EL DIAMANTE MORRINO
Iván Vera-Pinto Soto
Desde mi nacimiento, en la década de los 50, en una
antigua vivienda de la primera cuadra de la calle San Martín, he tenido una
relación sentimental muy cercana con El Morro, uno de los barrios más tradicionales
de Iquique. Por esos años la zona era una
vivificante arteria llena de casas y veredas de pino oregón, habitada por
pescadores, obreros, empleados y pequeños comerciantes. Corría los años 60, época
que el desprendido mar entregaba a la ciudad los recursos aparentemente
inagotables, cuando cursé mis estudios primarios en la desaparecida Escuela No
3, de la calle Zegers 159, contigua a la Escuela Normal de Iquique y a la casa que
en los años 70 fue del popular cura Soto.
Más tarde, el año 68, atraído tal vez por una energía profunda
comencé a frecuentar la Sala Veteranos del 79, en Zegers 150, allí
funcionaba el Coro Polifónico Iquique , fundado el 7 de septiembre de 1956 por
el maestro Dusan Teodorovic, quien además fue el responsable en gran medida del
desarrollo coral del norte grande. Sin embargo, no fue la música lo que me
atrajo a ese recinto, sino más bien los ensayos de teatro que realizaba Nesko, el
hijo del maestro Teodorovic
Como voy a olvidar a Nesko, un muchacho excéntrico,
pasional y muy histriónico. Un actor innato que tenía un vozarrón imponente y que tras su actitud agresiva escondía el alma
de un artista muy sensible. En los ensayos teatrales su vitalidad explotaba en
cada momento; tenía un poder de convencimiento terrible, capaz de persuadir a
cualquiera con sus fantasías. Era un verdadero loco creativo y un idealista que
dejó Iquique con el deseo de estudiar periodismo en la Universidad del Norte de Antofagasta, pero
que lamentablemente murió asesinado el año 73 junto a su esposa Lula en el polvoriento
camino de un despoblado perdido.
Después de permanecer un tiempo estudiando en el
extranjero, regresé el año 79 a mi tierra y nuevamente el misterioso destino me impulsó
a la misma sala. En julio de ese mismo año la DIGIDER dejó el local refaccionado bajo la administración la Sede Iquique de la Universidad de Chile, esta institución a
su vez me invitó para que formara el Teatro Universitario, así en septiembre
nació el Grupo Expresión. Dos años después la Universidad contrató a un hombre
excepcional, nacido en la oficina salitrera La Palma en 1908, me refiero al hijo ilustre de Iquique Willie
Zegarra. En este escenario compartimos muchas dichas y enseñanzas durante 24
años, hasta que el implacable tiempo se lo llevó el 7 de enero recién pasado.
En esta mágica esquina (tan parecida a Caminito del
Barrio de Boca), han plasmado su arte insignes personajes: Osvaldo Torres,
Carlocco, Los Blops, Luz Eliana, Pedro Lemebel, Jaime Valenzuela, Juan Rodrigan, Mario Bernal; los teatros
locales Expresión, No Más, Kolorín Kolorado y Tenor; y tantos otros teatristas,
poetas y músicos nacionales e internacionales que nos han brindando
generosamente sus creaciones. En este mismo espacio se desarrolló, por la
década de los 80, el Primer Encuentro de Teatro Aficionado de Iquique, organizado por el Centro de
Investigación de la Realidad del Norte y los directores
Jaime Torres y Cecilia Millar.
Han pasado ya 100 años desde la construcción de esta
mítica reliquia (21-5-1905), ideada por el arquitecto Luis Fernando Gassols,
vicepresidente de la sociedad; y aún se mantiene firme, enclavada como punta de
diamante en el ceniciento barrio El Morro. Sus muros de piedra y madera han
resistido asombrosamente los sismos y las durezas de la naturaleza. Su
actividad cultural no ha decaído gracias a la acción preservadora de la Universidad Arturo Prat y el trabajo tesonero de
los artistas que ponen en valor el espíritu de una tradición iquiqueña que de
ningún modo morirá, tal como lo soñaron Luis Miranda Ávila y Gerardo Villalón,
representantes de la comisión de edificación de esta histórica dependencia.