MEMORIAS DE TENOR
Iván Vera-Pinto
Soto
En el largo y
fructífero tránsito de nuestra escena local nos encontramos con la presencia de
directores teatrales, quienes apoyados por sus conjuntos vocacionales, se han
transformado en los continuadores del espíritu del teatro social de Luís Emilio
Recabarren. Uno de ellos es Guillermo Jorquera, reconocido por su estimable aporte artístico a
través del conjunto TIUN-TENOR (1974). De su quehacer en las tablas y de la
vida de su prestigiosa agrupación tenemos muchos logros que comentar. No
obstante, creo que es mejor informarse a través de Guillermo Ward, una de las figuras
emblemáticas del TENOR, quien con el apoyo del Gobierno Regional de Tarapacá,
nos regaló este año una completísima crónica
teatral de los 25 años del Teatro del Norte.
Aparte de la rigurosa documentación y del significado
emotivo que tiene para la gente de teatro, creo que el principal acierto de
esta publicación es la puesta en valor que hace de un colectivo artístico que “contra
viento y marea”, en los momentos políticos más difíciles que vivió el país y en
una localidad que se sumaba al “apagón cultural”, mantuvo viva la llama del
teatro. Era precisamente la década de los 80, cuando el régimen militar
promovía montajes de autores clásicos y algunas comedias musicales de costosa
producción y escaso valor estético. En ese contexto, el Tenor y otras compañías
de esta Comuna, articulaban un incipiente movimiento, que intentó rescatar una
expresión nacional y popular, mediante “la puesta en escena” de obras
preferentemente de autores chilenos que hablaban sobre los marginados, los
seres populares y las realidades sociales que por esos días se ocultaban.
Aunque cada agrupación mantuvo sus propios referentes artísticos y posturas
ideológicas, todos formaron parte de una corriente común nacional de
resistencia a la “cultura oficial”.De alguna manera, también los teatristas
locales hicieron su contribución la rearticulación de la conciencia nacional
dentro de un ambiente social fraccionado por el autoritarismo.
Qué importante
es dejar estos testimonios teatrales para las futuras generaciones, más aún
cuando sabemos que los chilenos somos bastante flacos de memoria con nuestras
manifestaciones identitarias. Qué valioso es escribir sobre los pormenores y
procesos vividos por un conjunto de actores y actrices que se refugiaron en un improvisado
escenario (calle Sotomayor 728), para soñar en la construcción de un mundo
mejor y derrochar creatividad. Qué significativo
es registrar las obras creadas y
recreadas por esos jóvenes nacidos en la
cantera teatral provinciana y sustentada originalmente por un proyecto universitario
(Universidad del Norte). Qué solidario es entregar el reconocimiento al maestro
y al equipo, sobre todo cuando sabemos
que el teatro es un arte de “aquí” y de “ahora”; porque pasado
algunos intervalos la mayoría de los intérpretes
que divirtieron y emocionaron.
Asombrosamente,
como en todas las cosas de la vida, al transcurrir los años únicamente quedan
en la mente de los protagonistas los recuerdos, algunas fotos, pequeños
materiales desteñidos por el tiempo y un
vago eco de aplausos y elogios. En esas circunstancias surge, afortunadamente, el
cronista para refrescarnos la memoria y
contarnos, con lujo de detalles, lo que sucedía en otrora en este mágico mundo artístico
que forma parte de nuestra identidad.
Además, cabe comentar,
que a partir de estas Crónicas
Teatrales, Daymond Flores, sociólogo, titulado en la Universidad Arturo Prat y colaborador del Teatro Expresión, escribió su tesis “Entre Tartufo
y Tres Marías y una Rosa”. En esta investigación se hace un registro de la
experiencia del Tenor y un análisis conceptual del desarrollo del teatro bajo
el régimen dictatorial. Al igual que Ward, este profesional “escudriña bajo los
recuerdos de quienes aún hoy en día, son los nombres detrás de cada
presentación teatral en nuestra ciudad”. Por todo lo señalado, confirmo
que el trabajo de Ward es un inapreciable tributo a sus compañeros de ruta y
una concreta asistencia al estudio de la escena local.
Al margen de
esta meritoria edición, pienso que aún estamos en deuda con antiguos próceres
del teatro local, como Jaime Torres, Cecilia Millar, Guillermo Zegarra, (ya lo
está haciendo Ward) y Nexco Teodorovic, entre otros. Probablemente, alguien más
tendrá que darse la tarea de registrar esos acontecimientos, como asimismo
editar las escasas obras relevantes que se han creado en torno a los procesos
sociales que hemos vivido en nuestra historia local.