacción
de las necesidades superfluas.
Seguramente este sermón de llamada “cultura
consumista” lo hemos escuchamos muchas veces en boca de educadores y cientistas
sociales; no obstante, al final igual nos dejamos seducir por la publicidad que
sabe captar nuestros recónditos deseos.
Otro signo de esta nueva era es vivir de las
apariencias. En otras palabras, hay
que parecer jóvenes, atrayentes, bellas, con estatus, etc. Hoy reina la cultura
de la imagen o el culto a la figura, en la que se sobrevalora la fachada por
sobre lo esencial de las personas y las cosas. Los diseñadores y las tiendas
multinacionales deciden cómo debemos vestirnos, cuál debe ser nuestra figura y
qué debemos usar como atuendos de moda. Así, quizás, nos vemos más atractivos aunque ello signifique perder
nuestra identidad.
Probablemente, esta es
una de las razones por la que tanta gente se lamenta de sentirse vacía y sin rumbo,
y anda a bamboleos por la vida tratando de aplacar su drama a base de
impresionar a los demás con una estampa falsa. Acaso esta búsqueda narcisista
de la perfección exterior es una forma de evasión con la que se “drogan” la
gente para no ver la crisis y el deterioro que impera a su alrededor.
Darío
Fo y su esposa Franca Rame, escribieron una excelente obra que habla
precisamente de esta problemática, su título “Un día cualquiera” (próximo
estreno del Teatro Expresión) En ella se recrea la difícil realidad a la que
muchas veces se ve supeditado el ser humano; una "verdad" saturada de
incomunicación, soledad y alienación; situaciones que pueden desembocar en la
más terrible desesperación, o en la más sorprendente locura de cualquier
persona.
En
este caso la protagonista es una mujer profesional que prepara la grabación de
un video que piensa enviar antes de
suicidarse a su marido, del que se separó hace tiempo. La filmación se verá
interrumpida por algunas llamadas de teléfono de mujeres que recurren a ella
convencidas de que están hablando con una famosa psicoanalista. La pieza
escénica aborda todos los temas que hemos descrito: la soledad, el vacío
existencial y las quimeras que nos ofrece esta sociedad (terapias extrañas,
religiones lejanas y creencias grotescas)
El argumento exorciza, de manera
sarcástica, todos los males y fantasmas de nuestro tiempo. Nos muestra como el confort, la diversión, el éxito, el
reconocimiento social, el lujo, el placer, el poder, la personalidad, la
tecnología, entre otros, son tópicos que en nuestros días disfrutan de gran
popularidad y siempre se construyen en torno a lo que el individuo tiene
materialmente y no a lo que es verdaderamente como persona.
En fin, es posible que al igual que
en la obra, en muchas partes nos encontremos con seres solitarios pero rodeados
de máquinas, aparatos y trastos que únicamente sirven para marcar aún más
cruelmente los límites de nuestra soledad actual y de la locura colectiva.