TRAGEDIA OBRERA Y LITERATURA
Iván Vera-Pinto Soto
No es posible
imaginar la literatura al margen de su intrínseca y exclusiva función social.
El literato al escribir y publicar su obra está realizando un acto de entrega
solidaria porque crea para otras personas y para que las mismas descubran
nuevas realidades. Muchas veces una novela, un cuento o un ensayo es
considerablemente más revelador que un discurso, puesto que nos puede permitir
desentrañar algún aspecto de la realidad
que está escondido o que a veces ciertos poderes fácticos no quieren reconocer.
Hay quienes
definen la literatura como un verdadero espejo de conflictos, es decir se tiene
la idea de que la realidad y literatura están asociadas y que lo real y objetivo
es posible de aprehender a través de la creación literaria.
Por otro lado, la literatura tiene la capacidad empática de
posibilitar la travesía desde la exploración de la realidad social al reconocimiento de la misma; permitiendo,
a través de la imaginación, acceder al mundo de otros individuos para incluso asumirlo
como propio. Al respecto, Hans Robert Jauss, en su conocida tesis “La historia de la literatura
como provocación de la ciencia literaria”(Barcelona,2000:189), nos dice que “La función social de la literatura se hace
manifiesta en su genuina posibilidad allí donde la experiencia literaria del
lector entra en el horizonte de expectativas de la práctica de su vida,
preforma su comprensión del mundo y repercute de ese modo en sus formas de comportamiento
social”.
Por las anteriores
consideraciones me parece muy importante el aporte que están haciendo en torno
a la tragedia obrera de la
Escuela Santa María de Iquique, investigadores
sociales y artistas de la Universidad Arturo Prat. Uno de ellos es Sergio González Miranda,
quien acaba de lanzar su texto “ Ofrenda a una masacre” , donde el autor hace
un exhaustivo análisis de la muerte como un ritual , donde grupos sociales , de
distintas nacionales, ideologías, procedencias y oficios se movilizaron
pacíficamente en torno a un proyecto político y ético que culminó en una
masacre.
Otro
ensayista es Bernardo Guerrero Jiménez, quien recientemente publicó "Nunca la flor creció: Centenario de la Matanza en la Escuela
Santa María"
. En este libro nos cuenta que “El moderno edificio que se construyó una vez
que el de madera se demolió sirvió como el sitio de la memoria. Era el albergue
donde por las noches, se nos decía, se oían voces y llantos. Penar era la
palabra que servía para indicar lo allí sucedido. La memoria oral construyó su
propia cartografía de los hechos; mapeó las calles por donde la sangre corrió
esa tarde de verano, señaló las casas donde los sobrevivientes se ocultaron, y
también aquellas donde el soldado lloró por haber
disparado a sus iguales. La geografía en la
que se desarrolló el evento se convirtió en un cementerio virtual.”.
Sumemos a Hernán Pereira Palomo, quien
publicó en conjunto con el colectivo de fotógrafos Latitud Norte, “Santa María,
imágenes y palabras reveladas”. En este trabajo nos señalan que “ a través de la Historia los poetas han sido los oráculos encargados
de hacernos sentir y entender aquello que es invisible a la razón por sí sola.
La experiencia de percibir la realidad se ve enriquecida cuando usamos más de
un sentido, de ahí la intención en este proyecto de integrar dos disciplinas
como son Fotografía y Literatura como forma de expresarse colectiva, creativa e
individualmente frente al tema de la conmemoración de los cien años de la
matanza de la Escuela Santa María de Iquique.”
Y para diciembre en la misma casa
universitaria vienen otros textos referidos
la emancipación pampina: “Coruña, la ira de los vientos” y “Antología Crítica
del Teatro Pampino”, obras que comentaremos en su ocasión.